El lunes Quito soportó una lluvia inusual de 40 minutos, acompañada por fuertes vientos, granizo y tormentas eléctricas. El Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología ha informado que la lluvia del lunes 24 de abril fue equivalente a 53,2 litros de agua por cada metro cuadrado de superficie, lo que provocó la saturación del drenaje y de los colectores de algunas zonas, sobre todo del norte.
Del 6 de octubre al 24 de abril de 2017, por las lluvias se han presentado 700 emergencias en todo el Distrito, según un balance presentado por el Municipio, siete veces más que el número de emergencias del invierno de 2016.
El resultado de estos siete meses de una fuerte temporada invernal ha sido 700 emergencias, de las cuales 195 fueron por inundaciones, 300 por deslizamientos de tierra, 132 por movimientos en masa y 73 por árboles caídos.
La respuesta del Cuerpo de Bomberos como de los organismos de emergencia del Municipio no ha sido rebasada. Lo puede corroborar cualquiera que viva en Quito. Las tragedias que lamentar han sido mínimas, pero tras la tormenta del lunes todos los micrófonos de la llamada prensa oficial se han lanzado contra el Municipio.
El airado reclamo sorprende porque es como si se tratará de aislar a Quito del resto del país. El Ecuador vive una tragedia de grandes magnitudes por el clima, una tragedia minimizada por los tiempos electorales.
Hay carreteras cortadas, deslaves, ciudades inundadas, gente que se ha quedado sin nada en provincias ya duramente afectadas por el terremoto del 16 de abril de 2016, pero Quito ha sido puesta en el ojo de la tormenta.
El mismo Gobierno ha hablado de la inclemencia del clima, después de cuestionar a Perú por su falta de preparación ante desastres naturales, pero para cierto sector del oficialismo el problema por las lluvias solo está en Quito y Guayaquil.
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