Tras su victoria por la mínima en el referéndum para ampliar sus poderes, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan deberá curar las heridas de un país dividido. Solo obtuvo el 51,41% de los votos el domingo, según los resultados provisionales difundidos por los medios de comunicación, y el no se impuso en las tres mayores ciudades del país: Estambul, Ankara y Esmirna.
La campaña estuvo marcada por un discurso muy vehemente de Erdogan contra los opositores a la reforma, a los que no dejó de asimilar a los terroristas, y también por sus críticas a algunos países europeos, acusados de llevar a cabo “prácticas nazis” tras haber prohibido actos de la comunidad turca a favor del sí.
Fadi Hakura, del centro de estudios londinense Chatham House, cree que Erdogan no cambiará sus métodos a pesar de su ajustada victoria. “No pienso que Erdogan vaya a apartarse de la dureza de la política que ha adoptado hasta el momento”, dice. “Es probable que insista aún más en su línea muy dura y en su estilo de política sin compromisos”.
Murat Yetkin, redactor jefe de Hürriyet Daily News, un diario turco en lengua inglesa, opina por su parte que “Erdogan es un político con la experiencia suficiente para saber que esta victoria ajustada no le permitirá actuar de forma tan libre como si hubiera logrado un margen más importante”.
En un discurso pronunciado el domingo por la noche, el presidente turco planteó la posibilidad de organizar un referéndum sobre el restablecimiento de la pena de muerte, una auténtica línea roja para la Unión Europea en el proceso de adhesión de Turquía.
“No era el buen mensaje ni para la Unión Europea ni para atraer a los inversores extranjeros” considera Yetkin. Según Aykan Erdemir, de la Fundación para la Defensa de la Democracia con sede en Washington, Erdogan podría obtener un amplio éxito durante un referéndum sobre la pena de muerte que le permitiría recuperar parte de su prestigio tras la votación del domingo.
Los dos principales partidos opositores, el CHP (socialdemócrata) y el HDP (prokurdo), han denunciado “manipulaciones” en el referéndum y han anunciado su intención de impugnar los resultados. “Que yo recuerde, es la primera vez que la legitimidad de una votación y la equidad de un proceso han sido objeto de tan estrecha vigilancia en Turquía”, dice Hakura.
“Erdogan siempre se ha jactado (…) de la autenticidad del apoyo que le brindaban los turcos”, añade. La escasa diferencia del domingo es especialmente significativa tras una campaña en la que el sí gozó de mucha más cobertura mediática que el no.
Según Erdemir, la campaña fue “la más asimétrica de la historia de Turquía” y, en esas condiciones, el hecho de que el no obtuviera un buen resultado demuestra que “el clientelismo, el nepotismo, la opresión, las detenciones de los opositores y la toma de control de los medios no funcionan”.
Una de las incógnitas que rodea el referéndum es la reacción de los círculos económicos. Antes de la votación, la idea dominante era que los mercados preferirían el sí a corto plazo, ya que el no suponía demasiadas incertidumbres, entre ellas la posibilidad de unas elecciones anticipadas.
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