Cuando el expresidente Rafael Correa dejó el poder con el mensaje de que dejaba la mesa servida en materia económica, solo estaba a disposición del público los datos de las cuentas fiscales del primer trimestre de este año. La figura usada por el expresidente, entonces, puede asemejarse a una fotografía de enero, cuando la gente se va a la playa, diferente a la imagen de diciembre cuando está con todos los kilos extra por las fiestas navideñas.
Son dos fotos totalmente distintas. Lo mismo ocurre en la economía. Puede ser que en el primer trimestre de este año, por todo el gasto público en plena campaña electoral, se forjó la idea de que la mesa estaba servida, pero cuando comienzan a aparecer los datos de abril, mayo y junio la realidad cambió. Y es la que el presidente Lenín Moreno reconoció finalmente. La mesa servida resultó ser un espejismo.
El reconocimiento del presidente Moreno de que el país enfrentaba problemas económicos serios fue bastante oportuno, porque ocurrió antes de los primeros 100 días de Gobierno. Es decir, fue una alerta que puso sobre aviso de que cuando se cumpla ese plazo van a aflorar los planes de su frente económico para impulsar la recuperación de la economía.
Fue un preaviso de lo que se viene en adelante, porque entre los analistas siempre se supo que el nuevo Gobierno debía enfrentar un ajuste por el lado fiscal, debido a que Ecuador al estar dolarizado carece de una política monetaria y está obligado a moverse en la política fiscal.
El nuevo Gobierno, para intentar cubrir ese déficit fiscal tendrá que recurrir obligadamente o bien a nuevos impuestos, o bien a una política para atraer inversiones de afuera o bien a un ajuste en las cuentas públicas.
El modelo económico impulsado por el anterior Gobierno se asentó mucho en la parte fiscal y en la inversión pública. Y el hueco que tiene el país está precisamente en la parte fiscal, aproximadamente el 8% del Producto Interno Bruto: $8.000 millones sobre un PIB de $100.000 millones.
Eso significa que la famosa premisa de que los ingresos permanentes debían cubrirse con los gastos permanentes no se cumplió a rajatabla.
El nuevo Gobierno, para intentar cubrir ese déficit fiscal tendrá que recurrir obligadamente o bien a nuevos impuestos, o bien a una política para atraer inversiones de afuera o bien a un ajuste en las cuentas públicas.
Si el nuevo Gobierno se decanta por la vía de un aumento de impuestos la recuperación de la economía en el corto plazo será complicada, como ya establecieron las previsiones de los organismos multilaterales: Ecuador no va a salir de la recesión este año, pese a los tres trimestres económicos positivos que habían apuntado a una recuperación de la economía.
Lo ideal sería reducir el tamaño del Estado aunque eso signifique mayor desempleo en el corto plazo, porque implica menos Ministerios, menos funcionarios públicos… Una parte de la dieta obligada luego del engorde en el Gobierno anterior.
Tras el reconocimiento de la crisis, una de las primeras respuestas del Gobierno ha sido su propuesta de devaluación fiscal que es como una contrapartida que le ofrece al empresario. El Estado baja el gasto en la seguridad social para que el sector privado se pueda reactivar, pero para compensar sube el IVA.
Como ya lo había explicado en un análisis anterior, si se hacen las cosas de forma correcta solo a partir del segundo semestre del 2018 podríamos estar hablando de una salida real de la recesión.
La primera tarea que debe enfrentar el Gobierno será corregir el déficit fiscal con ajustes, pero todavía no sabemos con qué receta. Lo ideal sería reducir el tamaño del Estado aunque eso signifique mayor desempleo en el corto plazo, porque implica menos Ministerios, menos funcionarios públicos… Una parte de la dieta obligada luego del engorde en el Gobierno anterior.
Para compensar ese incremento en el desempleo, aunque el déficit creciera un poco más en el corto plazo, el Gobierno puede comenzar a dar un respiro a los empresarios. Una de las alternativas puede ser el IVA diferenciado.
