El expresidente de EE.UU. Donald Trump (2017-2021) no ha llegado a decir que se proclamará ganador antes de que termine el conteo de votos, como hizo en 2020, aunque en los últimos días ha intensificado sus denuncias de fraude electoral y la campaña de Kamala Harris asegura estar lista para responder si lo hace.
Es la tercera vez que Trump compite en unas elecciones presidenciales y la tercera en que agita el fantasma del fraude. En 2016, ganó y no necesitó materializar sus advertencias; pero, desde 2020, atribuye su derrota a una manipulación de los resultados de la que no hay evidencia.
En esta última semana de campaña, Trump ha intensificado su retórica, tratando de desacreditar la legitimidad de los comicios y asegurando de manera falsa que millones de indocumentados votarán por Harris.
Varias autoridades electorales estatales han advertido que podrían pasar varios días antes de que se conozca el resultado final debido a lo ajustado de la contienda. Por ejemplo, en el condado de Maricopa, donde vive la mayor parte del electorado de Arizona, funcionarios locales estiman que el conteo podría tardar de 10 a 13 días.
En 2020, EE.UU. tuvo que esperar cuatro días desde el cierre de los colegios hasta que Joe Biden fue declarado ganador. El proceso fue más lento de lo habitual por dos razones: la pandemia provocó un aumento del voto anticipado, que requiere más tiempo de procesamiento, y la participación fue especialmente alta con 158 millones de votantes, casi 22 millones más que en 2016.
En Estados Unidos, no existe una autoridad electoral central, por lo que los grandes medios de comunicación de EE.UU., que tienen equipos que van analizando los datos de cada estado, son los que declaran a los vencedores.
Hay un importante patrón en el conteo de votos que Trump podría aprovechar para afirmar que hay fraude, el llamado «espejismo rojo». Este fenómeno, ya visto en elecciones anteriores, tiende a mostrar una ventaja inicial de los republicanos (asociados al color rojo), mientras que a medida que avanza la noche los demócratas acortan distancias.
Esto ocurre porque, en muchos estados, el voto presencial —donde los republicanos suelen tener mayor participación— se cuenta antes que el voto anticipado o por correo, por lo que los primeros resultados de esta noche podrían dar la impresión de que Trump está ganando, aunque no sea el caso.
Al igual que, en 2020, Trump podría aprovechar esa ventaja inicial para declararse vencedor y alegar que los votos posteriores a favor de Harris son un indicio de fraude.
La campaña de Harris ha asegurado en los últimos días que está preparada para responder. Un alto cargo demócrata señaló en una llamada con periodistas el viernes que «esperan plenamente» que Trump se declare vencedor el martes por la noche, antes de que se haya completado el conteo.
Como ya hizo en 2016 y 2020, Trump no se ha comprometido a aceptar los resultados electorales, afirmando que solo lo hará si considera que han sido justos.
Trump ha asegurado a sus seguidores que la única forma de evitar un fraude es lograr una victoria «demasiado grande para manipular», es decir, con un margen tan amplio que demuestre su triunfo contundente e impida a los demócratas manipular los resultados.
Esa retórica ha llevado a parte de la ciudadanía a convencerse de que su victoria es segura. Desde hace tiempo, medios conservadores insisten en que Trump ganará por un margen amplio, imponiéndose en todos los estados clave e, incluso, el comentarista Greg Gutfeld, de Fox News, ha afirmado que Trump ya tiene «ganada» la elección.
Si los medios no anuncian su victoria, Trump ha dejado claro que está dispuesto a llevar el recuento a los tribunales, como hizo en 2020. A diferencia de aquella elección, esta vez cuenta con un ejército de voluntarios del movimiento ‘Stop the Steal’ (Paren el robo, en español), organizados para reunir supuestas pruebas de fraude en los mismos centros de votación.
Las autoridades electorales de varios estados han reforzado la seguridad en varios centros de votación ante el riesgo de que explote la violencia como ocurrió en 2020, cuando hombres armados se apostaron a la entrada de centros de votación en Arizona y en Míchigan algunos simpatizantes golpearon las ventanas en recintos de escrutinio.
Además, esa narrativa podría amplificarse en redes sociales como X, cuyo propietario, Elon Musk, que apoya a Trump, ha promovido teorías conspiratorias sobre fraude. EFE
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