Mario Vargas Llosa es el mayor escritor vivo en lengua española. En la presentación de su novela Cinco esquinas (Alfaguara), en la Feria de Libro de Guadalajara, respondió a todo. Fidel Castro, Trump, la pornografía, el periodismo, la novela, su vida… Este es un resumen de algunas respuestas.
Fidel Castro. Para el escritor peruano, la muerte del líder cubano marca el fin de la farsa. “Deslumbró a mi generación, era como un héroe salido de un cómic. Cuba iba a tener elecciones libres, iba a ser un ejemplo de democracia, un lugar siempre libre. Todo fue mentira. Para mantenerse en el poder, Fidel decidió convertir Cuba en una dictadura comunista. Hubo reformas positivas en salud y educación, pero las económicas acabaron en desastre. Y ahora Cuba es más pobre que con Batista”, explicó Vargas Llosa. Ahora con el fallecimiento del “dictador más longevo de América” se abre una oportunidad para el cambio. “Tengo esperanzas de que este proceso sea rápido e indoloro”, concluyó.
Donald Trump. El republicano no goza de las simpatías de Vargas Llosa. Para el Nobel se trata de un demagogo, populista y nacionalista. Y un peligro para México. “Si cumple sus amenazas, México resultará brutalmente afectada”. Ante esta perspectiva, deseó que el propio sistema estadounidense le ponga freno. “Ganó las elecciones teniendo en contra a toda la gran prensa americana, esperemos que ahora funcionen los mecanismos de control al presidente. El Congreso y la Corte Suprema pueden jugar un papel fundamental”, dijo.
Cinco Esquinas. “Es el fresco de la etapa final de una dictadura”. La novela recrea los últimos años del fujimorismo a través de uno de sus personajes más diabólicos y poderosos: Vladimiro Montesinos, el hombre fuerte del régimen. “Usó la prensa basura para crear un sistema que hundiese a los críticos en la mugre del escándalo, fundamentalmente sexual. Fue un sistema envilecedor”, señaló el autor, quien admitió que el libro, pese a su exhaustiva preparación, no tardó en seguir sus propios derroteros. “Escribo con un plan detallado, pero como siempre ocurre, esta obra tomó cauces que yo no había pensado. En el libro quería contar como una dictadura dispone de los medios suficientes para degradar la vida política y la periodística. Reflejé un mundo en toque de queda, donde se vivían distorsiones tremendas. Por ejemplo, en el sexo, que se convirtió para muchos en un refugio, en una búsqueda de la intensidad pasajera. La propia novela se fue apartando de la idea inicial”.
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