El país espera el debate presidencial entre los dos candidatos que más votos obtuvieron en la primera vuelta electoral de agosto pasado, de cara al balotaje (ballottage) o segunda vuelta del próximo 15 de octubre, cuando elijamos presidente de la república para un corto e inusual período entre diciembre de 2023 y mayo de 2025. Luisa González (Revolución Ciudadana) y Daniel Noboa (Alianza ADN), se medirán cara a cara y confrontarán sus discursos ante la ciudadanía. Veremos a los candidatos fuera de su zona de confort, al margen de un reel o un tiktok, sin música y apeados de la tarima. Este debate puede ser determinante para la decisión final en las urnas.
La figura del debate se ha posicionado bastante en el ámbito educativo para tasar la preparación, capacidad de reacción, astucia e inteligencia de los debatientes y sus equipos; práctica saludable que es usual también en la política, lo que puede fortalecer la democracia cuando se da en contextos electorales. La práctica internacional muestra diferentes modalidades de debate, entre ellas, el formato de Karl Popper, el formato de Lincoln-Douglas, el debate legislativo (Jewsup), el formato de Mock Trial, el formato del Parlamento Británico, o el debate de foro público. Los hay para todos los gustos.
Debate es una discusión o comunicación formal y seria sobre los temas escogidos, una suerte de competencia de aptitudes, ocasión inmejorable para presentar argumentos sólidos en defensa de determinada posición o manera de ver las cosas. Es de esperar que luego del debate presidencial -entendido como un espacio esclarecedor acerca de los debatientes-, los votantes contaremos con elementos suficientes para entender el pensamiento propio e intereses de los candidatos, la factibilidad de sus ideas y propuestas, así como sus fortalezas y debilidades o limitaciones. El debate también es educador para los ciudadanos, porque permite conocer distintas posturas que pueden empatar o no con sus ideas propias, lo que produce enriquecimiento individual.
El debate presidencial programado girará en torno a cuatro ejes amplios: económico, seguridad, social, político. Ocho preguntas de un banco de cuarenta elaboradas por el Comité Nacional de Debates, servirán para profundizar en los ejes. La conducción del debate debe ser ecuánime, sin favoritismos, capaz de garantizar que el mismo se desarrolle dentro de un tono de respeto, con altura y perspectiva crítica e ilustrativa, antes que propagandística y confrontativa.
Por el bien del país el debate presidencial debe ser fructífero y, necesariamente ha de continuar más allá del espacio de los medios y las redes sociales. Debe, además, situar ideas orientadoras de los candidatos, tanto con enfoque integral o sistemático, como específico para cada eje y los asuntos que involucre -no solamente mirar el bosque en conjunto, sino también los árboles en su individualidad-, con el propósito de profundizar los mismos aportando nuevas miradas y perspectivas útiles para la decisión final en las urnas, por una democracia más sólida y un país caminando al progreso.
Texto publicado en El Telégrafo
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