Antes de ser legislador y candidato presidencial en Ecuador, cargo en el que murió brutalmente baleado a los 59 años el pasado 9 de agosto, Fernando Villavicencio era uno de los periodistas de investigación más destacados del país.
Apodado ‘Don Villa’, produjo un asombroso número de investigaciones –se dice que hasta 260– que sacaron a la luz fraudes multimillonarios y contribuyeron a la condena de altos funcionarios, incluido el expresidente Rafael Correa (2007-2017).
Al mismo tiempo, algunos de los métodos de Villavicencio se apartaron de las prácticas periodísticas habituales. A la vez que elaboraba reportajes rigurosamente investigados y respaldados por pruebas, mantenía su activismo junto con el periodismo. Su carrera fue una mezcla única de periodismo y política, hasta que finalmente decidió dedicarse plenamente a esta última. Estos rasgos le hicieron especialmente vulnerable a la persecución del gobierno de Correa, lo que le costó años de exilio.
LatAm Journalism Review (LJR) habló con académicos de la comunicación, antiguos colegas y amigos periodistas de Villavicencio en Ecuador para reflexionar sobre su carrera periodística y la persecución que sufrió. Sus logros ponen de relieve el potencial, los retos y los dilemas del periodismo en Ecuador. A pesar de su enfoque poco convencional, los meticulosos reportajes de Villavicencio y su indomable valentía le granjearon la admiración de los periodistas de Ecuador y de otros países.
“Puedes revisar las investigaciones publicadas por él y son absolutamente rigurosas. Hay una línea argumental muy clara. Él tiene su estilo, pero creo que cada periodista tiene su estilo, y eso para nada invalida su trabajo”, dijo a LJR Juan Carlos Calderón, redactor jefe de la revista Plan V y amigo y colega de Villavicencio. “Cuando él decide ser político, eso ya casi en el otoño de su carrera. Conversamos una vez cuando estaba de diputado y me dijo: ‘Mira, en el fondo del corazón, yo sigo siendo periodista. Pero ya no hay vuelta atrás’”.
Del sindicalismo al periodismo
La carrera de Villavicencio en la comunicación comenzó a los 17 años como locutor de un programa de cultura latinoamericana en Radio Tarqui. Allí permaneció ocho años, y ya hacía reportajes sobre corrupción. Por esa misma época, a principios de los años 80, se matriculó en Periodismo en la Universidad Central de Ecuador, donde militaba en una organización trotskista. Abandonó los estudios antes de terminar la carrera, aunque más tarde, en 2007, obtendría otra en una universidad privada más pequeña.
En 1995, Villavicencio ayudó a fundar Pachakutik, un movimiento político de tendencia indígena. Ese mismo año, empezó a trabajar en el departamento de comunicación de la empresa petrolera estatal del país, Petroecuador. Rápidamente se involucró en el movimiento obrero, llegando a ser dirigente de la Federación de Trabajadores Petroleros (Fetrapec), donde permaneció hasta 1999.
Esta experiencia fue fundamental cuando regresó al periodismo. Durante su etapa en el sindicato, Villavicencio conoció a fondo el sector petrolero, incluidos sus casos de corrupción, e hizo numerosos contactos. Antes era fuente de información para otros periodistas, y ahora es él quien publicaba las denuncias.
“Fernando siempre trató muchos temas relacionados con la corrupción a nivel estatal, sobre todo de las petroleras, porque él antes de ser periodista fue sindicalista en Petroecuador. Entonces tenía contactos sólidos que le daban información”, dijo a LJR Tania Orbe, periodista y profesora de periodismo cuya familia era amiga de la familia de Villavicencio.
Martha Roldós, quien inicialmente sirvió como fuente para Villavicencio cuando era legisladora de oposición y más tarde se convirtió en su colega en el sitio web Periodismo de Investigación, concuerda.
“Fernando era una persona con una enorme cantidad de fuentes, uno de los periodistas con más fuentes en todo Ecuador”, dijo Roldós a LJR. “Las fuentes se multiplicaban porque sabían que era un camino certero. Fernando era probablemente uno de los caminos más fiables para hacer denuncias en Ecuador”.
