España vivió el domingo una auténtica noche de infarto, con numerosas vuelcos a medida que iba avanzando el recuento de los votos en una de las elecciones más insólitas y polarizadas que se recuerdan. Contrariamente a lo anticipado por los sondeos, se produjo una dura lucha por la victoria entre el candidato del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo y el presidente socialista, Pedro Sánchez. Con el 95% del voto escrutado, y a falta de contabilizar el voto exterior, el PP se impuso con 136 diputados sobre 122 del PSOE, si bien en sufragios el triunfo de los conservadores es por la mínima, apenas poco más de un punto porcentual.
Sin embargo, más allá del simbolismo del triunfo, en un sistema parlamentario lo importante es poder armar una mayoría suficiente para la investidura. Y es muy probable que ninguno de los dos aspirantes, ni Sánchez ni Feijó, sea capaz de hacerlo. Se repetiría la situación de bloqueo que ya se produjo en las dos anteriores elecciones, en 2015 y 2019, y que llevó a la repetición electoral.
Las negociaciones para evitar esta situación serán arduas. El bloque de la derecha, formado por PP y Vox, cuenta con 169 diputados, mientras que la cifra mágica que abre la puerta de la Moncloa es 176, la mayoría de un hemiciclo con 350 diputados.
Por su parte, el bloque progresista, integrado por el PSOE y Sumar, plataforma izquierdista heredera de Unidas Podemos, se quedó en 153. Pero si se añaden sus aliados en esta legislatura, los partidos nacionalistas periféricos de Esquerra Republicana de Cataluña (7), y los vascos de EH Bildu (6), el Partido Nacionalista Vasco (5), y el Bloque Nacionalista Galego (1), podría sumar 172. También insuficiente.
La llave de la gobernabilidad en España la tiene ahora otro partido nacionalista que no se ha alineado con ninguno de los dos bloques: Junts per Cataluña, liderado por el expresidente catalán Carles Puigdemont, exiliado en Bruselas después de organizar un referéndum ilegal de autodeterminación en Cataluña en 2017. Junts, de centroderecha, puso como condición a la investidura de cualquier presidente la celebración de un nuevo referéndum en Cataluña, pero esta vez legal y pactado con el Estado. Sin embargo, tanto el PP como el PSOE han descartado esta posibilidad. Ahora bien, no se puede descartar que si Junts recibe muchas presiones, rebaje sus planteamientos y permita la investidura de Sánchez.
La otra opción para evitar una repetición electoral sería un pacto entre el PP y el PSOE, ya sea para la formación de un gobierno de coalición, o que consistiera en la abstención socialista para facilitar la investidura de Feijóo. “Con la polarización que ha habido en esta campaña, y durante toda la legislatura, no veo posible un pacto entre el PP y PSOE”, sostiene el catedrático Lluís Orriols, de la Universidad Carlos III de Madrid. De todas formas, en las próximas semanas se abrirán negociaciones entre todas las formaciones políticas en las que se deberán explorar las diversas opciones. De fracasar el entente, la repetición electoral tendría lugar en noviembre o diciembre.
Al igual que sucedía entre PP y PSOE, Sumar y VOX libraron una dura batalla por el tercer puesto. Finalmente, VOX se impuso por por un estrecho margen, ya que se haría con 33 diputados por de 31 de Sumar. Estos datos representan una caída sustancial del partido liderado por Abascal, que obtuvo 52 escaños en las últimas elecciones, en 2019. Por su parte, el descenso de Sumar sería más leve, ya que entonces recabó 35.
A pesar del mal sabor de boca que dejó la presente noche electoral en la sede del PP, el partido conservador consiguió una mejora sustancial de sus resultados, pues en 2019 obtuvo solo 89 diputados. Y esto ha sido posible gracias a la absorción de la extinta Ciudadanos y del voto útil de la derecha en detrimento de VOX. Por su parte, el partido de Sánchez mantiene un resultado parecido al de 2019, añadiendo tan solo dos diputados a su haber.
Según datos del ministerio del Interior, la participación final fue de un 70%, una cifra en línea con la media histórica en las elecciones generales. Según los analistas, la participación estaba llamada a ser una dato clave en unos comicios inéditos, ya que nunca antes se habían convocado elecciones generales en plena canícula, con medio país en la playa. En teoría, la actual legislatura debía culminar en el mes de diciembre, pero de manera inesperada el presidente Sánchez decidió convocar elecciones avanzadas después del descalabro progresista en las urnas en mayo.
En buena parte, aquel resultado se explicó por la desmovilización de una parte del electorado progresista, pues la participación a nivel estatal fue de solo del 53%, pero fue aún más baja en algunos feudos socialistas. De ahí que el principal objetivo del PSOE en la campaña fuera activar a su votantes avivando el miedo a la entrada de la “extrema derecha” de VOX en el Gobierno de la mano del PP, tal como sucedió en diversas autonomías y cientos de ayuntamientos tras las elecciones locales. Los datos de participación indican que Sánchez ha logrado parcialmente su objetivo, pues quedó aún lejos del 75% de participación del año 2004, el récord histórico.
La jornada electoral transcurrió sin mayores incidentes. Quizás el principal fue una avería en la línea de tren de alta velocidad entre Valencia y Madrid que dejó bloqueadas a más de 5000 personas. Algunas de ellas acudían a su lugar de origen para poder votar, lo que provocó algunas escenas de caos y tensión en las estaciones de las dos ciudades. “RENFE ha movilizado trenes y 2000 de los 3500 afectados hasta ahora ya están viajando. Tenemos todos los medios activados para garantizar la movilidad”, escribió en su cuenta de Twitter la ministra de Transportes, Raquel Sánchez.
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