Un ejército de 45.000 voluntarios se apodera de París desde hace más de un mes para que todo esté bajo control en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Su labor es discreta, pero sus uniformes alertan en cada rincón de la presencia de una persona dispuesta siempre a remover cielo y tierra por ayudar.
Sus funciones son tantas que no se podrían enumerar: animadores para turistas, resolventes de dudas para espectadores y periodistas, cuidadores de los detalles en los pabellones deportivos o hasta la famosa sujeta paraguas del presidente del Comité Organizador, Tony Estanguet, en una ceremonia de apertura pasada por agua.
«Vosotros hacéis que estos Juegos sean posibles», reconoció el presidente Emmanuel Macron en un encuentro con voluntarios al final de la jornada del 2 de agosto de 2024, en el campo de tiro con arco de los Inválidos.
La mayoría busca vivir una experiencia única, que empieza a materializarse al ponerse el uniforme verde-azulado, con el logo ‘París 2024’ en la espalda, en el caso de quienes contribuyen con la organización olímpica, o sin él y con pantalones grisáceos, para los 5.288 seleccionados por el Ayuntamiento parisino.
«Mi motivación para ser voluntario es relacionarme con personas con diferentes orígenes, culturas y lenguas», relata Satish Moparthi, natural de Nellore (India), pero establecido desde hace cinco años en la capital francesa, donde investiga sobre el cáncer y el alzhéimer.
«Todos los seres humanos somos iguales y nos unimos en nombre del deporte para mostrar nuestra naturaleza competitiva», añade.
María Henderson, de Ciudad de México, apostó también por esa multiculturalidad, que se da en «un ambiente olímpico muy cálido, que crea una atmósfera única de colaboración y celebración».
«Siempre me han gustado los deportes, tanto practicarlos como verlos, ahí es cuando no necesité más razones», son las palabras con las que Henderson explica la única motivación que necesitó para saber que se encontraba ante una «experiencia inolvidable».
«Ver los Juegos Olímpicos es una oportunidad única en la vida que no podía dejar escapar», explica Sara Petrovic, que se obligó a salir de su «zona de confort» y a pasar a «ser activa» y «conocer gente nueva», algo que ya hace desde que dejó atrás Niš (Serbia) para probar suerte en la esfera artística de París.
Lo que los tres tienen en común, aunque solo se conozcan de vista por los encuentros que promueve la organización a nivel interno, es las ganas de saborear cada instante de estos JJ.OO. desde el París Media Centre, un espacio de cotrabajo que el Ayuntamiento habilitó para la prensa en el centro de la ciudad y que ofrece servicios a 5.000 periodistas de 120 países.
Alojado en el histórico edificio Le Carreau du Temple, cerca de la plaza de la República, las vidrieras del que fue un mercado en el siglo XIX dejan pasar la luz sobre un dosel que cuelga del techo, cuyas ondas representan el Sena, y que tiene grabados de conversaciones parisinas recogidas a lo largo de más de 42 kilómetros por la artista Jeanne Varaldi.
Sumergirse allí como voluntaria, pero también como periodista, supone un día hacer de guía para los colegas de profesión que acaban de llegar o ser azafata en las ruedas de prensa en las que se abordan, por ejemplo, cómo ha conseguido París movilizar a la generación 2024.
Otros días, en cambio, toca sacar a relucir las mejores capacidades en squash o en surf de interiores – para los más valientes – en esas salidas con las que la Ciudad de la Luz en consonancia con la cita olímpica promueve nuevas disciplinas deportivas.
Ser polifacético, políglota y tener paciencia son requisitos casi indispensables para afrontar la rutina, aunque tampoco falta el humor, como demuestra el grupo de WhatsApp creado por los voluntarios donde las presentaciones personales comenzaron con analogías en las que cada uno comparaba su nombre o apellido(s) con productos, lugares o hasta personajes ficticios.
El preludio de este viaje olímpico se remonta a hace algo más de un año y exigía un único requisito: cumplimentar un formulario de más de una hora en el que, además de los datos personales del aspirante, se preguntaba, entre otras cuestiones, su disponibilidad o sus conocimientos en primeros auxilios, idiomas o las reglas de los deportes.
Aunque muchos de los voluntarios son franceses, la proporción de extranjeros es importante. «El mundo entero está aquí con nosotros para ayudarnos a realizar estos Juegos», reconoció Macron. «Bravo a vosotros. Gracias a todas y todos».
París, que se ha esforzado en que estos sean los Juegos más inclusivos de la historia, lo ha aplicado también a los voluntarios con la versatilidad de perfiles, ya que un 58% son mujeres y un 42% hombres.
El reparto por franjas de edad es prácticamente equitativo, si bien predomina con un 26% la que va desde los 18 a los 26 años. Diego y Sedra, del 2006, son los jóvenes, mientras que Wladimir y Patricia, con 81 años, los más veteranos.
Todos ellos están desperdigados por distintos puntos de la geografía francesa –incluso en Tahití, donde se desarrolla la competición de surf- durante 10 días de turnos, que se dividen entre ambos periodos olímpicos, para que todo salga a pedir de boca en este acontecimiento planetario. EFE
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