Amaya Quincoces Riesco |
Bakú, 14 nov (EFE).- La habitual tensión en las negociaciones climáticas a costa de la financiación se repetirá en la COP29 mientras el ánimo de los países pobres cae en picado; son las grandes víctimas del colapso del clima del que no son responsables y carecen de recursos frente a ello. ¿Cómo compensarlos? ¿Qué es el fondo para pérdidas y daños?
Desde olas de calor terriblemente largas y asfixiantes, hasta huracanes, sequías acompañadas de desastrosas inundaciones por lluvias torrenciales son algunas de las evidencias del cambio climático que pone en peligro la supervivencia del mundo y que se agrava con temperaturas cada vez más altas.
Los desastres naturales a causa del calentamiento global proliferan en el planeta, no sólo en el sur global, sino también en el mundo desarrollado, como es el caso de las devastadoras inundaciones estos días en España, tras el impacto destructor de dos temporales seguidos, con más de 200 muertos.
A países del sur como los africanos y otros territorios en vías de desarrollo, se les suma al drama de las catástrofes naturales, la falta de recursos para hacerles frente o al menos protegerse y evitar los peores efectos del clima sobre sus gentes y sus maltrechos medios de vida.
De hecho, África pide a gritos al mundo ayuda económica; las llamadas de auxilio son constantes por parte de los delegados de gobiernos de países africanos reunidos estos días, junto a líderes del resto del mundo, en la cumbre climática COP29 que se celebra en la capital de Azerbaiyán.
Otros territorios asimismo en desarrollo, como los llamados pequeños Estados insulares están desesperados ante la amenaza de quedar sumergidos a causa del aumento del nivel del mar por el deshielo de los polos. Barbados en el Caribe o Samoa y Vanuatu, en el Pacífico, entre otros muchos, reclaman ayuda urgente.
Según datos de organizaciones sociales, solo en el Pacífico los desastres climáticos aumentaron un 700 por ciento de media en la última década respecto a la anterior.
Dentro de este contexto de vulnerabilidades por el clima es donde se enmarca el llamado fondo para pérdidas y daños, un mecanismo concebido para movilizar flujos financieros con destino a los países más pobres por parte de las naciones pudientes del norte global.
Previamente a la actual COP29, los países lograron avances significativos en torno al fondo para pérdidas y daños en la COP27 en Egipto; posteriormente, la COP28 en los Emiratos Árabes Unidos logró establecer y poner en funcionamiento el fondo.
Este año, la presidencia de la COP29 ha manifestado avances para sentar las bases para el desembolso financiero a partir del año próximo.
Las aportaciones tendrán efectos directos sobre la población, para mejorar la vida de la gente, reconstruir casas, salvar vidas, garantizar medios de subsistencia, ha indicado la presidencia de la COP29.
La capitalización inicial de la que dispone el fondo es de 700 millones de dólares, con contribuciones voluntarias de los países, aunque los daños anuales por desastres climáticos en países pobres están valorados en miles de millones de dólares, alertan los expertos.
La delimitación de los países donantes del fondo requiera todavía limar asperezas; los países desarrollados piden a China que forme parte del bloque de países contribuyentes dado su alto nivel de desarrollo en los últimos años.
El impacto del desembolso sobre el país beneficiario es otra de las cuestiones sobre la mesa pendiente de perfilarse de manera que los destinatarios no se vean ahogados con mayores endeudamientos. Los países pobres piden por ello subvenciones en lugar de créditos.
Otros aspectos pendientes de encauzar pasan por identificar a los países en desarrollo con los impactos climáticos más graves y definir el destino de los fondos de acuerdo a las mayores necesidades.
Existen diferencias asimismo sobre cómo habrían de repartirse las aportaciones, si en base a acciones de mitigación o adaptación. También habrá de decidirse si los recursos servirán para financiar daños ya ocurridos o dejarlos para pérdidas futuras.
A estas cuestiones se añade un escenario climático que exige cambiar radicalmente las reglas del juego tradicionales del desarrollo industrial de los países y aumentar las inversiones en energías renovables e innovación, con un nuevo paradigma económico que implica inversiones añadidas para los países.
Y es que en el incipiente despertar del desarrollo económico de los países del sur, estos territorios habrán de dejar de lado los combustibles fósiles de los que por el contrario, el resto del mundo ha abusado para su industrialización. Los países ricos llevan décadas echando humos para crecer, pero las naciones pobres no podrán hacerlo. EFE
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