El uso de datos sobre los gustos y las preferencias de los usuarios para crear series y películas es el éxito de las series de Netflix. Hoy en día la plataforma sigue ganando espacio en la industria de la televisión digital, cada día son miles los espectadores que se suscriben a su plataforma para elegir fácilmente lo que quiere ver.
Con más de 109 millones de usuarios en 190 países el negocio pasó de vender cantidad de shows y películas a la personalización de sus contenidos, ostentando el liderazgo mundial del streaming audiovisual de pago. En el año 2017, la compañía invirtió 6.000 millones de dólares en contenido y puso a disposición del usuario 400 nuevas series, películas y programas originales con paca creatividad.
Es bueno, y también es malo.
Evidentemente, el tener acceso a los datos del cliente enriquece cada día más a la compañía y es un punto positivo que a través del análisis se determine ¿cuál es el tipo de contenido que se más vende en el mercado? Eso es perfecto para este tipo de industria.
Lo malo es que el uso de datos para crear series y películas gracias a la fórmula de exactitud denota la creatividad en sus producciones. Para vender, Netflix copia y produce un contenido a través del monitoreo de sus usuarios. Tienen una data tan extensiva que pueden determinar las preferencias de un grupo de personas en distintos lugares del mundo. Lo que produce un modelo de consumo. Es decir, a medida que la plataforma incorpora contenidos, la gente pasa más tiempo en ella.
El medio televisivo digital y su éxito comercial causan celos y tensiones en el cine tradicional. Uno de los grandes problemas con la industria del cine es que han hecho saltar el modelo de las ventanas de exhibición, lo que no ha sido muy agradable para Hollywood.
Los reconocidos premios como el Festival de Cannes o los Oscar están en desacuerdo con las películas que se producen a través de datos que se estrenan digitalmente en este tipo de plataformas, sin que las personas tengan que apreciarlo en una sala de cine.
En este sentido, la apreciación del arte audiovisual se pierde. Por ello, estoy de acuerdo con lo que reclama la industria del cine a Netflix.
No es un choque entre lo viejo y lo nuevo, aunque de alguna manera este tipo de televisión está ganando espacio en el mercado. El cineasta Martin Scorsese en una carta asegura que el cine de mañana ya no será el cine que se vivió hace unos 50 o 60 años atrás, será completamente artificial.
El séptimo arte no dejara de serlo porque es la compilación de varios tipos de arte: música, escritura, escenografía, guión, iluminación, musicalización. Todos estos elementos en plataformas como Netflix que ha pesar de que dan trabajo a la industría de los audiovisuales, también destruyen la sensación que se vive en una sala de cine.
A diferencia del cine, Netflix está hecho para el consumo de contenidos, incluso permite que los usuarios no tengan que esperar al estreno en salas para ver una película. La compañía trabaja con productoras profesionales y semiprofesionales, con buenos equipos para producción, pero con un desempeño promedio en musicalización; en sonido y en imagen, pero aun así tienen la fórmula que hace dinero.
Por supuesto que deben existir premios para las películas que se emiten en canales digitales y que Neflix pueda crear su propio festival de cine para competir con otros. Pero la convivencia entre Netflix, Amazon y de otras plataformas con el cine dependerá de los gustos y de las preferencias del público.
De momento Netflix no debería competir en festivales de cine “natural”.
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