Los taiwaneses empezaron a votar este sábado para elegir un nuevo presidente, que tendrá el desafío de mantener el rumbo de la democracia frente a las crecientes amenazas de China de poner fin a la autonomía de la isla.
En vísperas de la votación, China instó a los taiwaneses a tomar “la decisión correcta” si quieren evitar la guerra y describió al favorito y actual vicepresidente de la isla, Lai Ching-te, como un peligroso “separatista”.
Los casi 18.000 colegios electorales repartidos por este territorio de 23 millones de habitantes abrieron a las 08:00, hora local, y cerrarán a las 16:00 para estos comicios a una sola vuelta.
Por la noche deben conocerse los resultados, que se seguirán de cerca desde China y desde Estados Unidos, principal sostén y proveedor de armas de la isla.
“Es bueno que todo el mundo pueda venir a votar y ejercer su derecho de ciudadano”, dijo a la agencia de noticias AFP Eve, una votante de 27 años.
Tres hombres aspiran a ser el sucesor de la presidenta Tsai Ing-wen, cuyo mandato iniciado en 2016 ha estado marcado por la creciente presión diplomática, económica y militar de Beijing.
Además de Lai, del Partido Progresista Democrático (PDD) en el poder, se postulan el ex policía Hou Yu-ih del Kuomintang (KMT), partidario de mantener el statu quo con China, y Ko Wen-je, líder del pequeño Partido Popular de Taiwán (PPT).
Taiwán y China continental están separados de hecho desde 1949, cuando las tropas comunistas de Mao Zedong derrotaron a las fuerzas nacionalistas, que se refugiaron en la isla e impusieron una autocracia que mutó en democracia en los años 1990.
China nunca dejó de proclamar su intención de “reunificar” el país, por la fuerza de ser necesario. El mismo viernes, su ejército prometió “aplastar” cualquier intento de “independencia” de Taiwán, situada a apenas 180 km de sus costas.
Los resultados se seguirán de cerca desde China y desde Washington -principal aliado y proveedor de armas de la isla.
¿Victoria pero sin mayoría?
La animada campaña electoral cerró el viernes con mitines de los tres partidos en Taipéi que reunieron a cientos de miles de personas.
“Después de ser elegido presidente, continuaré por el camino de la democracia y la paz”, prometió Lai, cuyo partido PPD considera esta isla como un Estado independiente de facto.
Su principal oponente Hou Yu-ih del Kuomintang reprocha a Tsai y Lai estas posturas soberanistas que contrarían a China y aboga por estrechar lazos con Beijing.
Frente a estos dos partidos que se han alternado el poder desde el inicio de la democracia taiwanesa, el pequeño PPT se abrió paso como una “tercera vía”.
Además de escoger presidente, los taiwaneses deben renovar su Parlamento.
La estricta ley electoral de Taiwán impide la publicación de sondeos en los diez días previos a los comicios y también prohíbe a los medios preguntar a los votantes por qué papeleta se decantaron.
Los analistas apuntan que Lai, de 64 años, ganará la presidencial, pero que su partido puede perder la mayoría en la cámara de 113 escaños.
“Espero que la próxima administración lo haga tan bien como la actual”, dijo una jubilada de apellido Liu, de 70 años, en el mismo colegio donde votará la presidenta saliente Tsai en New Taipei City.
Territorio estratégico
La isla es clave para la economía mundial, tanto por su posición estratégica entre el mar de China Meridional y el océano Pacífico como por su puntera industria de semiconductores, componentes indispensables en la fabricación de teléfonos, autos o misiles.
En los últimos años, China aumentó la presión militar sobre el territorio, lanzando periódicamente maniobras a gran escala que suscitaron temores de una eventual invasión.
También intensificó su campaña diplomática para aislar a Taiwán, ahora reconocida oficialmente por 13 Estados después de que países como Honduras o Nicaragua rompieran relaciones con Taipéi para establecerlas con Beijing.
El estatus de Taiwán es uno de los asuntos más espinosos de la rivalidad entre China y Estados Unidos, que compiten por la influencia en esta región estratégica.
Washington instó a Beijing a no interferir en las votaciones y a abstenerse de ejercer “más presión militar o acciones coercitivas” tras los resultados. (AFP)
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