Los dueños de perros a veces sienten que sus mascotas son buenas captando sus emociones. Esto no es producto de su imaginación. Nuevos estudios demuestran como algunas reacciones de comportamiento y químicas de los humanos pueden afectar a los perros de manera que les permiten no solo distinguir entre el miedo, la alegría o el enfado de sus dueños sino que pueden “captar” esos sentimientos de sus compañeros humanos.
Al igual que los bebés miran a sus padres miran a sus padres para saber cómo reaccionar ante las personas y el mundo que les rodea, los perros a menudo buscan señales similares de los humanos. Cuando su gente proyecta sentmientos de calma y confianza, los perros tienden a interpretar su entorno como seguro.
“La conexión emocional entre los humanos y los perros es la base de la relación”, dice Clive Wynne, un profesor de psicología y director del Colaboratorio de Ciencia Canina de la Universidad Arizona State (EE. UU.) ; “lo perros son animales sorprendentemente sociales, por lo que se infectan de nuestra calidez y alegría”. Pero esto funciona para todo, por lo que el estrés y la ansiedad de los dueño también puede transmitirse como estrés y ansiedad al perro.
Este contagio emocional entre especies, como lo llaman los psicólogos, tiene una base psicológica, fisiológica y de comportamiento. En los últimos años, muchos estudios han demostrado que la transmisión de emociones depende de la emisión de ciertas hormona (como la oxitocina), el cambio en el olor corporal de los humanos, la activación de ciertas neuronas en los perros y sus humanos y otros factores fisiológicos.
Estudios recientes también demuestran que el nivel en el que los cachorros captan las emociones de sus dueños depende de la duración de su relación. Esto es algo especialmente notorio en estos momentos, cuando las personas y sus canes pasan más tiempo juntos debido a la pandemia.
Una forma de empatía primitiva
Hay un amplio espectro de conexión emocional entre las personas y sus perros, que va desde ser capaces de detectar y entender mutuamente las emociones hasta realmente compartir las mismas emociones.
Los estudios han demostrado que los perros pueden captar tus bostezos, exeperimentar un aumento en los niveles de cortisol cuando oyen llorar a un bebé —como les ocurre a los humanos— y responden al tono emocional de nuestras voces. Cuando interactúan entre ellos o simplemente al mirarse a los ojos, las investigaciones han descubierto que las personas y sus perros experimentan una emisión de oxitocina, que se conoce como la “hormona del amor”, aunque los efectos de la hormona son más complicados que eso, dado que puede significar confianza y generosidad en unas situaciones y envidia en otras.
Cuando se tratar de vínculos, “la emisión de oxitocina se ve estimulada por el contacto visual o el contacto social, como pueden ser las caricias, y funciona bidireccionalmente, del perro al humano y del humano al perro. Es como un círculo vicioso”, explica Larry Young, profesor de psiquiatría y director del Centro Silvio O. Conte de Oxitocina y Cognición Social de la Universidad Emory (EE. UU.); “para tener contagio emocional, los perros tienen que ser capaces de reconocer las emociones de sus dueños, lo que requiere atención, lo cual facilita la oxitocina. Provoca que el cerebro se centre en las pistas sociales”.
Los perros también tienen “empatía afectiva”, que se define como la habilidad para entender los sentimientos de otros, hacía las personas que son importantes para ellos. El contagio emocional es una forma primitiva de empatía afectiva que refleja la habilidad de realmente compartir esos sentimientos. Por ejemplo, en 2020 un estudio publicado en la revista Canadian Journal of Experimental Psychology, los investigadores examinaron como reaccionaban los perros cuando sus dueños o un extraño pretendía reír o llorar. El perro prestaba más atención a la persona que parecía llorar, tanto a nivel visual como a nivel de contacto físico. Y, cuando lloraba un extraño, el perro mostraba mayores respuestas de estrés, explica la coautora del estudio Julia Meyers-Manor, profesora de psicología del Ripon College de Wisconsin (EE. UU.).
