En las montañas que custodian Quito hay un legado ecológico: la reserva Yanacocha. Tiene una extensión de 1 197 hectáreas de páramo y bosque nublado que son el refugio en medio del bullicio urbano.
Está en la ladera occidental del volcán Guagua Pichincha, a 3 600 metros, en la parroquia de Nono. Yanacocha es una fuente de agua cristalina para el norte de Quito.
Sus senderos tienen historia
En la reserva, cuando el viento espanta la neblina, resaltan los senderos que conectan con la naturaleza y que tienen historia. La trocha Inca se extiende a lo largo de siete kilómetros.
Por aquí, según los historiadores, los Incas acortaban camino desde el noroccidente para ir al sur por el Guagua Pichincha.
En el sendero hay tres túneles. Uno de ellos conduce al Bosque de Polylepis: la joya de la reserva. Árboles centenarios cuyas texturas se desprenden en delgadas capas. Algunos crecen a más de 5 000 metros y en esta época lluviosa están cubiertos de musgo.
El bosque está poblado de hongos que ayudan en la descomposición de la materia muerta y a reciclar los nutrientes en el medio ambiente.
En la trocha Inca es común encontrar, en sus bordes, las gunneras. Crecen en quebradas y laderas de los Andes. Sus hojas son gigantes y sirven como paraguas naturales; cada una puede medir hasta dos metros.
En la reserva hay más de 350 tipos de plantas. Sobresalen las orquídeas y el mortiño. La ortiga resalta entre los arbustos por el color anaranjado intenso. También está la salvia quitense y la pasiflora que es una planta medicinal.
Osos y pumas habitan en la reserva
El oso andino frecuenta la trocha Inca y de ello dan cuenta las cámaras trampas. Es tímido y arisco y no hay evidencia de que hayan atacado a personas.
Los machos pueden viajar, en promedio, alrededor de 18 km en línea recta en uno o dos días. Pero en este camino se encuentran huellas de puma.
La reserva está a cargo de la Fundación Jocotoco, que se dedica a la conservación. José León, investigador de la fundación, explica que otro de sus objetivos es educar sobre cómo proteger los entornos naturales con las actividades de ecoturismo.
Uno de sus objetivos es la protección del zamarrito pechinegro; un colibrí que tiene entre ocho y nueve centímetros y abundante plumón blanco en los muslos; de ahí su nombre. Está en peligro de extinción, aunque también se le ha visto en el volcán Atacazo. Hace poco fue descubierta una bandada en la cordillera de Toisán, arriba del Valle de Intag, en Imbabura.
En la reserva hay 18 tipos de colibríes como el frentiestrella, el picoespalda o el rayito brillante. Todos llegan hasta los bebederos. Los pinchaflores son un poco más grandes, pero los más fáciles de observar son el enmascarado color azul o este pinchaflor satinado.
Las tangaras se distinguen por sus colores vibrantes. Son buscadas por los pajareros de otros países que vienen a observarlas. Tienen tres dedos hacia adelante y uno hacia atrás, lo que les permite subir con más facilidad a las ramas. En el sendero se observa esta tangara ventriescarlata rojinegra y la tangara montana encapuchada.
Hay otras aves raras, como la gralaria ecuatorial, conocida como anpita, un pájaro robusto, colicorto y patilargo que no vuela. Se desplaza dando pequeños y rápidos brincos. Solo se encuentran aquí y en Colombia.
Yanacocha es el hogar de 150 especies de aves. Ese es el principal atractivo de la reserva. Desde los miradores se pueden observar; envuelven con su canto y aleteo. Verlas es una experiencia mágica.
Texto original de Ecuavisa
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