En Europa, por ejemplo, se aplica el IVA diferenciado por sectores. Un sector determinado puede tener un IVA del 12%, pero hay otros sectores con mayor dinamismo en la economía como el textil o el automotriz que pueden tener un IVA menor para impulsar sus ventas. Eso contribuye a una mayor recaudación tributaria.
Otra medida que se puede pensar es diferir el pago del anticipo del Impuesto a la Renta. Muchas empresas no saben si este año van a tener o no ganancias, dada la recesión.
El Impuesto a la Renta se debe cobrar una vez que la empresa terminó su ejercicio económico, el 31 de diciembre, cuando ya sabe si registró o no utilidades. Porque un empresario puede aspirar a ganar $2 millones este año, pero si la realidad es otra la situación de liquidez simplemente se le complica.
La apertura a las nuevas inversiones con reglas claras, puede apurar la reactivación económica del país, porque si bien ha salido técnicamente de la recesión, no ha logrado la plena recuperación de su economía.
La tercera vía que tiene el Gobierno es la atracción de inversión extranjera directa, un camino nada descabellado dadas las actuales circunstancias, por las señales enviadas a los agentes económicos de sinceramiento de las cuentas fiscales.
El inversionista extranjero ve con buenos ojos que el Gobierno muestre su intención de poner las cosas claras, de conocer cuál es la real situación de la economía porque eso marca diferencias con la anterior administración.
La apertura a las nuevas inversiones con reglas claras, puede apurar la reactivación económica del país, porque si bien ha salido técnicamente de la recesión, no ha logrado la plena recuperación de su economía.
En resumen, las vías más óptimas para salir de la crisis serían alentar la inversión privada y que el Estado baje el perfil a su papel de primer empleador. Pero esto se puede lograr solo con ajustes macroeconómicos. El equipo de Moreno ha dado señales de que su intención será ir por ese camino, pese a que mantiene como colaboradores a gran parte del equipo económico anterior.
La diferencia está en quien ahora encabeza ese equipo, el ministro Carlos de la Torre, es una persona bastante técnica y realista, porque en economía nadie puede darse el lujo de ser soñador.
Aunque las cuentas son frías al igual que los números, el nuevo Gobierno sabe que en sus proyecciones macroeconómicas necesita hacer ajustes que pueden afectar al empleo, porque el modelo de su antecesor está agotado. No es posible seguir sosteniendo un modelo con una inversión pública desmesurada. El ministro De la Torre incluso ha mencionado como una alternativa la reducción de la inversión pública.
Es el momento de sincerar las cuentas. El anterior Gobierno había previsto un déficit, pero no uno tan grande.
Ahí está la sintomatología del cambio, pueden estar las mismas personas en el equipo, pero las decisiones son distintas. La variable de ajuste deja de ser la inversión pública. Es fácil mantener la expansión del gasto público para que eso se refleje en un crecimiento del PIB, pero esa no es la vía.
Las declaraciones del ministro, hasta ahora, han dado cuenta de que el nuevo Gobierno no va a seguir el camino de su antecesor. Las señales marcan el camino de una reactivación vía empresa privada para reactivar el consumo. Entonces el ajuste tendrá que ir por otro lado, por reducir el gasto público y promover la inversión privada para finalmente salir de los números rojos.
El país es como una empresa. Si un gerente ve que la empresa está en números rojos su trabajo será primero sacarla de esa situación, porque los gerentes al igual que los presidentes y los economistas saben que solo responden a los resultados.
Es decir, si el Gobierno de Moreno encontró que la mesa no estaba tan servida ahora debe adecuar la mesa para después servir los alimentos, pero que reflejen la realidad del país. No puede ofrecer filet mignon si la economía no da, pero tal vez sí un buen plato típico.
Esa es la realidad que nosotros tenemos que entender.
Es el momento de sincerar las cuentas. El anterior Gobierno había previsto un déficit, pero no uno tan grande.
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