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El Sí a la pregunta sobre el Yasuní ayudará a desarrollar una estrategia de conservación

David Romo
Universidad San Francisco de Quito
lunes, enero 1, 2018
La historia del Parque Nacional Yasuní me dice que sus batallas no se ganan oponiéndose a la consulta popular. El interés primero es reconocer que lo que estábamos haciendo estaba mal. Por ello, me parece importante ver cuál va a ser la repuesta del país sobre el Yasuní, un símbolo para la conservación mundial.
Tiempo de lectura: 3 minutos

La pregunta sobre el área protegida del Parque Nacional Yasuní, incluida entre las 7 propuestas hechas por el presidente Lenin Moreno para la consulta popular, es un primer paso hacia la consolidación de la conservación del parque como reserva de la biodiversidad del Ecuador y del mundo.

La consulta plantea incrementar la zona intangible en al menos 50 mil hectáreas y reducir el área de explotación petrolera, autorizada por la Asamblea Nacional en el Parque Nacional Yasuní, de 1.030 hectáreas a 300 hectáreas. Tal vez a muchos pueda parecer insuficiente la propuesta, pero al menos da la razón a colectivos ambientales como Yasunidos que proponía dejar todo el petróleo bajo tierra sin tomar en cuenta el desarrollo que está avanzando en esa zona.

La consulta es un avance, pero debe estar acompañada de otras acciones que deben tomarse desde el gobierno para demostrar que la preocupación por la conservación del Yasuní es real.

Por eso es fundamental que de aquí en adelante no haya una discusión de si hacemos o no la pregunta o si está bien o mal formulada. El debate debe ir mucho más allá. ¿Qué es lo que realmente se debería hacer desde el aparato estatal para garantizar la conservación de esa importante reserva natural? ¿Qué tipo de acciones?

En un principio, cuando se paralizó la iniciativa por la conservación del Yasuní-ITT (Ishpingi, Tambococha, Tiputini) y se anunció el inicio de la explotación petrolera en los bloques 31 y 43, en la visión gubernamental nunca hubo la visión de crear un fondo para administrar el manejo de una de las reservas de biósfera más importantes del mundo, como un mecanismo de conservación.

El problema fue que desde el inicio se pensó solo en el petróleo y nunca en una clara estrategia de conservación que permita al Parque Nacional Yasuní no ser dependiente de cualquier ayuda exponencial del exterior. El tema no ha sido abordado ni por proteccionistas ambientales ni por el gobierno. Definitivamente se debe buscar una estrategia a largo plazo y en este ámbito nadie se ha movido ni un centímetro en estos últimos diez años.

En un principio la propuesta siempre fue la disminuir los impactos del desarrollo petrolero, pero nunca la de minimizar los impactos secundarios para las poblaciones que utilizan los recursos naturales, flora y fauna, para subsistir dentro del nuevo modelo de desarrollo que ha llegado a esa zona. El Estado debe garantizar que las poblaciones locales puedan desarrollar sus formas de vida sin la intervención de gente de afuera.

La propuesta requiere de una política gubernamental que destine un presupuesto de al menos $2 millones anuales sólo para operatividad (sin incluir salarios del personal del parque) para comenzar a consolidar una estrategia de desarrollo sustentable en la zona (para los pueblos locales y la conservación). Además, que el Parque Nacional Yasuní cuente un presupuesto importante propio permitirá a las personas que viven allí no depender de la explotación petrolera para su subsistencia y para mejorar su calidad de vida.

En cuanto a la propuesta de incrementar en al menos 50 mil hectáreas la zona intangible del Parque Nacional Yasuní, de ganar el sí en la consulta, lo que se lograría es controlar una parte del territorio que hoy en día no está protegido como zona intangible, pero que la conocemos.

La zona intangible del Yasuní está exclusivamente dedicada a proteger a las zonas de acción de los pueblos no contactados, ese grupo privilegiado que todavía cuenta con una población indígena que ha decidido vivir en aislamiento voluntario, pero todavía no sabemos cuántas personas son.

Está claro que las 50 mil hectáreas no son suficientes, tal vez sea conveniente revisar a futuro la amplitud de la zona intangible y su campo de acción para garantizar una verdadera protección al corredor por donde se movilizan estos pueblos no contactados.

Pero la historia del Parque Nacional Yasuní me dice que sus batallas no se ganan oponiéndose a la consulta popular. El interés primero es reconocer que lo que estábamos haciendo estaba mal. Por ello, me parece importante ver cuál va a ser la repuesta del país sobre el Yasuní, un símbolo para la conservación mundial.

Lo que sí puedo hacer ahora es invitar a los ecuatorianos a votar por el Sí en esta pregunta de la consulta popular, porque la propuesta es el inicio para tomar el control de la lucha por la conservación del parque. Lo otro es quedarnos sin una plataforma y sin el respaldo político para buscar una estrategia de conservación del Yasuní y de los pueblos no contactados.

 

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