Cuando el perfeccionismo no es sano

domingo, julio 24, 2022

La búsqueda de la perfección es una tarea tan absurda como frustrante. En la era de la hiperexigencia, ¿cómo podemos determinar dónde están los límites entre la ambición y la neurosis?

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Podría decirse que una buena dosis de competitividad y determinación suficiente para no doblegarte ante cualquier obstáculo son cualidades inherentes al éxito. Nos fijamos metas altas y aspiramos a alcanzar la excelencia, poniendo a prueba nuestra resiliencia, una cualidad muy valorada en los últimos tiempos. Sin embargo, qué ocurre cuando la autoexigencia se nos va de las manos y, en lugar de una ambición sana, nos convertimos en unos perfeccionistas neuróticos.

Querer destacar o ser el mejor en algo es normal, pero obsesionarse con la perfección es un rasgo de personalidad que solo trae consigo la eterna insatisfacción y, por ende, una ristra de efectos secundarios que van desde la ansiedad y la depresión, hasta el autosabotaje o una autoestima minada.

“El perfeccionismo en su justa medida puede ser una gran herramienta para lograr alcanzar nuestros objetivos. No obstante, en muchas ocasiones observamos como ese perfeccionismo se pasa de frenada y se convierte en una autoexigencia excesiva. Es ahí donde la voz crítica suele aparecer de una forma dañina, generando problemas de estrés y ansiedad.”, apunta Olga Fernández-Velilla Lapuerta, psicóloga en el Instituto Psicológico Cláritas.

SEÑALES DE ALERTA

¿No albergamos todos una personalidad perfeccionista en nuestro interior? La respuesta es sí, aunque la clave está en aprender a detectar esos focos rojos que nos dan la señal de alarma.

La más llamativa sería marcamos objetivos poco realistas, imposibles de conseguir, y aquí entra en juego el autosabotaje. Resulta curioso, pero para el perfeccionista en ocasiones existe una especie de adicción a la ansiedad y frustración que hay detrás de un fracaso, y ponen más atención en los errores que comenten, en lugar de observar los objetivos. Tienen la creencia que su valía va determinada por lo que hacen y no por lo que son, producto de una infancia marcada por unos altos niveles de exigencia.

Otro punto a poner en cuarentena es la rigidez. Un perfeccionista, en el fondo, siente inseguridad y falta de confianza constante, de ahí surge la necesidad de controlarlo todo. Suele estar pendiente de lo que digan los demás, necesita la aprobación y reconocimiento para sentirse bien consigo mismo, por lo que tiene una incapacidad para aceptar las críticas o formas de pensar que sean distintas a las suyas.

Algo que llama la atención del perfeccionismo neurótico es que suelen caer en la procrastinación. Buscando una quimera de excelencia, le dan demasiadas vueltas a las cosas, para ellos nunca están terminadas, nunca son suficientemente buenas y llegan a obsesionarse con nimiedades. En el ámbito laboral esta parálisis se traduce en una baja productividad, aumentando aún más su sensación de insatisfacción y llegando al agotamiento físico y mental. Tienen una percepción exagerada de que su entorno es muy crítico y exigente.

ANATOMÍA DE UN PERFECCIONISTA

Para entender mejor lo que sucede en la mente de un perfeccionista y poder distinguir entre un espíritu de superación sano y una neurosis, Thomas Curran, del Departamento de Ciencias Psicológicas y del Comportamiento de la London School of Economics, y su equipo, llevó a cabo un metaanálisis en el que fueron incluidos 41.641 universitarios británicos, canadienses y estadounidenses entre 1989 y 2016. Entre los test que les realizaron destaca la Escala Multidimensional de Perfeccionismo, la cual consta de 45 afirmaciones del tipo, “Me siento desdichado cuando descubro algún error en mi trabajo”, “Siempre me exijo a mí mismo la perfección”, “Tengo dificultades en satisfacer las expectativas que los demás tienen sobre mí”, o “Espero mucho de las personas que son importantes para mí”.

Aquí se medían los niveles de “perfeccionismo multidimensional” descritos por los expertos Paul Hewitt y Gordon Flett, los cuales son el orientado hacia uno mismo, perfeccionismo socialmente prescrito, y el orientado hacia los demás. ¿Los resultados?, un alarmante aumento de jóvenes que sienten que deben alcanzar la perfección para lograr sus objetivos. Según Curran, estamos frente a una “epidemia oculta de perfeccionismo”.

Al final, la búsqueda de la inexistente perfección, trae consigo múltiples consecuencias negativas que incluyen trastornos alimentarios, ansiedad o depresión. Incluso, se ha asociado en un incremento de riesgo de suicidio. ¿Cómo distinguir entonces el límite? La tolerancia al fracaso nos da una buena señal. Cómo reaccionamos a la frustración, el grado de ansiedad que experimentamos, o si sentimos vergüenza ante los fracasos. Observa si eres capaz de celebrar tus logros, o si siempre te parecen insuficientes.

CAUSAS COMUNES DETRÁS DE UNA PERSONALIDAD PERFECCIONISTA

Las psicóloga Olga Fernández-Velilla Lapuerta, nos aclara que el estilo educativo tiene un gran impacto en cómo se va moldeando nuestra personalidad y, por lo tanto, en quienes seremos y cómo nos hablaremos de adultos. Estilos educativos muy centrados en el logro, donde la crítica aparece de forma muy incisiva, trasladan un mensaje en el que dicen que, si no alcanzas tus metas, no eres valido o digno de mi amor. Esto también suele ser verse en familias donde hay una comparación muy fuerte.

“Otro caso es que los padres hayan tenido ese estilo educativo y sean muy perfeccionistas, de esta manera, aunque ellos no incidan en ello, el niño puede aprenderlo a través del aprendizaje vicario.”, destaca Olga.

Para la psicóloga la solución pasa por la aceptación. “Será importante reconocernos como seres imperfectos y fijarnos expectativas, exigencias y objetivos adaptados a nuestras circunstancias y limitaciones. ¿Cómo hacerlo? Conociéndonos y aceptándonos, que aunque pueda sonar sencillo, es un tarea ardua y que en muchas ocasiones requiere de ayuda profesional.”