En Estados Unidos TikTok está actualmente en el ojo de huracán y podría, de hecho, ser terminantemente prohibida a otro lado del charco. Aunque el eventual veto de la red social oriunda de China está directamente emparentado con la privacidad, conviene no perder de vista otros riesgos que TikTok carga también sobre los hombros.
El impacto de las redes sociales en la salud mental está ampliamente documentado y fue incluso reconocido en una investigación interna llevada a cabo por Facebook. Sin embargo, la impronta de TikTok y compañía en las habilidades cognitivas de sus usuarios está mucho más en la penumbra.
Las redes sociales se esfuerzan por lo pronto denodadamente en arrebatarnos la atención. Y esa atención que tantísimo codician TikTok y otras redes sociales no es mecanismo cerebral aislado sino el resultado de toda una plétora de mecanismos en diferentes áreas del cerebro.
Uno de esos mecanismos es el denominado funcionamiento ejecutivo, definido como nuestra habilidad para concentrarnos en una tarea específica y ser capaces de atajar las distracciones. Así y todo, no todas las tareas son iguales. Es más fácil apalancar nuestra atención cuando estamos enfrascados en una tarea atractiva y relativamente divertida.
La atención, el codiciado objeto de deseo de las redes sociales
A fin de entretenernos las redes sociales se afanan en rastrear constantemente el contenido con el que tenemos a bien interactuar, que no es solo aquel al que ungimos con nuestros likes sino también aquel al que dedicamos más tiempo.
De esta forma, las plataformas 2.0 nos confrontan con contenido relacionado cuyo último objetivo es que no clavemos allí la pupila durante el mayor tiempo posible.
La manera en que las redes sociales presentan los contenidos a usuarios es absolutamente crucial. Muchas apps se valen, por ejemplo, del scroll infinito para que sus usuarios tengan simplemente que hacer swipe hacia abajo para ser agasajados con más contenido. Estando expuestos a un torrente virtualmente infinito de contenidos, muchos usuarios alcanzan el denominado flow state o estado óptimo, explica Colin McCormick, investigador de ciencia cognitiva de la Universidad de Dalhousie en un artículo para Fast Company.
Cuando el flow state se apodera de nosotros, estamos tan profundamente involucrados en una actividad que perdemos la noción del tiempo. Ese flow state puede ser altamente ventajoso para nosotros en el trabajo, puesto que nos ayuda a mantener la concentración e incrementar nuestra eficiencia a la hora de completar tareas relevantes. Sin embargo, las redes sociales tratan de propiciar ese flow state con intereses mucho más espurios: ponérnoslo más difícil para abandonar sus dominios.
O dicho de otra manera, las plataformas 2.0 no pierden ripio de lo que hurta o no nuestra atención para mantenernos enganchados.
Teniendo en cuenta que la mayor parte de los usuarios de las redes sociales se conecta a estas plataformas al menos una vez al día y que al menos una tercera parte de los adolescentes utiliza estas apps casi constantemente, es inevitablemente preguntarse si TikTok y compañía no menoscaban hasta cierto punto nuestras habilidades cognitivas.
A lo largo del día muchas personas practican el multitasking alternando actividades directamente relacionadas con el uso de las redes sociales. Un informe concluye, de hecho, que los adolescentes invierten de menos de seis minutos seguidos en una actividad antes de posar la mirada en las ubicuas redes sociales o en las apps de mensajería.
Si bien algunas formas de multitasking son inocuas (pasear y mascar chicle simultáneamente, por ejemplo), la multitarea se torna inefectiva cuando estamos involucrados en actividades que comparten mecanismos cognitivos. En tal caso no practicamos en realidad el multitasking sino el task-switching, puesto que alternamos nuestro tiempo entre dos tareas diferentes (y nos las ejecutamos de manera simultánea).
Intentar leer y mantener simultáneamente una conversación sería, por ejemplo, una forma de task-switching, puesto que ambas tareas implican el uso del procesamiento del lenguaje, que es imposible si no dejamos momentáneamente aparcada una de las dos cosas. Y cuando compaginamos el uso de las redes sociales con otras tareas laborales, incurrimos también inevitablemente en el task-switching.
Uno de los problemas del task-switching son los llamados switch costs, un término empleado para describir el efecto negativo que retomar una actividad tiene en nuestra cognición.
En virtud de los denominados switch costs, cada vez que nos conectamos a las redes sociales mientras estamos trabajando o estudiando, seremos más lentos o estaremos más prestos a cometer a errores cuando reanudemos lo que estábamos haciendo previamente, subraya McCormick.
Quizás por esta razón quienes consumen múltiples formas de medios de manera simultánea muestran un descenso generalizado en su atención sostenida o en su capacidad de mantener la concentración. En este sentido, es mucho mejor bloquear una determinada capacidad de tiempo a tareas de naturaleza profesional. 20 minutos continuados de trabajo son siempre mejores que cuatro bloques de trabajo de cinco minutos separados por breves escapadas a las redes sociales.
La investigación relativa al impacto de las redes sociales en el funcionamiento ejecutivo es todavía bastante limitada, pero sí está comprobado que la adicción a las plataformas 2.0 puede mermar potencialmente la cognición.
Quienes son adictos a las redes sociales suelen son más impulsivos que quienes no están enganchados a estas plataformas porque están más prestos a tomar decisiones arriesgadas que entrañan pérdidas potenciales a largo plazo.
El aumento de la impulsividad es la principal habilidad cognitiva en la que la adicción a las redes sociales tiene un efecto potencialmente corrosivo. No obstante, la adicción a las plataformas 2.0 puede devenir también en efectos positivos. El uso de las redes sociales entre los adultos mayores y de mediana edad puede contribuir a mejorar el funcionamiento ejecutivo del cerebro por la conexión social que este tipo de actividad entraña. Y ello obra un efecto benéfico en aquellos individuos cuya capacidad cognitiva está en riesgo por culpa del aislamiento y la soledad.
Aunque son necesarios más estudios para determinar los efectos cognitivos de naturaleza negativa que llevan aparejadas las redes sociales, todo apunta a que nuestra capacidad de atención es cada vez más compleja (quizás por culpa del afán de estas plataformas por exprimir hasta la última gota nuestra atención).
Escrito por Esther Lastra
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