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Apagones en Medio de la Improvisación, Ineficiencia y las Taras Políticas

Wilson Araque
Universidad Andina Simón Bolívar
domingo, noviembre 5, 2023
Definitivamente, desde hace más de cinco años, el olvido al sector eléctrico ha sido la constante, a pesar de saber que, entre octubre y marzo, el estiaje se presenta y, ante ese escenario, no se regresó a ver a las termoeléctricas ni a las fuentes renovables no tradicionales; más bien, la politización del sector ha sido la constante
Tiempo de lectura: 5 minutos

 

Solo en el Ecuador puede suceder que un Ministro de Energía, en entrevista radial diga parafraseando: los apagones se dan porque así es la vida y, tal como con el covid-19, es algo que no se podía prever; lo cual, como es obvio, genera indignación total, ya que, proactivamente, se pudo actuar; pues, los técnicos en electricidad ya lo vaticinaban y poco o nada se hizo, más bien es una irresponsabilidad gubernamental que, ahora, todos los 17 y más millones de ecuatorianos tendremos que pagarla de formas distintas; complicando, así, la recuperación de un país que a gritos necesita producción y empleo que, al ritmo que se va -sin electricidad-, seguirá siendo una ilusión de eterno cumplimiento.

Esta emergencia eléctrica –“en el país de la improvisación” (muy bien denominado por el periodista Gonzalo Ruiz)- , expresa la necesidad urgente de tener planes sectoriales de largo plazo por líneas temáticas de acción prioritaria, una de ellas, por supuesto, es el tema de la energía eléctrica que, entre la seguridad del abastecimiento y la contribución, con opciones alternativas, al combate al cambio climático, se vuelve vital, más aún, si la explosión digital para que funcione la requiere como recurso básico; ya que si no se tiene excelente conectividad y excelente y permanente electricidad la digitalización, tan cacareada por el actual gobierno, será un simple cuento que, al final -como factor negativo adicional-, le resta, por un lado, competitividad al país para enfrentar los desafíos de un mundo en permanente y disruptivo cambio y, por otro, atractividad al Ecuador para que vengan capitales de fuera -de nacionales y/o extranjeros- y, con ello, se pueda generar producción y fuentes de trabajo digno.

Ahora, claro, esta situación se complicó aún más cuando, por la muerte cruzada, la cruzada de brazos empezó a predominar; estancando, de esta forma, la solución de los problemas nacionales bajo el discurso que la culpa es de los gobiernos anteriores y de las trabas que, cuando estuvo viva, se impusieron desde la Asamblea Nacional. Cuando, un buen gobernante, independientemente del contexto histórico que tuvo que heredar al asumir el mandato y, también, de las complicaciones que le fueron apareciendo en el camino, debe hasta el último minuto de gobierno enfrentar con inteligencia, eficiencia y proactividad los contingentes que vayan apareciendo.

En el caso de los apagones, más bien, da la impresión que estuvieron esperando y rogando que, la puesta de su ejecución, se alargue para que la responsabilidad caiga en los hombros del nuevo gobierno; pero los cálculos y ruegos fallaron y, al final, tuvieron que asumir el costo político pesado de enfrentar, apuradamente, una situación que se pudo prevenir.

Esa prevención tiene que ver con el mantenimiento a tiempo de las centrales termoeléctricas, el impulso de energías renovables no tradicionales –viento, sol y calor interno de la tierra (geotérmica)– y, por supuesto, quitándose las taras políticas e ideológicas que, bajo la creencia equivocada de hacer quedar mal a gobiernos anteriores, en lugar de impulsar soluciones para mantener y potenciar lo que se construyó en épocas pasadas, lo que ha predominado, en los últimos gobiernos, es dejar abandonadas esas obras para que fracasen y, con ello, bajo la actitud de la excusitis, encontrar la culpa en los gobernantes de períodos anteriores.

