Un torbellino agita Venezuela en estos días. Y no es la crisis económica ni política; no es la crisis social ni humanitaria que se han vuelto parte de la cotidianidad de los venezolanos dirigidos por un régimen que se ha negado a cumplir una Constitución diseñada a su medida, solo para mantener a Nicolás Maduro en el poder.
El torbellino es El Comandante, una serie televisiva inspirada en la vida del fallecido presidente Hugo Chávez, que comenzó a emitirse el martes en toda América Latina excepto en Venezuela, país en el que circuló el primer capítulo en Youtube.
La serie ha sido cuestionada desde antes de su estreno por los líderes del chavismo, tanto que Sony Pictures Television, el canal que produjo para la televisión la idea de Moisés Naim, fue quien tomó la decisión de no transmitir la serie en Venezuela para evitar demandas.
La cúpula del chavismo había reaccionado con amenazas tras amenazas luego de conocer el primer clip del seriado, ante lo que consideraba una afrenta contra su máximo líder, sobre todo porque quien encarna a Chávez también encarnó al capo del narcotráfico, Pablo Escobar.
La Comisión Nacional de Telecomunicaciones ha impulsado una campaña en las redes sociales instando a los televidentes venezolanos a informar si la serie es transmitida en las plantas de cualquier cableoperadora para ir tras sus pasos con su mano censora.
En los gobiernos de tinte totalitario poco importa la crisis en la que viva sumida la gente, importa más la imagen de su caudillo; importa más sus monumentos, estatuas, mitos criollos escritos por guionistas del aparato de propaganda; importa más cualquier cosa, así sea un Comandante, con tal de que sirva como distracción.
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