Ximena Suárez Otterburg, la azafata que sobrevivió a la caída del vuelo de la aerolínea boliviana Lamia que transportaba al club Chapecoense, alimentó la versión que señala que el avión se accidentó por no ser adecuado para distancias largas, según declaraciones recogidas por el diario El Colombiano.
“El avión sí es limitado para esa ruta. Yo volaba un RJ100, muy parecido, para SAM en los años noventa. No se trata en todo caso de una aeronave anticuada, cuenta con todos los sistemas. Pero las siglas RJ representan Regional Jet, es decir que es para rutas cortas, generalmente locales, de dos horas. La operación del avión fue estirada hasta su límite y de una forma indebida”.
Suárez contó en su declaración a la secretaria de Gobierno del departamento de Antioquia, Victoria Eugenia Ramírez que su último recuerdo en el avión es el momento en que se apagaron las luces. “El avión se apagó por completo y tuvo un fuerte descenso, seguido de un gran impacto”, dijo.
Tras ser rescatada, Suárez fue llevada al hospital San Juan de Dios de la Ceja, donde le encontraron una fractura de tibia y peroné en la pierna derecha, fractura de cuello, fractura de radio y cubito, y varios golpes en la cabeza. “No recuerdo más hasta ahora”, dijo.
Erwin Tumiriri, otro de los sobrevivientes y parte de la tripulación, contó a la prensa que sobrevivió porque siguió los protocolos de seguridad. “Puse las maletas entre mis piernas para formar la posición fetal que se recomienda en los accidentes. Ante la situación, muchos se levantaron de sus asientos y comenzaron a gritar”.
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