En las frías aguas del Báltico, un delfín solitario ha capturado la atención de la comunidad científica al mostrar un comportamiento intrigante: parece hablar consigo mismo.
Los investigadores creen que este inusual fenómeno podría ser una señal de soledad, planteando nuevas preguntas sobre la vida emocional de estos inteligentes mamíferos marinos.
Este delfín, separado de sus congéneres, emite una serie de sonidos complejos típicamente asociados a la comunicación con otros delfines.
Un llamado al vacío
Un estudio publicado en el International Journal of Animal Sound and its Recording (Revista Internacional de Sonido Animal y su Grabación) ha revelado un comportamiento acústico inusual en un delfín mular solitario que reside en el Mar Báltico.
La investigación, realizada por Olga A. Filatova, académica de la Universidad del Sur de Dinamarca, y un equipo internacional, analizó las vocalizaciones de un delfín que aparentemente carecen de destinatarios, planteando dudas sobre la intencionalidad de sus sonidos.
Los científicos esperaban que el delfín realizaría pocos sonidos al estar fuera del alcance de otros compañeros; sin embargo, se encontró que el delfín emitía una gran variedad de sonidos, incluidos estallidos, pulsos y tonos rítmicos sin que coincidieran con trenes de ecolocación, “indicando que no estaban asociados a actividades de alimentación”, afirman los autores.
La ecolocalización es un sistema natural similar al sonar, utilizado por algunos animales para orientarse y localizar objetos en su entorno. Según National Geographic, este proceso ocurre cuando el animal emite un sonido que se refleja en un objeto cercano y regresa como un eco, brindándole información sobre la distancia y el tamaño del objeto.
Entre los descubrimientos clave de esta investigación se mencionan tres tipos diferentes de silbidos estereotipados y tres categorías distintas de sonidos bifónicos, lo que desafía el entendimiento común sobre la comunicación intencional en delfines mulares.
“Estos sonidos podrían ser emitidos de manera no intencionada como señales emocionales, cumplir funciones distintas a la comunicación directa, o simplemente ser un subproducto de la necesidad intrínseca de los delfines de interacción social”, señalan los investigadores.
La necesidad de contacto
Las observaciones sugieren que, a pesar de su aislamiento, el delfín mantenía una conducta vocal activa, produciendo sonidos que en otras circunstancias están destinados a la comunicación con sus pares.
Esta inesperada actividad acústica podría implicar que “los delfines mulares tienen una capacidad más flexible y diversa de lo que se pensaba para la producción vocal”, según los autores.
El artículo también aborda la cuestión de la “intencionalidad de primer orden”, que se refiere a emitir señales con un objetivo concreto hacia un destinatario específico. Los investigadores sugieren que estas vocalizaciones podrían no ser intencionales, sino una manifestación del estado emocional o social de los delfines.
Además se observó que un solo delfín podía producir varios silbidos, retando la idea de que cada delfín tiene un silbido único, creando una especie de firma.
“La producción espontánea de sonidos comunicativos en ausencia de un destinatario, conocida como ‘autoconversación’, también es común en los seres humanos”, menciona la investigación.
“El habla de uno mismo puede ser simplemente un subproducto de nuestra necesidad intrínseca de interacción social y lo mismo puede ocurrir con los delfines y otros animales sociales”, continúa.
Los investigadores concluyen que nuestra comprensión limitada de la señalización acústica sin receptores, incluso en humanos, indica que debemos ser cautelosos al interpretar la comunicación en otras especies con sistemas complejos.
Cómo se llevó a cabo la investigación
El estudio se llevó a cabo en los alrededores de la isla de Funen, en Dinamarca, utilizando un grabador submarino autónomo y un FPOD, lo que permitió capturar sonidos durante más de 1600 horas de manera pasiva. La identificación del delfín solitario se realizó con base en un catálogo fotográfico de Moray Firth, Escocia, asignándole el número 1022 y el apodo ‘Yoda’.
Para su desarrollo se usó un método de monitoreo acústico pasivo. Se colocó un grabador autónomo bajo el agua, llamado SoundTrap ST 500, en el puerto de Svendborg durante dos meses, desde el 8 de diciembre de 2022 hasta el 14 de febrero de 2023.
Este dispositivo operaba con una frecuencia de muestreo de 384 kHz y generaba un nuevo archivo después de cada 45 minutos de grabación. La ubicación exacta del grabador estaba a 10 metros de profundidad y cerca de una zona visitada por turistas.
Además, se empleó un FPOD, un dispositivo que detecta y registra trenes de clics de ecolocalización. Ambos dispositivos fueron sincronizados. Para analizar los sonidos, se usó el software PamGuard, que procesa imágenes de espectrogramas para detectar sonidos tonales. Todos los sonidos detectados fueron auditados manualmente para descartar falsos positivos y confirmar la presencia de sonidos de delfines.
Los sonidos se clasificaron en varias categorías, como silbidos, sonidos pulsados, tonos de baja frecuencia y sonidos percusivos. Se realizaron esfuerzos para identificar la co-ocurrencia de sonidos comunicativos y de ecolocalización, comparando los datos de ambos dispositivos. Durante el estudio, se recopilaron 1635 horas de datos y se detectaron aproximadamente 10,833 sonidos de delfines en diversas categorías.
Texto original de Infobae
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