El adagio popular es claro, las lluvias en Quito duran tanto que los dichos son, abril aguas mil y mayo hasta que se pudra el sayo. Lo recalco porque todos los quiteños de este siglo y de los siglos anteriores, sabemos que cuando empieza a llover en Quito, llueve a cántaros y obviamente se rompen las estadísticas de pluviosidad.
Las lluvias son impredecibles de un día para el otro, pero ya sabemos que con normalidad llueve más en los meses de febrero, marzo, abril y mayo y octubre, noviembre y diciembre (Gráfico 1) y se planifica acorde con estos datos. Pero los técnicos se olvidan a pesar de los registros existentes.
Voy a citar dos ejemplos de eventos naturales muy sencillos que confirman lo mencionado hasta aquí. El primero, la inauguración de la sede Granados de la Universidad de las Américas. Fecha, octubre 2008, mes de alta pluviosidad. La infraestructura construida para desalojar una cantidad de m3 de líquidos, colapsó. Llovió mucho más de lo normal y el agua no se evacuó y por ello se inundaron los subsuelos. El segundo, la inauguración de la Plataforma Financiera del Gobierno. Fecha, mayo de 2017, mes de alta pluviosidad. Llovió tanto que el desfogue construido colapsó y se inundó todo el sector. La lluvia también afectó a la infraestructura del edificio en los pisos superiores. Parecería que en los dos eventos se hizo caso omiso de la pluviosidad en Quito, así como de los eventos anteriores. La autoridad volvió a brillar por su ausencia con los permisos de construcción y de funcionamiento.
La historia está llena de eventos naturales, aluviones, deslizamientos, inundaciones, entre otros, que han generado impacto muy negativo en las comunidades cercanas y en las arcas de los municipios involucrados. Pero eso sí, siempre ha estado presente de manera inmediata la solidaridad, la ayuda social, donaciones, es decir la colaboración de propios y extraños. La autoridad ha brillado por su inefectividad en la planificación y prevención y cada día es peor. Entonces cabe la pregunta, “¿Hasta cuándo Padre Almeida?” y la respuesta no debería ser “hasta la vuelta mi Señor”.
Los deslaves y deslizamientos son otra característica de Quito. Los aluviones son una consecuencia de deslaves y deslizamientos no resueltos y de la falta de profesionalismo de los técnicos que planifican el desarrollo de la ciudad y de las autoridades que aprueban la planificación. Quito está asentada en las faldas del Pichincha, rodeada de quebradas que recogen el agua de deshielos y lluvias y la transportan hacia las zonas planas. En el recorrido la flora absorbe una buena cantidad de esa agua. Según Álvaro Barragán, entomólogo de la PUCE, “se ha perdido una gran cantidad de la capa natural, que protege a esa zona de Quito (las laderas del Pichincha). Otro problema es la falta de cuidado de las quebradas, que actúan como desfogue natural”. ¿Dónde está la planificación del territorio? La ciudad debe tener un Plan de Desarrollo Territorial Integral que conjugue todas las características naturales, las limitaciones espaciales, la infraestructura y equipamiento y el bienestar de las comunidades y sus ciudadanos.
Hace 47 años vivimos el aluvión de La Gasca con similitudes al aluvión de la Comuna. Simplemente ahora los tomó (a las autoridades) por ¡¡sorpresa!! No puede ser, merecemos más respeto, todos y la ciudad.
De los diversos actores: Autoridades Municipales, Empresas Públicas Municipales, Empresarios Inmobiliarios y Constructores, “empresarios de tierras”, comunidades y ciudadanos tenemos responsabilidad compartida en la ocurrencia de desastres en la ciudad. Es deber ineludible de las Autoridades y de las empresas públicas municipales la adecuada planificación de corto y largo plazo para el desarrollo adecuado y equilibrado de la ciudad, pues a través de normas, reglamentos y ordenanzas se definen las políticas, programas y proyectos, que regulan el crecimiento ordenado de la ciudad y monitorean el riesgo para minimizar el impacto de los fenómenos naturales. Por tanto, son responsables de, 5 cruces +++++.
Los empresarios inmobiliarios, desarrollistas, urbanistas y constructores, respetando la normativa vigente, desarrollan sus inversiones para ofertar servicios a la ciudad, sin poner en riesgo a las comunidades. Obviamente existen unos “empresarios informales” que por fuera de la ley intentan y parece que logran asentamientos marginales urbanos. Si los funcionarios públicos respetaran la norma, estos “empresarios informales” tenderían a reducirse y poco a poco a desaparecer. Por tanto, son responsables de, 4 cruces ++++.
La comunidad y los ciudadanos en su imperioso deseo de ser propietarios de una vivienda y digo una vivienda no una solución de vivienda, hay diferencia, aceptan la propuesta de los indecentes “empresarios de tierras”. Así se forman las comunas marginales, sin servicios, expuestos a todos los riesgos posibles. Los vulnerables son presa fácil de estos “empresarios”, quienes ofrecen un lote de terreno (ilegal en su mayoría) para constituir un asentamiento, exigir servicios y luego conchabar a ciertos funcionarios públicos y hasta concejales para que aprueben el asentamiento y se transforman en una comunidad, para luego ser un barrio de Quito. Responsables de, 1 cruz +.
Las cruces tratan de establecer la responsabilidad de los actores en un desastre natural.
