Kiev (EFE).- Cuando se cumplen diez años del ilegal referéndum convocado por Rusia para legitimar la ocupación de Crimea, quienes huyeron entonces a la Ucrania continental miran a la tierra que dejaron atrás con una mezcla de dolor y de esperanza por la creciente frecuencia de acciones militares ucranianas para expulsar a las fuerzas rusas de la península ucraniana.
“En Crimea, la guerra a gran escala ha dado esperanza a los tártaros crimeos y al conjunto de los ucranianos de que pueden recuperarse todos los territorios”, dijo a EFE la periodista Elvina Seitbulaeva, que se marchó de Crimea en 2014 ante la ola de represión de los ocupantes rusos contra medios y activistas pro-ucranianos.
Después de ocho años de ocupación en los que Kiev limitó a los campos diplomático y jurídico sus acciones para recuperar el control sobre esta península del mar Negro, la invasión que Rusia comenzó en febrero de 2022 ha llevado la guerra también a Crimea.
“Hasta el comienzo de esta guerra sólo se hablaba de recuperar los territorios en el este, porque allí moría gente y había guerra”, afirmó Seitbulaeva en referencia al conflicto que estalló en 2014 en las regiones orientales de Donetsk y Lugansk entre los rebeldes prorrusos manejados por Moscú y el Ejército ucraniano.
Seitbulaeva, que es de origen tártaro, recuerda que la situación en Crimea fue de una calma casi total hasta que Ucrania empezó a atacar a las fuerzas de ocupación en la península cuando Rusia comenzó a utilizarla como plataforma para sus operaciones contra todo el territorio ucraniano.
“En Crimea no había guerra, sino una deportación silenciosa”, sostiene la periodista utilizando la expresión que da título a su documental sobre los atropellos que sufren los tártaros crimeos, una minoría abrumadoramente pro-ucraniana que representaba en torno al 15 % de la población de la península antes de 2014.
El retorno -con misiles y drones, pero también audaces acciones de desembarco- de las Fuerzas Armadas ucranianas ocho años después de que fueran humilladas por los soldados rusos y por residentes prorrusos en Crimea ha cambiado el estado de ánimo de quienes anhelan volver a ver ondear allí la bandera azul y amarilla.
“Vemos los ataques al puente de Kerch (construido por el presidente ruso, Vladímir Putin para unir la península con la Rusia continental) o que se destruyen buques rusos en Feodosia y esto es algo muy inspirador para mucha gente en Crimea y para los tártaros de Crimea”, señaló Seitbulaeva.
Natural de Eupatoria, en el oeste de Crimea, el abogado Boris Babin dejó la península en 2014 y forma parte de la Asociación para la Reintegración de Crimea, que monitoriza la situación de ese territorio.
“Un 80 % de la población de Crimea tiene lazos familiares, de amistad o de negocios con el resto de Ucrania”, explica a EFE Babin, que considera que “los brutales crímenes de guerra” de la invasión a gran escala han provocado un incremento del sentimiento y de la actividad antirrusos en la península.
Según el abogado, este fenómeno se ha traducido a su vez en un incremento de la represión a cualquier manifestación de apoyo a Ucrania.
Desde el comienzo de esta guerra, las autoridades ucranianas han documentado cientos de casos de procedimientos de las autoridades de ocupación rusas contra ciudadanos de Crimea por este tipo de conductas.
Ucrania calcula en más de doscientos el número de presos políticos de Crimea. La mayoría de ellos son musulmanes de origen tártaro a quienes Rusia a menudo acusa de terrorismo y radicalismo islámico.
Una exposición organizada por la Misión del Presidente de Ucrania en Crimea y por la Plataforma por Crimea recuerda estos días a los detenidos con especial atención a las mujeres que están pagando su compromiso con Ucrania con la cárcel.
Una de las historias que se cuentan en la muestra es la de la activista cívica encarcelada Irina Danílovich, que fue detenida en 2022 en Crimea poco después del comienzo de la guerra de agresión rusa mientras seguía los juicios a los perseguidos por su orientación pro-ucraniana.
“La geopolítica es algo abstracto; en toda realidad hay gente de verdad, historias de verdad”, afirma la artista que ha dibujado la historia de Danílovich, Alevtina Kajidze.
Natural de Donetsk, donde su madre vivió durante cinco años bajo la administración de los rebeldes prorrusos, Kajidze ve en lo que ocurre en Crimea un ejemplo de lo que viven muchos ucranianos en los territorios ocupados por Rusia.
“Siento un gran dolor al pensar en ellos. Es algo injusto y no puede negociarse una cesión. Esos territorios deben ser retornados a Ucrania”, enfatizó. EFE
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