El perico cachetidorado (leptosittaca branickii) y el loro orejiamarillo (ognorhynchus icterotis) tendrán un nuevo reducto en la ‘Montaña de Luz’ de Ecuador, un espacio donde la comunidad ha sembrado más de 300 palmas de cera, hogar de esas pequeñas aves, que están en la ‘lista roja’ a raíz -entre otras razones- de la tala de esos árboles en distintas partes del país.
Caracterizada por su lento crecimiento, la palma de cera requiere más de 80 años para iniciar su ciclo reproductivo y puede superar los 200 años de edad. Su población está presente en bosques maduros y secundarios, y provee de alimento a través de sus frutos a tucanes, pavas de monte y loros, entre otras aves, así como a mamíferos como armadillos, osos, venados, pecaríes, roedores y primates, según el Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica.
Pero también es el hogar del perico cachetidorado, que según la lista roja de aves de Ecuador 2022, se encuentra en peligro; y del loro orejiamarillo, que para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) está en categoría vulnerable, y en la lista roja de aves de Ecuador 2019 en categoría críticamente amenazado.
A fin de recuperar sectores afectados por la reducción paulatina de palmas de cera, el Ministerio ha reforestado desde 2012 siete hectáreas en los cantones de Pallatanga y Colta, en la provincia de Chimborazo, y también hay palmas de cera en Loja y Zamora Chinchipe, entre otras.
Y ahora, en lo alto de lo que antes fue una loma agreste, convertida hoy en la ‘Montaña de Luz’, en la provincia de Imbabura, se visualizan a lo lejos las ramas de cientos de palmas de cera, una especie que se encuentra en estado vulnerable, según el Libro Rojo de las plantas endémicas del Ecuador.
«Hace unos poquitos años todavía estaban pequeñas, y vemos que han tomado un ritmo acelerado de crecimiento. Ahora ya las vemos de casi tres metros de alto», aseguró a EFE Carlos Merizalde, exdirector de Cooperación Internacional del Geoparque Imbabura, en la Prefectura de esa provincia.
El experto no dudó en mostrar su optimismo por los futuros resultados de la siembra: «Es fantástico porque muy pronto seguramente estarán por aquí visitándonos familias de loros».
«Este ambiente es el propicio para que la biodiversidad venga y se asiente nuevamente», señaló en la ‘Montaña de Luz’, que hasta hace unos seis años era un monte lleno de matorrales y que se ha transformado en un «laboratorio vivo» con unas 30.000 plantas sembradas de diferentes especies y variedades, sobre unas 40 hectáreas en la localidad rural de Pablo Arenas.
Para Merizalde, además de un atractivo natural y turístico, la ‘Montaña de Luz’ será «un reducto, un hogar de fauna y flora» en Imbabura, y donde se hable de desarrollo sostenible y conducta ambiental.
«Ejemplos como estos de ‘Montaña de Luz’ seguramente nos van a dar ese impulso para retomar e incentivar a la conservación y el cuidado de este tipo de especies», dijo en un entorno flanqueado por las palmas de cera en crecimiento.
Merizalde recordó que el Ministerio de Ambiente despliega cada año una campaña para que la gente no utilice las palmas de cera en la celebración cristiana del Domingo de Ramos, en Semana Santa.
«Ha sido una mala costumbre de la comunidad el talar las palmas y descabezarlas para sacar los ramos y venderlos en las comunidades», anotó al agregar que también se las solía usar con frecuencia en las ceremonias religiosas, en la elaboración de saumerios y para curar el «mal aire» (malas energías).
La autoridad ambiental ecuatoriana propone alternativas sobre el uso de ramos elaborados con otros elementos (hojas de laurel, maíz, paja, arrayán, ciprés, cedrón, bambú, sigse, flores ornamentales, entre otros) sin perder la tradición religiosa.
Además, se ha capacitado a miles de voluntarios para apoyar en el control del comercio ilegal de palma de cera en Ecuador, donde el código penal sanciona a quienes extraen, comercializan o transportan especies silvestres con multas económicas y hasta con tres años de prisión.
Pero más allá de lo punitivo, Merizalde valora, sobre todo, el interés de particulares por crear una «nueva cultura de respeto hacia la naturaleza», y de pensar en el presente con una perspectiva de futuro, con inversiones propias y la participación activa de la comunidad, como en la ‘Montaña de Luz’. EFE
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