Investigador nato
Estas revelaciones se convertirían en el sello distintivo de su carrera. Villavicencio destapó numerosos casos de corrupción en sectores estratégicos y publicó sus hallazgos en medios como la desaparecida revista Vanguardia, el diario El Universo y plataformas en línea como Plan V, Milhojas y Focus. También es autor o coautor de 11 libros.
Su primera gran investigación en 2008, conocida como el caso Palo Azul, acusaba a la petrolera brasileña Petrobras de causar un “perjuicio financiero masivo al país”. Villavicencio hizo estas acusaciones como miembro de una comisión de expertos petroleros y posteriormente las publicó en la revista Vanguardia y en su libro “Ecuador: peaje global”, donde documentó ampliamente el caso.
Otro caso fue el caso de la Refinería de Esmeraldas, en el que hubo acusaciones de contratos inflados y trabajos mal hechos. Esto habría llevado a que la reparación costara más del doble de las estimaciones originales, en lo que resultó ser una estafa multimillonaria.
En el caso PetroChina, detallado en el libro “Ecuador Made in China”, Villavicencio acusó a la empresa de falta de transparencia en los contratos y de imponer condiciones desfavorables a Ecuador, incluidas acusaciones de corrupción. Según su reportaje, el país perdió entre US 2 y 4 dólares por barril exportado.
En 2013, él y Belén Palma publicaron “El expediente Chevron” en Plan V, detallando 50 años de relación de Chevron con Ecuador y exponiendo las contradicciones del gobierno de Correa. El escándalo de los Ina Papers de 2019 vinculó a empresas offshore con el entonces presidente Lenín Moreno, junto a sus socios y familiares.
Junto a Christian Zurita, uno de sus socios más cercanos y su sucesor en la carrera presidencial, Villavicencio también destapó en 2019 el caso Arroz Verde o Sobornos 2012-2016 en los portales digitales de noticias Mil Hojas y La Fuente. La investigación reveló aportes de varias empresas multinacionales, entre ellas el gigante brasileño de la construcción Odebrecht, y el movimiento Alianza PAIS, liderado por el expresidente Correa, durante la campaña electoral de 2014.
Villavicencio sacó a la luz muchos otros casos, como el de Coca-Codo Sinclair, contratos de telefonía móvil y contratos de almacenamiento de gas. También fue uno de los periodistas más centrados en investigar la infiltración del narcotráfico en el Estado ecuatoriano. Su trabajo le valió varios reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional Jorge Mantilla Ortega y una mención internacional en la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación (COLPIN) 2018. Los contratos irregulares que denunció sumaron miles de millones de dólares estadounidenses.
“Sobre todo, investigó grandes contratos con el Estado y corrupción. Estimo que, como periodista, él habrá denunciado robos al Estado por más de US $10.000 millones, y no estoy exagerando”, dijo Calderón, de Plan V.
Muchas de estas denuncias dieron lugar a acciones judiciales y detenciones, incluidas las de altos funcionarios del sector petrolero. El caso Odebrecht también dio lugar a condenas, y en el caso “Arroz Verde”, el propio expresidente Correa fue condenado en 2020 mientras se encontraba exiliado en Bélgica.
Dura persecución
Según Calderón, una de las prácticas peculiares de Villavicencio era no sólo publicar sus hallazgos en los casos más sonados, sino también presentarlos formalmente ante el Ministerio Público.
“Aunque esta es una práctica que a veces se ve en América Latina, yo personalmente no la comparto. Sin embargo, su objetivo era evitar la impunidad, especialmente considerando las falencias del sistema de justicia ecuatoriano ante el poder establecido. Se enfocaba en denunciar delitos de cuello blanco y creía que, si no llevaba estos casos a la justicia, todo su esfuerzo sería en vano”, dijo Calderón.
Sin embargo, las revelaciones de Villavicencio no vinieron sin un precio. Desde que publicó el caso Palo Azul en 2008, cuando fue demandado por difamación por Correa, se enfrentó a una implacable persecución legal e intimidatoria.
