La tenaz oposición liderada por María Corina Machado comienza a cosechar frutos. En un país sumido en la desilusión y la desesperanza, los venezolanos agotados de todo conforman la mayoría, y muchos de ellos encuentran refugio en la figura conocida como la “dama de hierro” de la oposición. Durante años, el apellido Machado no había resonado tanto como ahora, encabezando todas las encuestas de las primarias que los antichavistas celebrarán en octubre de este año. Aunque es demasiado pronto para dar nada por seguro, la política que por mucho tiempo se mantuvo en los márgenes de la oposición debido a su enérgico rechazo a cualquier estrategia que no implique acabar con el chavismo por la fuerza, ahora amenaza con convertirse en la candidata que buscará arrebatar el poder a Nicolás Maduro en las elecciones de 2024.
En medio de la repetitiva realidad que vive Venezuela desde hace más de dos décadas, todo gira siempre en torno a los mismos nombres y caras, ya sea en el Gobierno o en la oposición. Catorce candidatos se esforzarán por prevalecer en las primarias, pero entre todos ellos destacan dos conocidos de antaño que, a menos que surja alguna sorpresa, se disputarán el primer puesto: el moderado Henrique Capriles y la enérgica Machado. A cuatro meses del evento, ella parte con una enorme ventaja en las encuestas, incluso superando el 50% de apoyo en las últimas mediciones. No podría haber dos políticos más diferentes, pero la situación en Venezuela exige equilibrios imposibles que, hasta ahora, han dado escasos resultados a las fuerzas democráticas. Aquel que resulte ganador deberá unir bajo su nombre al resto de los partidos.
Machado se hizo famosa por ser la voz crítica opositora del fallecido Chávez. Luego, su nombre se perdió entre otros protagonistas, con los cuales mantiene una enemistad profunda. Criticó tanto al Gobierno interino de Juan Guaidó, quien buscaba el fin del chavismo a través de la confrontación y obtuvo resultados nulos, como al sector moderado de la oposición, cuya estrategia de retomar la vía electoral para triunfar en las urnas está ganando fuerza ahora. Machado anhelaba una conclusión por la fuerza, con la ayuda de Estados Unidos, pero esto nunca pasó de ser una idea. Aunque siempre ha sostenido que participar en elecciones legitima al Gobierno de Maduro, ahora podría dirigirse hacia las urnas. Si bien sus seguidores solían encontrarse entre las clases altas y el exilio, sus actos convocan a multitudes incluso en los bastiones chavistas y lejos de Caracas, donde sus seguidores la aferran como si fuera la última esperanza en un país en el que ya no les queda nada.
El ejemplo de Barinas
En Venezuela, las ilusiones de la oposición nunca duran demasiado. Una de las últimas llegó hace un año y medio desde el lugar que vio nacer a Hugo Chávez. Se celebraban las elecciones regionales, las primeras en las que participaba la oposición después de años de boicot electoral, y el partido oficialista ganó casi todo, como siempre. Pero en el Estado de Barinas, gobernado por los Chávez desde 1998, la oposición dio la campanada. Esa cita era especial, una especie de entrenamiento para las presidenciales de 2024. Nicolás Maduro, acorralado por la grave crisis económica, había abierto un poco la mano, la oposición inauguraba la estrategia de la vía electoral y hasta la Unión Europea había decidido participar como observadora tras años ausente. Pero la derrota de Barinas fue demasiado para el chavismo, que ordenó repetir las elecciones en ese Estado. El oficialismo desplegó todos los recursos del mundo para vencer y, aun así, volvió a salir derrotada. La oposición, que había participado unida, se ilusionó: ¿sería Barinas el principio del fin?
Los líderes opositores se conjuraron para aplicar la receta de Barinas en el resto del país, que no era más que lo pregonaban desde hace años: limar sus diferencias, encontrar un candidato unitario y acudir juntos a las urnas. El voto antichavista, como se demostró en la cuna de Hugo Chávez, vive agazapado entre el desencanto político generalizado de los 28 millones de venezolanos que aún queda en el país. Pero todos los planes de este grupo de políticos en el exilio, perseguidos o inhabilitados por causas absurdas acaban siempre desbaratados entre las mañas del chavismo y las profundas diferencias entre ellos. Ese aire electoral que corrió a finales de 2021, que llevó por primera vez en años a que la oposición y el chavismo aceptaran los resultados, parece hoy un espejismo. Maduro se niega a poner fecha a las elecciones presidenciales y aprovecha el tiempo para cerrar la horquilla de oportunidad que había abierto en los últimos meses y que había hecho pensar que algo podía cambiar en Venezuela.