“Toda empatía tiene un componente de contagio emocional”, explica Meyer-Manor; “en ciertos sentidos, reconocer las emociones de otra [criatura] es más complejo a nivel cognitivo, mientras que sentir lo que siente otro animal es más sencillo”.
Cuando alguien termina compartiendo los sentimientos de otra persona, normalmente suele ser porque durante la conversación los humanos, por naturaleza, tendemos a copiar las expresiones faciales, posturas y lenguaje corporal de nuestros compañeros, sin ser plenamente conscientes de ello. El aumento de los movimientos musculares que implica este fenómeno acaban provocando un cierto sentimiento en el cerebro al provocar que se disparen las neuronas espejo (las células cerebrales que reaccionan tanto cuando se ejecuta una acción particular, como sonreir, como cuando se ve esta acción), lo que conjura la emoción como si la estuviéramos viviendo de forma natural. Resulta que esta mímica rápida también les ocurre a los perros cuando interactúan o juegan entre ellos, y también puede activarse cuando las mascotas interactúan con las personas.
Al final, cuando las personas y los perros nos enfadamos, apunta Meyers-Manor, se nos suelen tensar los músculos faciales, puede que apretemos los dientes y tensionamos el cuerpo. Esto significa que, cuando estás antes un perro enfadado o tu estás enfadado, ambos podéis copiar inconscientemente la expresión facial del otro o su lenguaje corporal y terminar sintiendo lo mismo. “Dada nuestra conexión tan cercana con los perros, hemos co-evolucionado para detectar las señales [emocionales] de cada uno de manera distinta a otras especies”, dice Meyers-Manor.
Durante muchos años, los investigadores asumieron que cuando se domesticó a los perros, la posibilidad de contagio emocional sirvió como un mecanismo de superviviencia, si los perros eran capaces de leer y compartir las emociones de sus humanos, les cuidarían mejor. Un estudio reciente publicado en Scientific Reports encontró que es el vínculo y las experiencias vitales entre los perros y sus dueños los que explican la cantidad de oxitocina liberada durante las interacciones. También, un estudio en el número de 2019 de Frontiers in Psychology encontró que el nivel al que ocurre el contagio emocional entre los humanos y sus perros aumenta a medida que pasan más tiempo compartiendo el mismo entorno.
Expresiones faciales y olor corporal
Los factores sensoriales también pueden tener influencia en el contagio emocional entre las personas y sus compañeros caninos. Primero, los perros tienen una habilidad extraordinaria para leer las expresiones faciales y pistas corporales que les damos los humanos, dicen los expertos. Mientras que algón estudio ha descubierto que los perros se fijan más en las expresiones corporales de las emociones que en las pistas faciales tanto de otros perros como de los humanos, otros estudios han mostrado que los perros procesan las expresiones faciales de los humanos una manera parecida a como lo haría otra persona. Un estudio publicado en 2018 en la revista Learning & Behavior descubrió que los perros responden, con cambios en su mirada y ritmo cardíaco, a seis emociones básicas expresadas en las caras de los humanos: enfado, miedo, felicidad, tristeza, sorpresa y disgusto.
“Sabemos que los perros y los humanos sincronizan su comportamiento (los perros suelen imitar los movimientos naturales de sus dueños), por lo que el hecho de que se sincronicen sus emociones no es sorprendente”, dice Monique Udell, una científica del comportamiento animal y profesora de ciencia animal de la Universidad Oregon State (EE. UU.); “los perros nos observan muy de cerca, muchas de estas cosas se basan en cómo miramos y nuestro lenguaje corporal pero también en los sonidos que hacemos y los olores que desprendemos”.
A nivel auditivo, los estudios han descubierto que cuando los perros oyen expresiones de ayuda, como llantos, o sonidos positivos, como la risa, responden de manera distinta a otras vocalizaciones o sonidos no humanos. Cuando se les expone a estos sonidos humanos, es más posible que los perros miren o se acerquen a su dueño o la fuente del sonido.
