Rafah, el territorio más al sur en la Franja de Gaza, ha sido durante décadas un punto estratégico por ejercer de límite último entre Gaza y Egipto, y por su papel como punto de llegada de asistencia y puerta de salida para enfermos, heridos y viajeros.
Israel ve en ella “el último bastión de Hamás”, al que su gobierno ha prometido destruir.
Según la inteligencia israelí, sus milicianos llevan años construyendo allí una red de túneles y escondites desde la que lleva a cabo sus acciones hostiles a Israel.
Por eso se convirtió en objetivo del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que en mayo lanzó a su ejército en una operación militar sobre Rafah como parte de su intento de “destruir” a Hamás.
Pero Rafah no solo es uno de los puntos de atención de los militares israelíes.
También es el refugio de decenas de miles de palestinos que llegaron allí huyendo de la guerra en otros lugares de Gaza y un territorio de especial relevancia en el conflicto entre israelíes y palestinos y en el complejo equilibrio regional en Medio Oriente.
Una ciudad refugio
Ubicada en la parte sur de la Franja y con unos 55 kilómetros cuadrados de superficie, la localidad de Rafah fue hasta mayo el único acceso a Gaza que no estába controlado por Israel.
Tras el inicio de la guerra actual -detonada por el ataque sorpresa que lanzó Hamás contra Israel el 7 de octubre en el que murieron 1.200 personas y unas 250 fueron tomadas como rehenes, según las autoridades israelíes- Rafah se convirtió en el último refugio de más de un millón de palestinos, que han sido desplazados de sus ciudades debido a los bombardeos y la incursión terrestre de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Como consecuencia de la llegada masiva de personas, la población de Rafah aumentó de unos 280.000 habitantes, hasta situarse cerca de 1.400.000 personas. El jefe del Consejo Noruego para los Refugiados, Jan Egeland, la catalogó como “el mayor campo de desplazados del mundo”.
El potencial impacto sobre los palestinos refugiados allí y el temor a una “catástrofe humanitaria” llevaron a Estados Unidos a pedir a Netanyahu que evitara lanzar una ofensiva en la zona sin antes disponer medidas de protección para los civiles.
Sin embargo, el primer ministro israelí decidió seguir adelante con su plan, incluso cuando la Corte Internacional de Justicia falló que Israel debía detener sus operaciones en Rafah.
Rafah y lo que ocurra allí tienen una importancia que va mucho más allá de una operación local.
El “último bastión” de Hamás
Israel sostiene que en Rafah se encuentran miles de combatientes de Hamás, así como algunos de sus líderes. Al comienzo de su ofensiva en mayo cifraba en unos 4 batallones los efectivos de Hamás allí.
Hamás y su refugio en Rafah son vistos como una amenaza para los israelíes que vivien en poblaciones y asentamientos en la zona sur del desierto del Néguev.
Se estima que unos 200.000 israelíes tuvieron que abandonar sus hogares tras el inicio de la guerra con Hamás y se trasladaron a zonas más seguras, lejos de las áreas fronterizas donde podrían ser un objetivo para esta organización o su aliada en Líbano, la milicia chiita Hezbolá.
Muchas de estas personas ya habían vivido durante años bajo el acoso de los cohetes que cada tanto tiempo lanzaban desde Gaza hacia Israel, una situación que el gobierno de Netanyahu parecía tolerar por un tiempo hasta que respondía con un breve conflicto que daba pie a un nuevo cese el fuego.
La inteligencia israelí cree que algunos de los cohetes que Hamás lanza contra Israel están almacenados en depósitos ocultos en su red de túneles en Rafah, que se ha convertido en el refugio para algunos de sus máximos dirigentes.
El 26 de mayo, un ataque israelí en el campo de refugiados de Tal al Sultan acabó con Yassin Rabia y Khaled Nagar, dos de los responsables de sus actividades en la Cisjordania ocupada, en una acción que le costó la vida a decenas de civiles palestinos.
Aunque la presencia en Rafah de los dirigentes encargados de sus acciones en la alejada Cisjordania sea indicio de que el territorio se ha convertido en uno de sus lugares seguros, Frank Gardner, corresponsal de Seguridad de la BBC, advierte que no queda claro qué podría lograr Israel con su operación militar en la zona.
“Los últimos meses de devastador conflicto en Gaza no han logrado la tan esperada liberación de los rehenes. La última vez que un número significativo de rehenes salieron vivos de Gaza fue en noviembre y fue como resultado de un intercambio, cuidadosamente negociado por Qatar y Egipto”, señala.
“El ejército israelí evalúa que cuatro batallones de Hamás han sobrevivido sobre y bajo tierra en Rafah y quieren terminar el trabajo tal como se lo han planteado. Pero incluso si logra destruir estas unidades, las posibilidades de que los rehenes escapen ilesos son escasas”, agrega.
Política y alianzas en juego
Políticamente, lo que ocurra en Rafah puede afectar las negociaciones que durante meses se han llevado a cabo con Hamás, con la mediación de Qatar y Egipto, para lograr un cese al fuego, así como la liberación de algunos de los israelíes secuestrados, y de palestinos detenidos en Israel.
La evolución de la situación en Rafah puede tener también consecuencias sobre lo que suceda en el siempre delicado equilibrio de la región del Mediterráneo oriental, en la que la diplomacia estadounidense lleva tiempo impulsando una normalización de las relaciones de Israel con Arabia Saudita y otros países árabes.
Si la campaña militar iniciada tras los ataques de Hamás contra Israel del pasado 7 de octubre plantearon un obstáculo difícil de superar a esos intentos, la escalada en Rafah ha enrarecido aún más las cosas entre Israel y sus vecinos árabes
Riad ha expresado desde el inicio de las operaciones en Rafah que espera que Israel acceda a poner fin a la guerra con Hamás y se comprometa a seguir una ruta que lleve hacia la creación de un Estado palestino.
La normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudita es vista como un avance importante no solamente por sus implicaciones bilaterales, sino porque ambos países -al igual que Estados Unidos- ven con desconfianza la política de Irán en Medio Oriente y su plan de desarrollo nuclear.
Otra relación tensionada por la ofensiva sobre Rafah es la de Israel y Egipto, que fue el primer estado árabe en reconocer a Israel.
Desde el inicio del actual conflicto, el gobierno de Abdel Fattah al Sisi ha estado preocupado por la posibilidad de que el desbordamiento de la violencia en Gaza termine llevando a los combatientes y líderes de Hamás hacia el Sinaí.
El Cairo no ve con buenos ojos a los miembros de Hamás, organización que se originó como una rama de los Hermanos Musulmanes egipcios, y a quienes considera como una amenaza a su seguridad.
El temor a la penetración de Hamás desde Rafah es uno de los motivos que El Cairo alega para no abrir la frontera con Gaza y permitir la entrada de refugiados palestinos en territorio egipcio.
Más allá de la política, se encuentra el impacto de la ofensiva israelí en la situación humanitaria en Rafah.
En los últimos meses han sido numerosas las voces en la comunidad internacional que han advertido que existía el peligro de que los cientos de miles de palestinos que se refugian en esa ciudad se vieran empujados hacia la frontera con Egipto.
En Rafah opera también el grupo conocido como Yihad Islámica, aliado de Hamás en su odio a Israel y que también ha lanzado en muchas ocasiones cohetes contra su territorio.
Más gasolina en un polvorín ya en llamas: Rafah.
Texto original de BBC Mundo
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