Recordando la historia de los apagones ecuatorianos más recientes, lo ocurrido en 1992 y 2009 es diferentes en cuanto a la magnitud de los efectos; pues, ahora, con la explosión digital de los últimos casi 4 años -presionada por la pandemia- la necesidad de electricidad es mayor, ya que, en la actualidad, los aparatos de soporte y las actividades que se hacen sobre la base de medios de comunicación digital necesitan -como requisito básico- de la electricidad para que funcionen. Por lo tanto, la conectividad digital más la electricidad son clave para evitar que el país, en tiempos actuales, se paralice.

De ahí, con las tinieblas encima hay que preguntarse, como dice la canción: ¿Qué cosas suceden con el apagón?; teniendo como respuestas, por ejemplo:

Se incrementan los costos operativos por el uso de dispositivos alternativos -como centrales con diésel- para autogenerar energía y, también, para proteger los aparatos y equipos habrá que gastar en instrumentos para afrontar los cambios drásticos de voltaje y, con ello, evitar que se destruyan.

También, aumentarán las pérdidas porque la producción y el comercio funcionarán de forma intermitente y, de esa manera, las dificultades y obstáculos productivos presionarán a que suban los costos y disminuyan los ingresos por las entregas incumplidas; ocasionando, en determinados casos, incluso, la pérdida de puestos de trabajo.

En materia de inseguridad, en cambio, será positivo para los delincuentes, ya que, en las horas nocturnas, las tinieblas serán grandes aliadas para cometer sus fechorías y, así, el miedo de la población irá en crecimiento.

Los costos de compra a países como Colombia significará llegar al pago de más de 50 centavos el kilovatio hora, lo que, para las finanzas públicas, significa un desembolso adicional ocasionado por la improvisación en materia energética que, a pesar del decreto 238 -octubre 2021- del gobierno actual para priorizar al sector, no fue atendida proactivamente. Incluso -de acuerdo a Hugo Arcos, Jefe del Departamento de Energía Eléctrica de la Escuela Politécnica Nacional (EPN)-, en febrero de 2023, en un evento académico organizado por la EPN -donde, también, estuvieron presentes funcionarios públicos del sector- ya se predecía lo que se venía y, a pesar de esas alertas, nada se hizo.

Y, por supuesto, esto que ha ocurrido en este 2023, presionará a que crezca la incertidumbre dentro de una economía que, ya con hechos, podría, en el futuro, paralizarse por la inseguridad energética que, lamentablemente, no se priorizó en los últimos años que, de acuerdo a los especialistas, desde hace seis años la demanda ha crecido en más de 1000 megavatios y que, incluso con el vaticinio de que el fenómeno del Niño golpearía fuerte este 2023, poco o nada se hizo para amortiguar los efectos negativos en el aprovisionamiento de energía eléctrica y, así, evitar las pérdidas millonarias que tenemos que afrontar todos los ecuatorianos.

Definitivamente, desde hace más de cinco años, el olvido al sector eléctrico ha sido la constante, a pesar de saber que, entre octubre y marzo, el estiaje se presenta y, ante ese escenario, no se regresó a ver a las termoeléctricas ni a las fuentes renovables no tradicionales; más bien, la politización del sector ha sido la constante, contratando a personas poco técnicas y, en varios casos, interesadas únicamente en ver cómo sacan tajada personal y/o para los grupos políticos y/o económicos a los que representan.

Finalmente, pensando en el futuro -como nuevo espacio de acción prioritaria para el nuevo gobierno de Daniel Noboa-, resulta fundamental tener, con la participación de multiactores, un plan de seguridad energética más todo un conjunto de cambios a la legislación y regulaciones actuales y, así, generar espacios de acción integrada entre el sector público y privado que, pensando en el mediano y largo plazo, encuentren soluciones para que la generación de energía eléctrica sea una potente fortaleza que apalanque el crecimiento económico y, sobre todo, ayude a combatir las causas del cambio climático que, como se evidencia con hechos, es una realidad.

¡Esperemos que haya cambios, ya que la ESPERANZA es lo único que no se debe perder para salir adelante como país. Ya que, un Ecuador MEJOR, sí es posible si todos nos UNIMOS!

 

 

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