Ecuador se apresuró. La Cancillería ecuatoriana se había adelantado incluso a Bogotá para anunciar el cronograma de los diálogos de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y el grupo armado del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Quito; lo había hecho a sabiendas de tantos anuncios frustrados por la negativa de ese grupo armado de renunciar al secuestro, uno de los crímenes más viles.
“Los compromisos establecidos por los equipos en la última ronda en Caracas, fueron precisos para ambas partes. Siempre se dejó claro que era necesaria la liberación efectiva del excongresista (Odín Sánchez) para dar inicio a esta fase pública“, había dicho Juan Camilo Restrepo, jefe negociador del Gobierno.
El jueves todo fue confuso, desde la mañana en la que el canciller ecuatoriano había anunciado que las partes estaban en Ecuador para el inicio de un proceso histórico. Las delegaciones estaban en Quito, había escrito en su cuenta de Twitter. El despliegue de seguridad se había realizado en la sede de la apertura de las negociaciones en la Capilla del Hombre. Minutos más tarde el presidente Santos y el jefe negociador de Bogotá desmentían el viaje del equipo colombiano a Quito porque no se había cumplido con la liberación de Odín Sánchez.
Horas más tarde, Bogotá anunciaba el inicio de un operativo para la liberación del excongresista con el apoyo de la Cruz Roja, pero al día siguiente, el viernes, el jefe negociador del ELN retaba al Gobierno colombiano. No iba a liberar al excongresista hasta iniciada la primera fase de negociaciones. Una prueba de fuerza. El Gobierno de Ecuador se había quedado en medio de esa prueba. Quiso ser actor protagonista, pero el guión había cambiado.
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