Alejandra Arredondo |
Aurora (EE.UU.), (EFE).- Moisés Didenot y su esposa conversaban con sus vecinos afuera del conjunto de apartamentos donde viven. Era un viernes por la noche, el sol de verano ya se había escondido y varios niños jugaban bajo la mirada atenta de sus padres.
De repente, cuatro hombres y una mujer –algunos armados y con pasamontañas- se acercaron: “Venimos a protegerlos de la delincuencia”, les dijeron. Ellos, sorprendidos, les pidieron que se fueran porque había menores en la zona.
Aurora, un suburbio de Denver donde más de 40.000 migrantes venezolanos como Didenot han llegado en los últimos dos años, se ha convertido en una zona cero de la desinformación en las elecciones estadounidenses del 5 de noviembre.
El expresidente y candidato republicano Donald Trump (2017-2021) visitó Aurora la semana pasada, dibujándola como una ciudad “invadida” por el Tren de Aragua, una banda criminal transnacional de origen venezolano. Las autoridades locales han refutado esta narrativa, acusando al republicano de estar “exagerando gravemente”.
En medio de esta tormenta política, los migrantes describen un ambiente de “miedo” y denuncian intimidaciones, mientras luchan por construir una vida en Estados Unidos para poder sostener a sus seres queridos en Venezuela.
La visita del grupo armado en casa de Didenot sucedió cuatro días antes del debate presidencial en septiembre, cuando Trump replicó en cadena nacional una información falsa que ya era viral en redes sociales: el Tren de Aragua había “tomado” varios edificios de Aurora.
En realidad, tanto el conjunto residencial donde vive Didenot como otros tres en la ciudad son propiedad de una misma empresa, envuelta en líos legales desde 2023 debido al deterioro de los apartamentos, explica a EFE la alcaldía de Aurora.
Según medios locales, el propio dueño de la compañía es quien creó el rumor del “caos” en los edificios, y poco después un video en el que se ve a varios hombres armados entrar a uno de los apartamentos recorrió las principales cadenas de televisión nacionales.
La Policía de Aurora ha arrestado a una decena de personas “relacionadas” con el Tren de Aragua que han sido acusadas de una serie de delitos, incluyendo agresión, abuso doméstico e intento de asesinato. La mayoría de ellos, menores de 25 años.
La alcaldía aclara que estos son “incidentes específicos” que han sido “caracterizados erróneamente”.
Los residentes de los apartamentos coinciden con esa visión y cuestionan incluso que los detenidos sean realmente miembros del grupo criminal.
Varios migrantes que piden ocultar su identidad señalan a EFE que creen que los jóvenes arrestados usan el nombre del Tren de Aragua para intimidar, pero no están vinculados con la organización.
Mike LaSusa, investigador en el centro de pensamiento InSight Crime, explica a EFE que no existen “indicios” de que la pandilla opere como un grupo “coordinado” en Estados Unidos como dijo Trump, sino que su presencia está ligada a casos individuales.
Los edificios han sido abandonados por la empresa, que lleva varios meses sin cobrar el alquiler. Varias ventanas están rotas, las escaleras se ven roídas y en los pasillos hay muebles rotos y bolsas de basura.
Hace varias semanas que Carlos Daniel Ordosgoitti y su novia, Iranny Carreño, no pueden dormir en paz por los ratones, los chinches y el temor a que lleguen desconocidos.
“Las condiciones en las que estamos viviendo son deplorables”, cuenta el venezolano, de 36 años. “Da tristeza porque te paras todos los días, en el frío o el calor extremo, con ganas de salir adelante y te encuentras con esta realidad”.
A principios de septiembre, Ordosgoitti le concedió una entrevista en cámara a un joven que aseguró ser “periodista”. Días después, vio con horror cómo una foto suya editada, con tatuajes en los brazos y una pistola, aparecía en YouTube.
“Han incitado al odio, al racismo y hay gente que tiene mucho temor”, cuenta este padre de tres hijos que viven aún en Venezuela y a los que manda dinero que gana instalando internet en hogares.
Por su parte, Didenot decidió buscar otro lugar para vivir después de que en una casa adyacente pegaron carteles alertando a los transeúntes de “no pasar” porque estaba el Tren de Aragua.
“He aplicado como a 10 sitios, pero no nos quieren arrendar; yo creo que porque somos venezolanos”, relata, lamentándose de que con cada solicitud ha tenido que pagar una tasa no reembolsable de hasta 200 dólares.
Didenot no es el único al que le ha costado encontrar un ingreso estable. En las calles de Aurora se puede ver en varios semáforos a migrantes limpiando vidrios.
José trabaja cada mañana en una avenida. La estrategia para sacarle una sonrisa a los conductores: dibujar un corazón con jabón en el parabrisas.
Algunos lo reciben con amabilidad y le dan billetes de hasta veinte dólares. Otros, le insultan e incluso le han amenazado con pistolas.
“Quizás es porque son cosas que no se veían aquí, como yo por ejemplo aquí en un semáforo”, argumenta el hombre, de 32 años. “Quizás es inusual para ellos y se incomodan”. EFE
¿Ya conoces nuestro canal de YouTube? ¡Suscríbete!
Iche: El renacimiento gastronómico de Manabí
IX Congreso de la Red de Ciencias Políticas y RRII Estado vs Crimen transnacional: sociedad, poder y economía
Las Decisiones Eléctricas deben ser TÉCNICAS y no POLÍTICAS
Conexión vital: Productores y consumidores contra la desnutrición
¡La naturaleza bajo amenaza!: Especies silvestres disminuyen a pasos acelerados