Cuando miramos temas de olfato, “los perros son muy sensibles al olor corporal – así es cómo pueden detectar la diabetes y posibles epilepsías [en las personas],” dice Wynne. En un estudio publicado en 2018 en la revista Animal Cognition, los investigadores hicieron un experimento con labradores y golde retriervers a los que exponían a muestras de tres olores corporales, que representaban miedo, alegría y una emoción neutra. Los investigadores inducían estas emociones en los participantes masculinos y después cogían muestras de olor de sus sobacos. Estos olores se metían en un aerosol especial y se esparcía por una habitación por la que los perros se podían mover con libertad en presencia de sus dueños o extraños.
Cuando se exponía a los perros al olor del miedo, exhibían más comportamientos de estrés y ritmos cardíacos más altos que cuando se les exponía a olores de “felicidad”. Los perros también mostraban más interés en extraños cuando tenían olores de felicidad.
Cuando captan emociones humanas, “muchas veces los perros hacen una composición de señales, lo que incluye información que captan a través de distintos sentidos; la vista, el oído, el olfato y, puede que, el tacto si alguien está nervioso”, dice Marc Bekoff, profesor emérito de ecología y biología evolutiva de la Universidad de Colorado (EE. UU.) y autor de A Dog’s World: Imagining the Lives of Dogs in a World Without Humans (Un mundo de perros: imaginando la vida de los perros en un mundo sin humanos)
Pero es importante recordar, recuerda, que no todos los perros son iguales, ni psicológicamente, ni fisiológicamente ni socialmente. “Los perros son individuos y tienen que saber quiénes son”, dice Bekoff; “siempre le digo a la gente: ‘Tienes que saber perro”. Bekoff dice que los dueños de perros debe ajustarse a los que sus perros les está intentando decir con su ladrido y otras vocalizaciones y lenguaje facial y corporal.
¿Un efecto bidireccional?
En general, el rango de emociones que experimentan los perros es posiblemente menor que el que experimentan los humanos. “No creo que las emociones caninas sean muy complejas”, dice Wynne; “experimentan las emociones primarias incluidas las positivas como felicidad y excitación y las malas como miedo y ansiedad”. Más allá de eso, hay muchas cosas que no se saben, y uno de los retos de hacer este tipo de estudios es que los perros no son capaces de decir como se sienten exactamente en un momento concreto.
Tampoco está muy claro si los humanos pueden captar las emociones de sus perros porque tampoco hay estudios sobre el tema, aunque algunos expertos creen que es altamente probable. “Estoy convencido de que la felicidad de mi perro puede subirme el ánimo”, dice Wynne, autor de Dog Is Love: Why and How Your Dog Loves You (El perro es amor: porqué y como te quiere tu perro). Bekoff está de acuerdo: “Creo que nosotros también captamos sus emociones. A veces es más fácil captar su miedo y estrés. Aun así, también es fácil leer a los perros felices si vienen corriendo hacía ti meneando el rabo y con las orejas para adelante, no encogidas”.
Sean dueños de perros o no, las personas son muy capaces de captar las emociones positivas y negativas de las expresiones faciales de los perros, en parte porque ambas especies comparten cambios en las expresiones faciales que expresan estados emocionales específicos, ha descubierto un estudio.
Compartir los cambios emocionales de ambos suele ser beneficiosos porque nos ayuda a conectar a un nivel más profundo, y tiene un valor de supervivencia. “Se piensas en nuestros ancestros, era una cuestión de vida o muerta que tu perro te pudiera alertar de algo para que pudieras actuar con celeridad”, dice Wynne; “es un sistema de alarma de doble dirección y ventajoso para ambas [especies]”.
Compartir un hogar, una vida, una familia y actividades también contribuyen a la conexión humano-perro. Compartir los sentimientos “nos ayuda a entendernos mejor mutuamente, y facilita el desarrollo del vínculo y mantenimiento en el tiempo”, dice Bekoff; “cuando los perros y los humanos comparten emociones, es como un pegamento social”. Es como un fuerte adhesivo que nos une, a veces para toda la vida.
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