El deporte no es solo una cuestión física. De hecho, incluso podríamos decir que para muchas personas el aspecto físico es secundario cuando realizan ejercicio. En un momento en el que nos estamos dando cuenta (por fin) de que no solo hay un tipo de cuerpo al que aspirar y de que cuidar la salud mental debería ser lo más importante, cada vez más personas comienzan a entrenar con un objetivo claro: sentirse bien. Y es que la autoestima, que tradicionalmente relacionamos -erróneamente- con el exterior, está íntimamente ligada con el entrenamiento, pero no porque éste nos haga más delgadas o tonificadas, sino por cómo nos hace sentir.
“El deporte produce diferentes mecanismos beneficiosos para nuestra autoestima en el cerebro, más concretamente donde se controlan los estados de ánimo y la representación de nuestra imagen como personas. Eleva el estado anímico a través de la segregación de neurotransmisores relacionados con el bienestar, facilita sentirte feliz, tener pensamientos positivos, serenidad, reduce el estrés y hace que te contemples con más positividad”, confirma la psicóloga sanitaria Miriam Sanjuán Méndez, del Grupo Laberinto.
La cuestión es, además, que realizar deporte no solo mejora nuestra autoestima con la consecución de objetivos. Por ejemplo, aunque te hayas planteado perder 5 kilos, no tienes que esperar a conseguir esta meta para ver una mejoría: “Su práctica repetitiva hará que nos encontremos más fuertes, mejoremos nuestra composición y estructura corporales y reduzcamos los niveles de fatiga y estrés e incrementemos nuestra energía vital. De esa forma, conseguiremos regular nuestro estado de ánimo y, por lo tanto, sentirnos más fuertes y con más seguridad en nosotros mismos”, señala Eduardo Martín Muñoz, CCAFYDE especializado en entrenamiento funcional y control postural de del centro WOmum de Madrid.
Coincide con esta idea la psicóloga de Grupo Laberinto, quien apunta que “uno de los motivos que dan sentido al vínculo existente entre deporte y autoestima tiene que ver con la evolución que observamos frente al espejo. Con el paso del tiempo, a medida que mejoramos la forma física, se produce una placentera sensación de satisfacción que nos alegra después de tanto esfuerzo. No obstante, no hace falta llegar al resultado deseado para comenzar a experimentar esas sensaciones agradables, ya que el deporte es un proceso, no un objetivo final”.
Es verdad que para quienes no están acostumbrados a realizar deporte o no hayan acudido -por ejemplo- a un gimnasio, al principio puede realizarse el efecto contrario y generar cierta inseguridad, pero es un sentimiento que irá desapareciendo según vayamos viendo cómo evoluciona no solo nuestro cuerpo, sino también nuestras aptitudes. Según explica Lorena Loma, fundadora y CEO de WOmum, “va a depender mucho del valor que le demos al simple de hecho de dedicarnos un espacio a nosotros mismos y valorar la progresión que vayamos consiguiendo con respecto al momento de iniciar la práctica. Para mí, lo primero es dar el paso de empezar a practicar deporte; en segundo lugar, motivarnos para continuar cada uno a su nivel y dentro de sus posibilidades; y tercero, valorar cada uno de los pequeños pasos que consigamos dar. Solo conseguir entrenar 2-3 días a la semana ya puede ser un logro para muchas personas. Es el famoso yes, you can lo que empezará a generar ese círculo virtuoso que nos hará sentirnos cada vez mejor, más fuertes y capaces”.
Tanto Miriam Sanjuán como Eduardo Martín coinciden en que se puede trabajar la autoestima con cualquier tipo de ejercicio, pues tal como señala el especialista en entrenamiento funcional, “la clave se encuentra en realizar la práctica deportiva que más le guste y motive a cada uno, ya que esta será la clave para encontrarnos bien con nosotros mismos, poder generar un buen hábito y mantenerlo, y por consiguiente regular nuestro estado de ánimo”. Sin embargo, si queremos focalizar más nuestros esfuerzos en ser más conscientes de nuestra autopercepción (y mejorarla), hay un tipo de actividad física especialmente adecuada: el yoga.
“La autoestima es la comprensión de que somos merecedores -explica Estrella Díaz Rodríguez, profesora de yoga Ashtanga en WOmum-, independientemente de lo que los demás hagan o digan, ya sea a través de actos o palabras (críticas, quejas o juicios). Uno de los problemas más importantes en la falta de autoestima son nuestras mentes programadas desde la infancia, por eso, con la práctica de yoga podemos reprogramar la mente, ya sea a través de la meditación o de la práctica de asanas que nos ayudan a aumentar esa autoestima”.
En concreto, hay tres posturas que la experta recomienda para trabajar este aspecto: “Todas las variantes de Virabadrasana (el guerrero), son buenas para la autoestima, ya que nos obligan a sostener la asana sobre nuestras piernas, mientras el tronco se estira bien derecho y los brazos acompañan, aportando seguridad en una misma; también todas las variantes de Navasana (el barco), ya que dan fuerza y determinación; y por último, Sirsasana, la posición sobre la cabeza, ya que esta asana contiene equilibrio, seguridad y confianza en uno mismo para realizarla, si confiamos en nosotros mismos, en nuestro interior, solo dependemos emocionalmente de nosotros”.
Texto original publicado en la Revista VOGUE
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