En mayo de ese mismo año, fue secuestrado por unos enmascarados que buscaban documentos; le robaron el ordenador y el coche. Las amenazas de muerte, que le acompañarían hasta el final de su vida, ya ocurrían en aquel momento. El crimen sigue sin resolverse del todo; como tenía muchos enemigos, es difícil señalar al autor intelectual.
A partir de 2010 comenzó la fase más severa de la persecución judicial a Correa. El Plan V la describió como “más de siete años de persecuciones, dos exilios y acoso juicial, político y seguimiento de inteligencia nunca antes vistos”.
Tras una sublevación policial en septiembre de 2010, Villavicencio, que entonces trabajaba como asesor del legislador Cléver Jiménez, presentó una denuncia ante el Fiscal General y pidió que se investigara a Correa por presuntos crímenes de lesa humanidad.
La demanda fue finalmente declarada “maliciosa y temeraria”, lo que dio lugar a acciones legales contra él. En marzo de 2014, un tribunal lo condenó a 18 meses de prisión, junto con una multa de 141.000 dólares y la exigencia de una disculpa pública.
Entre 2009 y 2013, Villavicencio compaginó sus actividades periodísticas, publicando artículos críticos con el Gobierno en Plan V, con su función de asesor parlamentario. Organizaciones como Fundamedios y el Comité para la Protección de los Periodistas consideraron su condena como una represalia tanto por sus actividades periodísticas como políticas.
Un episodio particularmente grave de persecución estatal ocurrió la noche del 26 al 27 de diciembre de 2013, cuando la policía allanó la casa de Villavicencio en Quito, donde estaban su esposa y sus dos hijos pequeños. Todos sus dispositivos y documentos fueron confiscados.
“Era un tema muy serio. Prometió seguir luchando hasta que los culpables fueran llevados ante la justicia. Recuerdo el terror que le causó, sobre todo a su hijo pequeño. Creo que le cambió profundamente y le causó mucha angustia”, dijo Calderón.
Ante la persecución, Villavicencio viajó a Washington D.C. para solicitar medidas cautelares contra su detención a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que le fueron concedidas en marzo de 2014. Sin embargo, a su regreso a Ecuador, ya se habían emitido órdenes de detención, lo que le obligó a esconderse entre el pueblo sarayacu en la selva amazónica.
El gobierno siguió presionando a Villavicencio, incluso haciendo incursiones en la selva para capturarlo, hasta que su condena expiró en marzo de 2015. Después, se le prohibió salir del país y se incautaron sus libros y comunicaciones. A través de su esposa, tuvo que pagar casi US $50.000 a Correa para evitar la confiscación total de sus bienes. Se puso en marcha una campaña pública de recaudación de fondos para reunir el dinero.
En 2016, un juez ordenó de nuevo su detención por el presunto uso de correos electrónicos pirateados en una investigación sobre supuesta corrupción en Ecopetrol. Se refugió en Lima (Perú) hasta septiembre de 2017, cuando el sucesor de Correa, Lenín Moreno, alivió la presión y le permitió regresar a Ecuador.
Lazos peligrosos
Si bien la mezcla poco convencional de periodismo y política que mantuvo Villavicencio levantó cejas, otros periodistas ecuatorianos respaldan su trabajo, asegurando que sus denuncias fueron rigurosamente investigadas.
“Aunque las formas podrían no agradar a todos, lo importante era el contenido, la información. La información que él revelaba provenía de fuentes oficiales y era completamente válida. Muchas personas dentro del propio gobierno le pasaban información. Eso era lo más importante, y por eso decidí continuar trabajando con él. Tuve que sopesar dos cosas: por un lado, las formas y, por el otro, el contenido. Y el contenido era lo más crucial”, contó a LJR Marlon Puertas, director del medio de comunicación La Historia. Ambos colaboraron en el portal Focus, lanzado mientras Villavicencio se encontraba en la selva amazónica.
Todos los periodistas consultados coinciden en esta apreciación. Según ellos, la calidad de los reportajes de Villavicencio no se vio mermada por su continuo coqueteo con la política, aunque eso no significa que la relación estuviera exenta de conflictos.