La mayoría de las autoridades y gerentes de empresas municipales tiene auto con conductor y a pesar de ello no se dan cuenta de los problemas de la ciudad cuando circulan por ella. Los asentamientos son totalmente visibles en las laderas del Pichincha, del Parque Metropolitano, del Ilaló, de la estribación norte de la Loma de Puengasí, es decir es un pecado enorme no darse cuenta y cuestionarse. ¿Por eso es que son políticos?
El día 10 de febrero 2022, a 6 días del aluvión de la comuna, se presenta el Plan de Contingencia, Rehabilitación, Recuperación y otras cosas. ¡Increíble! ¿No había? Esta es la desidia con la ciudad.
El Plan Maestro de Desarrollo Territorial de un GAD, sobre la base de los recursos existentes, el modelo de gestión, el sistema de explotación/utilización, y las restricciones existentes, es la visión de la ciudad, las inversiones y equipamiento en infraestructura a realizar, públicas y privadas, con el fin de dotar de servicios al territorio. Éste plan involucra planificar a largo plazo con planes, programas y proyectos de corto y mediano plazo, que en conjunto aportan a lograr mejoras en el bienestar de los ciudadanos en territorio.
Como en toda comunidad existen riesgos al desarrollar esos planes. La teoría dice que, en este tema, el riesgo es dependiente de las amenazas (A) y de la vulnerabilidad (V). La primera por obvias razones es imprescindible como la naturaleza y por tanto incontrolable. La segunda es controlable. Para nuestro caso la A es un proceso natural intenso, en un espacio y tiempo definido y causa impacto. La V es el entorno que crea condiciones de mayor susceptibilidad en la comunidad por los impactos de la A.
El desarrollo territorial se completa, a mi criterio, con el urbanismo que incide positiva y negativamente en función del respeto a la normativa vigente. Si esta no se respeta, el urbanismo descontrolado, no planificado crece espontáneamente y por lo tanto también el riesgo. (Gráfico 2)
El modelo señalado se fundamenta en la estimación de las amenazas, el respeto a la ley y la voluntad política. De esa forma se gestiona apropiadamente las amenazas, la vulnerabilidad y el urbanismo. La gestión de riesgos genera un manejo adecuado de los recursos naturales, un territorio ordenado, normatividad actualizada, institucionalidad para la gestión de riesgos y actuaciones oportunas en emergencias.
Cuando el plan no existe o se ha diseñado mal, este esquema no funciona y por eso tenemos los desastres con impacto negativo en las comunidades. Las autoridades se concentran en los desastres ocurridos, cuando la prioridad debería estar centrada en la gestión de riesgos ex ante, antes de que ocurra.
La amenaza estará siempre ahí y no es previsible, pero las medidas para contar con el análisis adecuado ayudan a definir acciones ex ante. La vulnerabilidad se reduce significativamente si se enfocan las autoridades en la prevención y la mitigación, educando a todos. Y finalmente, el urbanismo desordenado se corrige haciendo respetar la ley y reduciendo la corrupción a cero. Para esto existe la gestión prospectiva, que implica adoptar medidas y acciones en la planificación del desarrollo territorial evitando que se generen nuevas condiciones de vulnerabilidad que se traducen en mayores niveles de riesgo. Discutir sobre riesgos que aún no ocurren o no existentes y diseñar las regulaciones, ordenanzas para canalizar las inversiones en planes de ordenamiento territorial para reducir la posible ocurrencia de una amenaza, es planificar eficientemente.
Existen informes técnicos del BID Préstamo No. 1802/OC-EC, donde se advierte sobre los aluviones y sus consecuencias. La EPMAPS asumió el liderazgo de los proyectos tendientes a remediar y mitigar los efectos de los eventos naturales. En el Área de Intervención Especial y Recuperación AIER Pichincha Atacazo, se establece como primer componente la reducción de riesgo para la ciudad y detener el crecimiento de la ciudad hacia las laderas del Pichincha. Por último, la ordenanza Metropolitana No 0446 sancionada el 26 de octubre de 2013, establece entre sus objetivos para la ciudad la protección de la ciudad de desastres naturales por efecto de la acción humana (www.bosqueandinos.org). ¿Qué pasó?
Lo que me queda claro es que la amenaza más grande que enfrenta la ciudad es la corrupción en las entidades públicas que son responsables de la planificación ordenada y gestión de riesgos de la ciudad. El riesgo inherente en el desarrollo urbano es el desorden causado por la corrupción. Mientras más compadrazgos, coimas, aprobaciones por debajo o favoritismos existan o que el Municipio sea indiferente a este fenómeno, mayor será la vulnerabilidad y por tanto el riesgo. Si los corruptos de todo tipo siguen enquistados en la planificación, en sistema de gestión de riesgos, el control y sanción, la ciudad, las comunidades, los ciudadanos seguiremos siendo testigos de eventos naturales en las laderas del Pichincha, del Parque Metropolitano, del ILALÓ, de las lomas de Puengasí y la erosión de la cuenca de los ríos. La mayor amenaza es la falta de gestión de riesgos por la corrupción. Nos convierte a toda la comunidad en altamente vulnerables al final, la comunidad sufre el impacto directo por sus pérdidas humanas y materiales y también la comunidad que se solidariza y sufre por la situación.
Al final cómo se determinan responsabilidades para que no exista impunidad. Las comunidades deberían organizarse y emprender juicios ejecutivos a quienes autorizan de una manera u otra, el urbanismo desordenado, el descuido del mantenimiento, o la falta de oportunidad en la toma de medidas correctivas. Solo así aprenderemos a hacer bien las cosas y a ser mejores ciudadanos.
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