Por Eduard Ribas i Admetlla |
Washington, (EFE).- Cuando el palestino-estadounidense Mohamed Abu Hashem se alistó en la Fuerza Aérea de Estados Unidos, lo hizo para proteger a su familia. Más de dos décadas después, la muerte de su tía en un bombardeo israelí en Gaza lo empujó a renunciar en junio en protesta por el apoyo estadounidense a la guerra.
“Al principio me sentí muy solo. Sentí como si fuera un ataque a mis 22 años de servicio para este país”, rememora en una entrevista con EFE este exsargento primero de la Fuerza Aérea.
Pero con el paso de los meses, cuando vio que otros empleados públicos también dimitían porque el Gobierno (de EE.UU.) no escuchaba sus protestas, se dio cuenta de que en realidad “este es un problema sistémico de la Administración”.
Abu Hashem, de 42 años, forma parte de un grupo de una docena de funcionarios y empleados del Gobierno de Estados Unidos que hicieron pública su renuncia por el apoyo del presidente, Joe Biden, a la guerra de Gaza y por el envío de armas a Israel.
El 7 de octubre de 2023 Hamás asesinó a 1.200 personas en Israel y tomó 250 rehenes, a lo que el Gobierno de Benjamín Netanyahu respondió con una ofensiva militar sobre el enclave palestino que acumula hasta la fecha más de 41.000 muertos.
Una de las víctimas, en los primeros días de la guerra, fue Saida, tía de Abu Hashem.
El 10 de octubre, su familia desalojó el edificio de apartemos en el que vivían en Gaza porque el Ejército israelí lanzó una advertencia de un bombardeo inminente. Una hora y media después, no había ocurrido nada y volvieron a ingresar.
“Tan pronto como entraron, llegaron al salón y de repente se vieron bajo los escombros. Israel atacó ese edificio a sabiendas de que todos los civiles estaban dentro”, afirma Abu Hashem.
Además de su tía Saida, murieron otras 22 personas, entre ellas 12 niños.
El Ejército de Israel sostiene que llevó a cabo un ataque preciso para neutralizar “una estructura operativa de Hamás”.
“¿Por qué no esperaron? ¿Por qué no atacaron cuando los residentes estaban fuera del edificio?”, afirma el exaviador, quien acusa a Israel de vulnerar el derecho internacional humanitario.
Abu Hashem asegura que envió a sus mandos pruebas de lo que había ocurrido y exigió explicaciones por el apoyo a Israel pero jamás recibió una respuesta. El 21 de octubre, presentó su dimisión tras dos décadas de servicio.
Sus abuelos eran agricultores a las afueras de Tel Aviv pero en 1948, tras la declaración de independencia del Estado de Israel y el estallido de la primera guerra entre árabes e israelíes, fueron expulsados y huyeron a Gaza.
El padre de Abu Hashem, Saady, nació en un campo de refugiados gazatí y de adulto se mudó a Catar, donde nacieron Mohamed y cinco de sus seis hermanos. Cuando tenía ocho años, se trasladaron a Ohio (Estados Unidos).
En enero de 2002, poco después del atentado del 11-S, Abu Hashem decidió alistarse a la Fuerza Aérea. “Lo hice porque estaba preocupado por mi familia. No sabía cómo todo eso nos iba a afectar”, explica.
Recuerda las palabras de un familiar que le dijo que “la representación de los palestinos es importante” y que si seguía su carrera en el Ejército “algún día podría levantar la voz” como palestino-estadounidense. Pero no se esperaba lo que pasaría después.
Un análisis del diario The Washington Post concluyó que las bombas utilizadas en el bombardeo que mató a la tía de Abu Hashem podrían haber sido fabricadas tanto en Estados Unidos como en Israel.
“Me da igual que fuera munición israelí o munición estadounidense. Después de saber que atacan a edificios con civiles dentro, ¿por qué seguimos proporcionando armas a Israel”, cuestiona.
Abu Hashem sostiene que no hay excusa para frenar inmediatamente el envío de armamento dado que “es la primera vez que el mundo ve un genocidio de este nivel a través de las redes sociales. Ya no se puede esconder”.
A aquellos que permanecen dentro del Gobierno, les lanza un mensaje: “Estamos obligados a seguir órdenes a menos que sean ilegales, poco éticas o inmorales. Estos tres principios han sido violados”.
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