La historia de los niños perdidos en la selva colombiana va camino de convertirse en una superproducción de Hollywood. Productores y agentes llegados desde todas partes del mundo están estos días en Bogotá tratando de cerrar un acuerdo con la familia que les permita llevar al cine la forma en la que sobrevivieron los cuatro hermanos que durante 40 días estuvieron extraviados en la Amazonia, solos. “Se ha convertido en una puja al mejor postor. Todo el mundo tiene prisa por quedarse con los derechos y poder venderle la historia en exclusiva a las plataformas”, dice una fuente al tanto de las negociaciones.
Las productoras buscan, sobre todo, el testimonio de Lesly, la hermana mayor, de 13 años, quien se las ingenió para mantener con vida a sus tres hermanos de 1, 5 y 9 años en un lugar repleto de animales salvajes y plantas venenosas. El relato tiene todos los ingredientes de una gran historia. Los grandes estudios quieren llevarla a la gran pantalla y por eso hacen todo lo posible por conseguir los derechos. Los abuelos han llegado a tener entre las manos un contrato con fuertes cantidades de dinero de una empresa de Estados Unidos, pero lo rechazaron al ver que incluía una cláusula que le otorgaba a la empresa los derechos a perpetuidad.
En total, 13 compañías audiovisuales, entre ellas Warner Bros, han hecho llegar sus propuestas por escrito. Los abogados de los abuelos de los niños les han pedido a las productoras que hagan ofertas compatibles con la jurisdicción indígena, que incluyan beneficios para la comunidad de donde son los menores, Araracuara, un pueblo de la Amazonia, y que de ser posible la dirección la lleve alguien de nacionalidad colombiana. Conseguir los derechos, según ha sabido este periódico, incluirá una visita al territorio con los protagonistas de esta historia y una inmersión en la cultura uitoto, la etnia indígena a la que pertenecen.
Los hay que ya se han lanzado a contar lo sucedido en tiempo récord. Un equipo de investigación de TMZ ha empezado a emitir en Hulu y Fox News la primera temporada de una serie titulada The miracle children of the Amazon. El documental está elaborado en base a testimonios de la familia y los militares e indígenas que participaron en el rescate. De acuerdo con fuentes del sector, Netflix y NatGeo ya tienen equipos de producción sobre el terreno. Eso ha echado para atrás a pequeñas y medianas productoras que estaban preparando un pitch para las plataformas de streaming. Cunde la sensación de que el que golpee primero golpeará dos veces.
El presidente Gustavo Petro se ha visto involucrado en esta carrera alocada. El 22 de junio anunció en Twitter que el documentalista Simon Chinn, dos veces ganador del Oscar, llevará a cabo la producción del documental Operación Esperanza, en referencia al nombre con el que fue bautizada la misión. Petro subió una foto acompañado por Chinn y por el subgerente de la televisión pública, Hollman Morris, quien coproducirá el documental. A la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonia Colombiana, la Opiac, no le gustó nada la premura de Petro. “Expresamos nuestro rechazo al anuncio de esta producción documental, pues la decisión sobre su realización es tomada de una manera unilateral por el Gobierno nacional, desconociendo que la labor de búsqueda fue desarrollada por los equipos de los pueblos indígenas de la zona y familiares en un principio, y posteriormente por las fuerzas militares”, escribió la organización en un comunicado que hizo público.
A su forma de ver, el Estado no puede tomar decisiones sobre la realización de un documental a espaldas de los familiares, la guardia indígena y las distintas organizaciones y comunidades que participaron en la búsqueda, “pasando por encima de la autonomía, sistema de conocimiento y gobierno propio de nuestros territorios, la región amazónica y todas las personas que allí habitamos”. La Opiac pide que no se adelante ninguna producción hasta que no se lleve a cabo un espacio en el que todas las organizaciones y personas involucradas puedan participar de la decisión. La decisión parece firme y deja de manifiesto que cualquier estudio que pretenda contar lo ocurrido en la selva deberá llegar a un acuerdo con todas estas organizaciones, lo que seguramente no será nada sencillo.
Texto original publicado en El País
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