El chavismo ya ha mostrado que no pondrá fácil la celebración de las primarias. Tanto Capriles como Machado oficializaron este fin de semana su participación después de hacer giras por el país en los que sufrieron escaramuzas violentas de parte de seguidores del oficialismo, que nuevamente controla la agenda. La última maniobra de Maduro fue la renuncia de los rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE), que disuelve en la práctica el organismo que vela por el desarrollo electoral y que por primera vez, después de años en manos del chavismo, contaba con representación opositora. La medida llegó en medio de uno de los agrios debates de los líderes opositores, que trataban de decidir si pedían apoyo logístico al CNE para las primarias o no. Machado estaba radicalmente en contra, frente a Capriles y las fuerzas mayoritarias, que abogaban por valerse del organismo para poner planear una cita con más garantías. Después del golpe de mano de Maduro, todos acordaron continuar sin el CNE, lo que Machado se anotó como una victoria.
El proceso tiene como uno de los principales desafíos el que ha sido un quebradero de cabeza recurrente de la oposición: saber administrar las expectativas. La autogestión de un proceso manual a cargo de una coalición dividida y con partidos políticos desmantelados y arrinconados tras años de conflicto político, puede poner un techo a la participación y contribuir a alimentar la desesperanza. Todavía hay mucha incertidumbre sobre cómo se celebrarán las primarias, pero está claro que sin el apoyo técnico del CNE achicarán su alcance.
Todos estos ingredientes son música para el chavismo, que aunque genera rechazo para al menos el 70% de la población, en los sondeos más conservadores, no significa que a la oposición le vaya mejor. “Maduro tiene un apoyo de entre un 28 y un 30% y ha detenido la caída que venía experimentando desde finales de 2022. Ese es un número con el que todavía no es mayoría, pero si los demás no hacen el trabajo que les toca, la de Maduro puede ser la mayor de las minorías”, advierte Luis Vidal, director de la encuestadora More Consulting. Hay por lo menos un 50% de no alineados con el chavismo ni la oposición a los que debería convencer quien tenga intención de sacar a Maduro en 2024.
Muchas incógnitas por resolver
Por si fuera poco, el voto opositor podría llegar dividido al final. El segundo candidato mejor valorado en las encuestas, el outsider Benjamín Rausseo, un comediante que cada cierto tiempo coquetea con la política, ha renunciado a participar en las primarias pero sí se presentará a las presidenciales. Rausseo asegura que se lanza de forma independiente al escuchar “las exigencias de miles de personas en Venezuela, especialmente en los sectores populares”. La estrategia de construir una oposición a la carta que ha emprendido el chavismo desde hace un par de años empieza a fructificar con esas decisiones. A la ruptura de Rausseo, esta semana se sumó la de Fuerza Vecinal, un nuevo partido que ha tratado de pactar un espacio de cohabitación o supervivencia con el Gobierno, dejando de lado la agenda de un importante sector de la oposición que denuncia las graves violaciones de derechos humanos y la deriva autoritaria en el país. Y estos solo son los dos primeros, ya que podría haber más candidatos enfrentados a Maduro que dispersen los esfuerzos opositores.
La inhabilitación de quien gane las primarias también es una carta que está en la mesa. Capriles, de hecho, está actualmente inhabilitado, pero ya ha dicho que no él no le pide permiso a Maduro para presentarse. En los últimos días, el runrún sobre la petición de inhabilitación para Machado también está en la calle. Cómo se resolverá eso es una de las muchas incógnitas a estas alturas. Pero del Gobierno de Maduro se puede esperar cualquier cosa, y más ahora que está más cómodo en sus relaciones internacionales, con países vecinos que le hablan y un contexto energético que nuevamente le da relevancia tras la crisis que ha generado la guerra en Ucrania. La crisis de legitimidad del líder chavista que se desató en 2018, cuando se reeligió en unos comicios amañados, parece un asunto lejano ahora que la nueva elección presidencial está en el horizonte.
Algunos sectores opositores han tratado de hacer bandera del voto de los venezolanos en el exterior, a donde la prolongada crisis política y social ha expulsado a más de siete millones de personas. Sin embargo, poco más de 100.000 están habilitados para votar fuera del país oficialmente. Para este proceso de primarias se ha dado la posibilidad de hacer un registro online y la realidad ha vuelto a estrellarse con las expectativas. En 15 días se apuntaron unos 40.000 venezolanos en el exterior. Las estimaciones de la propia Comisión Nacional de Primarias opositora espera la participación de unos 400.000. Dentro de Venezuela también hay unos tres millones de potenciales electores, personas entre 18 y 45 años edad, que no están registradas mientras las autoridades electorales están colapsadas.
Con estos mimbres, la oposición prepara su enésima batalla al chavismo con una campaña entre ellos mismos que durará hasta el 22 de octubre. Ese día, se supone, las divisiones quedarán zanjadas y un nombre propio deberá reunirlos a todos bajo su ala. La mayoría de los líderes opositores se frota hoy los ojos ante la idea de que Machado, con la que muchos no se pueden ni ver, pueda ser esa persona. La “dama de hierro”, jugando el papel de outsider como si fuera una recién llegada, se hace fuerte entre la mayoría de los venezolanos que, hartos ya de todo, no quieren ni al chavismo ni a la oposición.
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