Eran 10 jóvenes con sus tambores amarrados a sus cinturas, sus baquetas y una pandereta. Todos dijeron ser de la zona de Socio Vivienda 2 de Guayaquil. Sí, de ese lugar que lleva años acaparando titulares por la muerte y la violencia que a diario enfrentan quienes aún viven allí y que, a su manera, resisten a los grupos del crimen organizado que controlan la zona.
Eran jóvenes que tomaron el micrófono para decir que no son delincuentes, que algunos estudian ya en la universidad, y sueñan con ser arquitectos, comunicadores, doctores… Pero, sobre todo, repetían que no todos son como los han pintado, mejor dicho, estigmatizado.
“Algunos roban en el sector por hambre, porque tienen a su mamá enferma, porque detrás hay algo que los demás no ven, no entienden”, narró uno de ellos y quien lideraba al grupo de tocada popular. Una de sus compañeras lo confirmó y agregó que el mayor inconveniente que tienen es la precarización, cómo los violentan y cómo los están matando, sin que las autoridades, el gobierno, haga algo. “Queremos soñar, pero nos matan los sueños y es injusto”, dijo.
Ellos, quienes son de los barrios populares, se consideran a sí mismos como educadores, porque enseñan la percusión, los derechos de los que gozan, incentivan la paz y el ritmo (la música) en los barrios. “No es solo tocar un tambor, es formación, es capacitación, saber que perteneces, cuáles son tus derechos”.
Y esa visión es la que puso a bailar y a aplaudir a las más de 100 personas -de organismos nacionales, internacionales, academia, autoridades de gobierno central– que estaban en el Paraninfo de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador, y a quienes pidieron apoyo, para tener más tambores, para que su batucada sea más grande y no solo de 300 como son al momento.
Aunque lamentablemente el debate sobre el reclutamiento forzado de menores en el Ecuador es reciente, encontrar iniciativas como la de estos jóvenes muestran que hay caminos, que todos son válidos. Más aún si es generada por ellos, como una alternativa para los que se quedan y también para quienes se van de estos lugares, porque no hay que olvidar que decenas -mejor dicho, los que tienen posibilidades– son enviados con familiares a otros barrios u otras ciudades, para protegerlos.
Las cifras sobre desaparición de jóvenes están en crecimiento. El portal Tierra de Nadie, en una investigación con Connectas y publicada hace unos días, señala que hasta marzo de este año se estima que han desaparecido un promedio de tres menores de edad por día. Entre 2014 y 2024, los datos estatales señalan que hay 868 menores de los que no se sabe nada y que el 71% son mujeres que, por el avance del control territorial de los GDO, son derivadas hacia la explotación sexual.
El desafío está ante los ojos de todos, es momento que se unan esfuerzos para dar una alternativa a los millones de menores en riesgo. Para lograrlo, una vez más, el desarrollo, las oportunidades, el trabajo, la educación, un futuro digno es el camino que queda.
Artículo publicado en EL COMERCIO el 16 de septiembre de 2025
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