Yo creo, dicho con todas las letras, que la Declaración de abandono del cargo decretado por la Asamblea contra el presidente Nicolás Maduro no sirve para nada. Ni siquiera como un gesto simbólico que pudiera ser usado para después reclamar que el Gobierno procedió en contra de la voluntad de la Asamblea. Simplemente la Asamblea venezolana ha mostrado su ineptitud para hacer oposición. Eso ocurre cuando no se tienen todas las ganas o las capacidades para ello.
No sé exactamente cuál será la situación de la mayoría de los venezolanos, pero seguro no estará contenta con lo que ahí ocurre. En todo caso, ahora viene a colación una vieja reflexión: de la dictadura generalmente se sale echándola, no se sale de ella esperando a que se produzcan elecciones.
Siempre he sostenido y lo reitero: No hay democracia sin elecciones libres, pero las elecciones libres no son la democracia, son un mecanismo para alcanzarla.
La Asamblea no supo representar a la mayoría que la eligió. La oposición ha ido de tumbo en tumbo desde que otro poder del Estado desconoció a los legisladores amazónicos que le daban mayoría absoluta; primero admitió la suspensión, luego trató de remediar posesionándolos y ahora vuelve a dar marcha atrás.
Algo que debió ser sumamente serio, como el trabajo de la Asamblea, se ha convertido en un juego, porque muestra una oposición dividida y fragmentada. Es un juego de intereses que no logra poner por delante los intereses de toda Venezuela y en esas condiciones es difícil lograr resultados.
El futuro de Venezuela ahora es bastante sombrío, en términos no solo de sufrimiento de la gente por el desabastecimiento, falta de medicinas y la enorme devaluación. Es sombrío porque predomina el electoralismo y los intereses de las fracciones; predominan los intereses de los políticos en lugar de los del país. En Venezuela no hay política, hay electoralismo como en Ecuador, simplemente se buscan votos pero no salidas democráticas a la grave crisis política, económica y social.
En Venezuela, el electoralismo ha degradado la acción política, porque no es la política lo que se práctica ahí. La política tiene doctrina, respeto constitucional, tiene rebeldía y reacción frente a los golpes tiránicos.
Los líderes de la oposición no han estado a la altura de las circunstancias, porque han preferido estar cerca del poder y cuando el Gobierno los llama a conversar se sienten importantes y tomados en cuenta y creen que van a tener un fragmento del poder.
Pero el Gobierno de Maduro ha jugado con ellos. Esos líderes son manipulados y luego, hasta con apoyo de la iglesia, se da paso a un diálogo que ya se sabía no iba a dar resultados concretos.
Es la ratificación de la voluntad de engañar. A última hora todo el mundo se siente defraudado y eso ha hecho que el pueblo pierda la voluntad de hacer un esfuerzo mayor. Ha entrado en una fase de apatía, desconfianza en todos y cansancio, porque con el paso de los días no ve cambios, sino la ratificación de los mismos errores.
Hay que acercarse al Gobierno y no pelearse con él, eso dijeron algunos opositores que pasaron dando consejos de cómo hacer las cosas en el Ecuador. La mayor oposición se hacen ellos mismos con sus errores, con su cínica impudicia, solapando a la corrupción, por ejemplo, cuando ya se la conoce, cuando se pueden ver los billetes robados.
La oposición está en caos, la mitad de ella sometida y la Asamblea por someterse, desprestigiada, jugando a la política en vaivenes oscilantes con discursos alevosos y práctica de borregos, como aquí en Ecuador.
El único opositor en serio es Leopoldo López y su esposa, también la esposa de otros políticos presos como la del exalcalde de Caracas, Antonio Ledesma, y poquísimos más. El resto si bien no ha jugado a favor del chavismo tampoco ha jugado a favor de la democracia venezolana porque le ha faltado una estrategia, porque no ha sabido deponer sus intereses particulares en función de los del país.
Ahora solo resta esperar que no haya un abandono de los países de América Latina que deberían preocuparse por lo que está pasando ahí, y aplicar en serio la Cláusula Democrática prevista por la OEA y poner orden en esa casa hermana donde están dándose tantas tragedias en simultáneo.
Es la única manera de remediar la situación, convocar a elecciones realmente libres y que sea el pueblo venezolano quien exprese su voluntad. Es la salida más viable, porque un golpe de Estado podría ser peor que la enfermedad; una sucesión del actual vicepresidente no va a remediar nada; un golpe de militar tampoco, pero dejar las cosas cómo están hasta que Maduro termine el período sería acabar con Venezuela.
El mayor problema para eso es que Venezuela ahora refleja el interés de todos los Gobiernos por su propia estabilidad. Ninguno quiere que un tercero se meta en sus asuntos, a pesar de la Carta de conducta elaborada en Ecuador bajo inspiración de Jaime Roldós, con la firma de todos los países andinos y algunos de fuera de la región como España.
Esa Carta de conducta establece que no se puede hablar de intervención cuando un país mira lo que está pasando en otro en materia de Derechos Humanos, pero claro eso solo rige en la teoría.
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