Después de un año hay familias ucranianas que siguen separadas por la ocupación rusa de amplias zonas del sur y el este, y dependen de breves llamadas telefónicas con interrupciones con sus seres queridos a la espera una victoria que proporcione la reunificación.
“Por lo menos mi madre ya no llora al final de cada conversación”, dice a EFE Artem, cuyo nombre completo no figura en el texto por razones de seguridad.
Hace más de un año que no ve a su madre ni a sus abuelos, que residen en la localidad de Skadovsk (en Jersón, al sur del país), ocupada por las fuerzas rusas en los primeros días de la invasión.
La comunicación es complicada, pues los operadores móviles ucranianos ya no tienen cobertura y las llamadas de voz realizadas a través de servicios de mensajería como Telegram suelen interrumpirse abruptamente antes del minuto de conversación.
“Nunca creí que mi madre se convirtiera en una experta en distinguir distintos tipos de armamento escuchando el sonido de las explosiones”, añade Artem con amargura.
La gente en los territorios ocupados tiene miedo de contar por teléfono lo que ocurre, sin saber si sus mensajes y llamadas están siendo interceptados, pero la situación en Skadovsk es complicada, según Artem.
“Está claro que, por lo que hacen los rusos, saben que no van a quedarse mucho tiempo”, señala, explicando que los servicios públicos están decayendo y que los robos por parte de las fuerzas invasoras son frecuentes.
“Los oficiales conducen coches extranjeros que han quitado a los vecinos y los soldados rasos están robando incluso viejos ‘Zhiguli'”, afirma y agrega que un gran número de embarcaciones en el puerto de la localidad costera, incluida una que pertenecía a su familia, han sido enviadas a Crimea.
Muchos residentes han huido en viajes extenuantes, arriesgados y costosos cruzando el frente o atravesando países vecinos, pero la madre de Artem ha de cuidar de sus ancianos padres y no quiere abandonar su casa, porque teme que sea usada como cuartel por las tropas rusas.
Por ahora, mantiene la esperanza de que las fuerzas ucranianas retomen pronto la localidad, aunque teme que entonces se verían obligados a marcharse, pues los rusos podrían bombardear Skadovsk como están haciendo con Jersón.
Tetiana, que huyó a Leópolis, en el oeste de Ucrania, desde Starobilsk, en la región oriental de Lugansk, embarazada y con su hijo de 6 años, también se ha quedado separada de sus padres, reacios a abandonar sus hogares y que no esperaban una conquista tan rápida por parte de los rusos.
“Es la primera vez en mi vida que he estado separada de ellos tanto tiempo,” dice a EFE.
Su padre murió recientemente y la única forma de comunicarse con su madre es llamando a su número ruso a través de una aplicación de prepago por internet, algo que trata de hacer todos los días aunque es costoso.
Las fuerzas rusas cortaron la conexión a internet en la zona, pues según explica Tetiana -que tampoco quiere que se publiquen detalles que puedan identificar a su familia- les preocupaba que los vecinos pudieran proporcionar coordenadas y otras informaciones al Ejército ucraniano.
Como otros residentes de los territorios ocupados, la madre de Tetiana afirma que la están presionando para solicitar la nacionalidad rusa y obtener un mejor acceso a trabajos y ayudas sociales del Estado.
Según cuenta a su hija, en Starobilsk hay muchos “orcos” -un término derogatorio usado para referirse a los rusos-, posiblemente más que habitantes originales.
“Buscan casas vacías para instalarse, así que mi madre tiene que ir de forma regular a la casa de mi familia para mostrar que no está abandonada”, señala Tetiana.
Su marido combate en el Ejército ucraniano y hace poco resultó herido cerca de Bajmut. Él fue quien insistió en que se marcharan de Starobilsk al inicio de la invasión, y desde entonces sólo se han visto cuatro veces, entre ellas cuando acudió a conocer a su hijo recién nacido.
“Vivimos de un día para otro. Espero que todo termine pronto y que podamos vivir una vez más juntos en paz”, concluye Tetiana.
Con información de EFE
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