Los hechos de San Lorenzo descubren una realidad oculta por los dimes y diretes que el anterior Gobierno emprendió con las Fuerzas Armadas a raíz del ataque de las fuerzas militares colombianas en Angostura, a un campamento de las FARC instalado en territorio ecuatoriano con todos sus anillos de seguridad activos, en el que murió el segundo al mando de ese grupo armado irregular que ahora pretende hacer política para intentar borrar su pasado de secuestros, atentados, ataques a poblaciones civiles, de protector de los corredores del narcotráfico de grandes carteles como el de Sinaloa.
Nunca se preguntó cómo el segundo al mando de las FARC llegó a instalarse en territorio ecuatoriano para recibir hasta visitas guiadas que llegaban desde Quito, la única pregunta era por qué Inteligencia no advirtió el golpe que preparaba Colombia contra Raúl Reyes ni por qué hubo un reacción tardía contra el ataque de las Fuerzas Armadas colombianas al campamento de Raúl Reyes.
Así nació el cuento de los radares chinos y de los helicópteros repotenciados, así como el desmantelamiento de los servicios de Inteligencia de los militares a los que se acusó de estar al servicio de la CIA. Hubo un incidente diplomático del que el entonces presidente colombiano Álvaro Uribe salió airoso, al igual que el expresidente Correa.
No hubo ganadores en el plano diplomático, pero sí uno en otro campo. El ataque de Angostura enseñó a los grandes carteles el verdadero poder de la lucha multinacional contra el narcotráfico.
El acuerdo de paz logrado por Juan Manuel Santos para desarmar a las FARC dejó a muchos mandos medios sin piso, porque sus jefes máximos pasaban a la política, pero ellos se quedaban en la selva sin norte con carteles que todavía necesitaban sus servicios. Después de todo el corredor abierto por Ecuador para sacar la droga no dejaba de ser rentable, por la proximidad a sus puertos.
Cuando las Fuerzas Armadas ecuatorianas pudieron volver a ocuparse de sus asuntos tras diez años de estar defendiéndose de las acusaciones de su excomandante en jefe, porque los oficiales comían en un lugar y la tropa en otro, se volvieron incómodas para esos carteles que comenzaron con un ataque con coche bomba en San Lorenzo, el primer paso para generar terror.
La reacción del gobierno fue la adecuada. la declaración del estado de excepción en esa zona que le da mayor capacidad operativa a los militares. Tal vez lo de El Pan dure algún tiempo, pero la reacción nunca debe ser el miedo. Ceder al terror no es la receta. Y menos al terror de los carteles de la droga. Ecuador tiene un largo historial en la lucha contra el narcotráfico. Ese ha sido su plus.
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