Los desechos plásticos que contaminan los ríos de nuestro planeta no solo representan un problema estético o material. Un estudio reciente, en el que participó la Universidad de las Illes Balears, revela que estos residuos pueden convertirse en incubadoras de organismos potencialmente dañinos para la salud humana.
Este hallazgo abre una nueva dimensión en nuestra comprensión de la contaminación por plásticos: no solo transportan y dispersan a estas comunidades microbianas, sino que también proporcionan el entorno necesario para que proliferen.
La investigación, publicada en la prestigiosa revista Microbiome, destaca cómo los plásticos en proceso de degradación son especialmente propensos a albergar microorganismos patógenos, así como genes de resistencia a los antibióticos. Estos plásticos liberan compuestos orgánicos que actúan como nutrientes, potenciando el crecimiento microbiano en comparación con los plásticos nuevos. El estudio llevado a cabo en el río Sowe (Reino Unido) es un claro ejemplo de cómo los materiales sintéticos descartados pueden tener implicaciones directas en la salud pública y la biología de los ecosistemas acuáticos.
El equipo investigador observó que entre los patógenos presentes en el plástico, había una predominancia de Pseudomonas aeruginosa, Acinetobacter y Aeromonas, conocidas por su capacidad para infectar a individuos con sistemas inmunológicos debilitados. Estas ‘bacterias oportunistas’, al encontrar un nuevo nicho en los plásticos degradados, plantean un riesgo emergente no sólo para la salud humana sino también para la fauna que interactúa con estos residuos.
A medida que el plástico envejece en nuestros ríos, su potencial para albergar y promover comunidades microbianas peligrosas se incrementa. La presencia de Pseudomonas aeruginosa en plásticos envejecidos es particularmente alarmante. Esta bacteria es conocida por causar infecciones severas en hospitales y es notoria por su resistencia a múltiples fármacos, lo que representa un claro ejemplo de las amenazas que la contaminación por plásticos puede esconder.
La degradación del plástico no solo afecta su integridad física, sino que también altera su interacción con los microorganismos, creando un entorno más propicio para aquellos que son resistentes a los tratamientos antimicrobianos actuales.
Además, la investigación pone en evidencia que los ríos cercanos a instalaciones de tratamiento de aguas residuales pueden ser puntos críticos para la propagación de estos contaminantes biológicos. La monitorización y el control de los efluentes tratados se vuelven entonces herramientas esenciales para mitigar el riesgo de que los plásticos actúen como vectores de enfermedades.
Estos descubrimientos nos obligan a reflexionar sobre el impacto a largo plazo de la contaminación por plásticos en los ecosistemas acuáticos y en la salud pública, subrayando la necesidad de adoptar estrategias más efectivas para la gestión de residuos y para la protección de nuestros ríos.
Además, es imprescindible intensificar los esfuerzos en la educación ambiental y en la implementación de políticas de gestión de residuos más efectivas. Reducir la entrada de plásticos a nuestros ríos es una medida preventiva crucial. Al mismo tiempo, se deben promover prácticas de reciclaje y reutilización que disminuyan la producción de nuevos plásticos y, por consiguiente, su potencial degradación y transformación en focos de infección.
La contaminación por plásticos es una realidad compleja y multifacética que afecta no solo el medio ambiente sino también la salud pública a nivel global. En este sentido, el estudio es un llamado a la acción para abordar este problema desde una perspectiva holística y multidisciplinaria, combinando esfuerzos desde la ciencia, la política, y la conciencia social.
Texto original publicado en National Geographic
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