En una época en la que todos estamos conectados y con montañas de información que nos llega constantemente, es necesario filtrar previamente el contenido, pero paradójicamente, esto ha venido acompañado de una nueva forma de censura: la que aplican las redes sociales que a su vez fomentan la exposición pública de las personas.
Los algoritmos de las diferentes redes sociales trabajan censurando cualquier tipo de contenido sexual explícito. Las fronteras entre el desnudo tolerable y la pornografía se han desdibujado especialmente en este tipo de plataformas, quienes reciben en promedio por día cinco mil millones de publicaciones nuevas a Facebook, 500 millones a Twitter y 60 millones a Instagram. Por lo que, hacer que un grupo de gente revise manualmente estas publicaciones tomaría una eternidad; es imposible. Por lo que cuentan con algoritmos informáticos que cierran cuentas y borran cada día miles de imágenes subidas por sus usuarios, pero los casos en los que el algoritmo se equivoca son cada vez más comunes, llegando a ser acusados de racistas y misóginos.
Existe una polémica generada a raíz de la censura en Facebook de fotos de madres dando de lactar y mujeres que mostraban los efectos de una mastectomía, también tenemos el caso de la modelo de talla grande Nyome Nicholas-Williams, quien subió unas fotos artísticas a Instagram en la que tiene el tronco superior desnudo mientras sonríe y abraza sus propios pechos; pero fue censurada por la red social.
Según el medio digital redaccion.com.ar “El desnudo es una construcción cultural”, expresa Tomás Balmaceda, doctor en filosofía especializado en la filosofía de la tecnología. “Los cuerpos sin ropa existen desde que existen los cuerpos, pero las normas en torno a eso van cambiando en distintos lados del mundo. Por ejemplo, uno puede mostrar un pezón si es hombre, pero no si es una mujer. En algunas partes del mundo, una falda muy corta sería reprobable en algunas partes, y en otras sería bienvenida”. Mientras que según el medio digital valenciaplaza.com la historiadora y activista feminista María Bastarós, ofrece otro punto de vista sobre este tipo de críticas en las redes: “La hipersexualización de los cuerpos femeninos y la estigmatización de cosas tan naturales como la menstruación es otra manifestación más de la deshumanización de las mujeres y la necesidad de construirlas como “el otro”. Esto no sólo tiene consecuencias políticas -que se considere que los cuerpos de las mujeres son territorio de legislación, susceptibles de tutela, constante objeto de opinión, etc-, sino que además tiene consecuencias que pueden limitarnos como sujetos artísticos. Creo que tiene mucho valor político que haya artistas mujeres que, desde los inicios del arte feminista en los sesenta, construyan su obra como un diálogo sobre las condiciones que nos son impuestas a las mujeres, y creo que, a nivel moral, la autocensura -refiriéndome aquí a las normas sobre desnudos de Facebook e Instagram- es algo que debemos negarnos a nosotras mismas por una cuestión de principios, pero a la vez pienso que en ocasiones se peca de una iconografía un tanto limitada. Creo que tanto la censura ajena como la respuesta en forma de hiperproducción de imágenes centradas en ser mujer tienen consecuencias limitantes a niveles creativos”.
A partir del caso de Nyome Nicholas-Williams, Instagram decidió empezar a permitir imágenes en las que alguien abraza o contiene sus propios pechos. Mientras Facebook y Twitter anunciaron que no se permitirán fotos en las que alguien agarra sus propios pechos con arrebato y los dedos doblados, o si en la foto hay un claro cambio en la forma de los pechos. Actualmente sus reglas establecen que el genital femenino sólo se puede mostrar en situaciones relacionadas al proceso de parto y nacimiento de un bebé, o en situaciones relacionadas a la salud.
Según el portal ámbito.com para Tomás Balmaceda, lo primero que tenemos que hacer es redefinir qué son las redes sociales: “Más allá de preguntarse si es correcto o no que haya censura, hay que entender la naturaleza de las redes. Son grandes compañías que se alimentan justamente de modelos de publicidad entonces necesitan que estemos mucho tiempo ahí adentro”, afirma. En cuanto al uso que le damos a las redes y a nuestro derecho como consumidores o usuarios, Balmaceda explica que “solemos pensar que las redes sociales son una herramienta, un derecho, que pensamos que es gratuita y que todos deberíamos usar sin problema. Sin embargo, las redes se parecen más a un club, con sus reglas y si no cumplís, te expulsan. Eso genera frustración, pero a veces genera confusiones. No tenemos por qué pensar que tenemos el derecho de que nos publiquen o no lo que queramos”. Por lo que el debate sobre la cultura de cuerpos desnudos en redes sociales recién empieza.
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