Todos tenemos una foto de nuestra niñez que no nos gusta y que la ocultamos de cualquier persona que va a casa. Una situación que nuestros hijos quizás no puedan evitar porque a diferencia de nuestra foto que está guardada en el álbum familiar, la de ellos está publicada en internet y difícilmente se puede borrar.
Ser padre implica ver a los hijos crecer y hacer todo tipo de cosas que nos llena de orgullo: su primer paso, la primera vez que come solo, el cumpleaños con sus amigos, cuando aprendió a montar bicicleta y se cayó. Todo es motivo de alegría y queremos que el mundo lo sepa. Un sentimiento que aflora en tiempos en los que las redes son el álbum familiar.
Sin embargo, la seguridad que brindaba la colección de fotos en casa está muy lejos de la que pueden dar las aplicaciones actualmente, donde todo se sabe y cualquiera puede acceder a ese contenido.
Nuestro hijo, el usuario de todos
Con la consolidación del uso de las redes sociales hay muchas costumbres que cambiaron y tener un hijo es una historia por contar.
Algunos niños no han nacido y ya tienen una vida en las aplicaciones con fotografías de sus ecografías, de las habitaciones donde van a dormir, los juguetes que van a usar y hasta perfiles con sus nombres.
Este tipo de actividad se le conoce como sharenting y se usa para toda publicación de fotos y videos que hacen los padres sobre los hijos haciendo pública su vida privada.
“Sus hijos no le pertenecen y los papás y las mamás son los guardianes de la información de sus hijos”, asegura Judy Benavides, jefe del Centro de Internet Seguro Viguías de Red PaPaz.
Una visión que es clave entender desde el inicio para darse cuenta de las implicaciones que se generan al momento de subir una foto. Riesgos que ESET, empresa de ciberseguridad, clasifica en tres tipos:
Impregnación de la huella digital: Se crea un perfil en internet de alguien que todavía no ha decidido estar allí, sin importar que el contenido no tenga nada de malo. Toda foto o video que se suba va a quedar allí y va a formar un rastro digital, lo que implica que cuando crezca se va a asociar a cuentas que cree.
Explotación sexual: No es necesario que el contenido tenga algún tipo de carácter ilegal para que alguien desconocido las tome y las distribuya con ese objetivo. Para hacerlo, algunos editan las fotos tomando el rostro de los menores o entregándolas a otras personas.
Robo de identidad: Hay cuentas que toman las imágenes de los menores y los hacen pasar como hijos suyos por diferentes motivos.
Lo que pone en el panorama dos problemas: por un lado, la seguridad de los niños y. por otro. su privacidad. Sobre este último, las implicaciones pueden ser muy amplias, desde crear la identidad de una persona que no sabe que eso está pasando, hasta casos de bullying o acoso.
“Por ejemplo, ahorita puede parecer divertidísima la foto donde se le sale el moquito al niño, pero más adelante este niño se va a sentir avergonzado de esa foto que llegó a alguien del colegio. Estos materiales pueden ser utilizados para bullying o en el futuro dañar la imagen de un adulto profesional por una situación vergonzosa que afecta el libre desarrollo de la personalidad, el derecho de contar su propia historia, si es que lo quiere hacer”, afirma Benavides.
Situaciones que pueden ser extremas, pero que son reales
En Colombia, en 2022, se presentó un caso icónico para Latinoamérica. A través de su padre, un hijo demandó a su madre por publicar fotos suyas en redes sociales, a pesar de que en esas plataformas la mujer tenía un perfil en el que vendía contenido para adultos.
El padre señaló que ella estaba incurriendo en “una serie de conductas irregulares respecto a la imagen y buen nombre” de su hijo, por lo que tuvo que borrar el contenido, ya que el rostro del menor estaba “a la vista de personas inescrupulosas”, quienes le hacían comentarios obscenos y por eso al menor no le gustaba aparecer en las fotos de su madre, aunque ella insistía aunque las imágenes no eran de carácter sexual.
Cómo evitar estos riesgos sin dejar de subir fotos
El orgullo de ser padres nunca se irá y las redes sociales son una herramienta que permite transmitir ese sentimiento contando los momentos que compartimos con ellos día a día. Pero hay que hacerlo de forma segura.
Plataformas como Instagram, TikTok, Facebook, Twitter y WhatsApp, tienen opciones para privatizar los perfiles y solo permitir el acceso a quienes se les da autorización. Una alternativa que se debe usar si la idea de la cuenta es subir contenido en el que aparezcan nuestros hijos.
También, es importante pensar antes de publicar, cuestionándonos si esa foto o ese video realmente vale la pena que lo conozca el mundo y si nuestro hijo en futuro se va a sentir bien con eso.
“Hay una diferencia bastante grande entre compartir un hito como puede ser el cumpleaños, a diferencia de subir una foto del niño en la tina. Debemos pensar si vale la pena eso o si solo tomamos la foto y la guardamos. Además, pensar si esa fotografía no le podrá causar demasiada vergüenza a nuestro hijo. Hay que considerar que en algún momento ese niño va a crecer”, dijo Martina López, vocera de ESET.
Pero también hay que pensar en la seguridad como padres, porque esas publicaciones pueden ser información para los ciberdelincuentes, quienes buscan datos en las redes sociales para adivinar contraseñas o la ubicación de las personas. Detalles que se suelen relevar en este tipo de contenidos.
Por ese motivo, las aplicaciones han implementado medidas de seguridad para proteger a los menores. Por ejemplo, Facebook e Instagram hacen parte de la plataforma Take It Down, que permite a los menores de 18 años y a sus padres recuperar el control de los contenidos íntimos que ronden en internet, ya que eliminarlos de un perfil no garantiza que estén en manos de otras personas y sean vendidos de forma ilegal.
Un panorama que necesita de mayor respaldo legal, especialmente en Latinoamérica, donde Judy Benavides ve que “vamos supremamente atrasados” y por ese el caso en Colombia es un hito importante. Pero más allá de las leyes y las restricciones que pongan las aplicaciones, lo que se necesita es tener presente la magnitud del problema, porque “todavía no estamos siendo conscientes de las consecuencias reales que van a tener esta generación de niños”.
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