Las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro han llegado a barrios chavistas dos días después de que no pudieran celebrar la Navidad con la bolsa de comida y el pernil de cerdo que el Gobierno les ha había prometido en los últimos comicios. Los más pudientes, los que aún pueden permitirse usar el avión, tampoco han podido trasladarse para celebrar las fiestas por la reducción del servicio aéreo en más del 50% a causa de la falta de combustible.
El gobierno ha culpado a dos países por la falta de alimentos. “Por el saboteo de Portugal, que no cumplió los convenios, y de los Estados Unidos, que nos han impuesto las sanciones que pedían sus lacayos”, dijo la noche del miércoles el presidente Nicolás Maduro en un discurso televisado.
Las revueltas comenzaron dos días después de la noche de Navidad, en las barriadas populares de Catia y La Vega, al oeste de Caracas, alguna vez de mayoría chavista, por el retardo en la llegada de los denominados CLAP (por los Comités Locales de Abastecimiento y Producción); bolsas de comida que el gobierno de Nicolás Maduro reparte de forma quincenal a precios subsidiados en sectores populares, como alternativa al comercio capitalista, y que distribuyen como programa social y señuelo electoral.
Los CLAP de estas navidades venían con la promesa realizada en las recientes elecciones municipales de incluir pernil de cerdo, uno de los elementos tradicionales de la mesa navideña en Venezuela. Con el salario triturado por una violenta escalada hiperinflacionaria y un panorama de escasez crónico, que conoce picos de gravedad notorios, la demora de la ayuda gubernamental agudiza las carencias cotidianas y el panorama de protestas en Venezuela, país que en este momento ve pasar frente a sí las pascuas más opacas y desesperanzadas de su historia contemporánea.
“¿Qué pasó con el cerdo? Nos han saboteado. Y puedo señalar a un país: Portugal. Compramos todo el pernil que había en Venezuela. Todo, lo compramos. Pero teníamos que importar y así di la orden y firmé los pagos. Pero nos persiguieron las cuentas bancarias”, dijo el mandatario.
“El Gobierno portugués no tiene, con seguridad, ese poder de sabotear jamones”, respondió el ministro portugués de Exteriores, Augusto Santos Silva, en una entrevista con la emisora lusa TSF, en la que recordó que Portugal vive “en una economía de mercado y las exportaciones competen a las empresas”.
La irritación popular en Venezuela, todavía focalizada, pero creciente, ha conocido capítulos no exentos de dramatismo. En Ciudad Bolívar, ubicada en la zona más angosta del Río Orinoco, 590 kilómetros al sur Caracas, los motines populares en demanda de comida produjeron 20 detenidos y la militarización completa de la ciudad el mismo día de la nochebuena de Navidad.
En el poblado de San Félix, a una hora de distancia, manifestantes trancaron las vías que comunican con la vecina Upata por cuarta vez en lo que va de semana, exigiendo las bolsas de comida, medicinas y servicios de gas doméstico.
Parte importante de quiénes protestan en esta ocasión son militantes chavistas, organizados en Comunas que promueve el Gobierno, a quiénes se les tenía prometida su asignación para las fiestas. Al reconocer que había fallas en la asignación de “la proteína animal” (es decir, la carne de cerdo), el gobernador del estado Trujillo, Henry Rangel Silva, afirmó que el retardo obedece a “un sabotaje de la derecha fascista nacional e internacional”.
Las virulentas dimensiones de la crisis han estropeado el asueto navideño de los venezolanos, incluso de los que tienen recursos, muchos de los cuales se han visto impedido de verse con sus familiares en las pascuas a causa de las dificultades actuales para desplazarse dentro del país.
Las aerolíneas comerciales han tenido que reducir en 70% sus vuelos por la escasez de repuestos y combustible. Algo similar ocurre con los autobuses del ámbito urbano y extraurbano. Miles de personas han tenido que pernoctar hasta por 48 horas en los terminales terrestres de Oriente y La Bandera, en Caracas, para procurar obtener un pasaje aunque sea en reventa.
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