“Teníamos ciertas diferencias especialmente en lo que se refiere al enfoque del periodismo. Mi formación está en el periodismo tradicional, y por eso a menudo discutíamos y discrepábamos. Fernando sostenía que los tiempos del correísmo requerían un tipo de periodismo especial, casi subversivo. Cuando le pregunté qué quería decir con eso, me explicó que había que presentar las cosas tal como son. A él no le preocupaba tanto seguir los parámetros convencionales de la profesión”, explicó Puertas.
El declive del panorama periodístico ecuatoriano, debido principalmente a la presión gubernamental, explica en parte esta alineación con la política, según la periodista y profesora Saudia Yaniré Levoyer.
“Cuando hay mucha presión en la prensa, la prensa o investiga más o se calla. Aquí, hubo muchos años en que la prensa, en lugar de callarse, siguió investigando, lo que hizo que la situación fuera más difícil. Con la crisis del país y la crisis de los sistemas mediáticos, muchos periodistas, especialmente los más experimentados, fueron expulsados y empezaron a buscar otros espacios para publicar”, afirmó a LJR.
Según ella, esta cercanía a la política generó vulnerabilidades: Correa aprovechó las inclinaciones políticas de los periodistas críticos para atacar a la prensa en general.
“Durante el gobierno de Correa, a los periodistas que eran considerados líderes de opinión, o que estaban siempre debatiendo en redes o en medios de comunicación, él los etiquetaba como ‘prensa corrupta’. Mezclaba lo que es opinión con lo que es información. Cuando algo no le gustaba al gobierno, decía ‘ahí están los periodistas corruptos’. Esto ha sido también una vulnerabilidad”, explicó Yaniré Levoyer.
El camino político
En las elecciones de 2017, Villavicencio intentó postularse a la presidencia, pero fue inhabilitado por el Consejo Nacional Electoral (CNE). Para entonces, su activismo se reforzaba. La transición culminó en las elecciones de 2021, cuando fue elegido legislador por la Alianza Honestidad.
Sus amigos creen que Villavicencio se sintió obligado a ampliar sus denuncias a una esfera en la que pudieran ejercer una influencia más amplia.
“La última vez que estuvo en mi casa, le preguntó a mi esposo, Iván Flores, si se lanzaba a la presidencia en 2018. Mi esposo no estuvo de acuerdo, porque Fernando siempre ha estado amenazado de muerte y perseguido”, dijo Tania Orbe, sugiriendo que una candidatura de este tipo intensificaría tales amenazas.
La periodista y profesora reflexionó sobre las implicaciones para quienes contemplan esta trayectoria.
“Pasar del periodismo a la política es bastante fácil. De hecho, los políticos siempre nos llaman para asesorarles porque los periodistas sabemos cómo generar, contextualizar y verificar información. Sin embargo, volver del ámbito político al periodismo y mantener la credibilidad es más complicado. Algunos lo intentan, especialmente si no ganan elecciones o no mantienen puestos públicos, pero ya no tienen la misma credibilidad que antes”, afirmó Orbe.
Según Juan Carlos Calderón, Villavicencio intuía que su destino estaba en la política.
“Es lo mismo que le han preguntado a Cristian Zurita ahora. Cristian tiene una respetable carrera profesional y decidió asumir esta cuestión, jugándose por la lealtad a su amigo y siguiendo como el candidato. Él no buscó esto, y creo que Fernando tampoco buscó ser político”, dijo Calderón.
Villavicencio deja tras de sí un legado periodístico que constituye una lección de valentía, competencia e ímpetu.
“En el balance de la vida de Fernando, hay que destacar su valentía para enfrentarse a las mafias más poderosas, algo que lamentablemente le costó la vida”, dijo Marlon Puertas. “La valentía que demostró sirve como un ejemplo para aquellos de nosotros que seguimos en el campo del periodismo. Me gustaría que se le recuerde principalmente por su coraje al enfrentarse a las estructuras criminales y políticas más peligrosas, sin importarle las consecuencias”.
(Foto de banner: Cortesía Plan V)
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