Una escapada de fin de semana, el viaje de nuestras vidas, una visita a la familia… Para muchas personas, subirse a un avión es sinónimo de libertad y, sin embargo, también puede tener efectos secundarios. El primero, y más conocido, es el miedo a volar; el segundo, menos popular, es el flygskam. El término, acuñado en Suecia, define la vergüenza de volar que sienten algunas personas por las emisiones de CO₂ que generan sus viajes.
De momento, no hay forma de evitar el miedo al subirse a un avión. Lo que sí parece tener solución es poder reducir sus emisiones. Esto es lo que persigue el sector aéreo con la fabricación de aeronaves más eficientes y sostenibles. Mejoras, que se unen a novedades en el diseño de interiores que priman la comodidad del pasajero. Fabricantes, aerolíneas y energéticas trabajan de la mano con un objetivo común: lograr que los aviones sean cero emisiones netas en 2050.
Hoy, la electrificación no es una alternativa válida para los aviones. Las baterías actuales no pueden generar ni almacenar energía suficiente para realizar largos trayectos, así que las aerolíneas apuestan por otras soluciones, como el uso de combustibles sostenibles de aviación (SAF), que pueden ayudar al sector aéreo europeo a reducir sus emisiones hasta en un 34% en 2050. “Químicamente estos combustibles son iguales que el queroseno que ya se utiliza. Las aeronaves podrán cargar, con los mismos estándares de seguridad, una cantidad de energía equivalente a la que llevan ahora, lo que les permitirá seguir cubriendo grandes distancias”, explica Miguel Ángel García Carreño, gerente de Desarrollo de Procesos de Repsol Technology Lab.
Para la aviación, la sostenibilidad ha dejado de ser tendencia. Ahora es una realidad gracias al desarrollo de bioquerosenos (biojet), producidos a partir de residuos biológicos, y querosenos sintéticos (e-jet), fabricados con CO₂ capturado e hidrógeno renovable. Con una reducción de emisiones de entre un 65 % y un 100 % respecto al queroseno convencional, ambos se postulan como las alternativas más inmediatas para descarbonizar el sector, como confirma la Unión Europea (UE) en su propuesta de directiva ReFuelAviation, donde se ha fijado la meta de que el 63% del combustible de aviación sea sostenible en 2050.
El sector aéreo lleva años trabajando en estas soluciones. En España, el primer vuelo propulsado con biojet tuvo lugar en 2011 gracias a una iniciativa conjunta de Iberia y Repsol, que hace solo unas semanas firmaron un acuerdo para investigar y producir combustibles sostenibles de aviación. El año pasado, la compañía energética fue capaz de fabricar, a partir de biomasa, los dos primeros lotes de biojet para el mercado nacional, que evitarán la emisión de más de mil toneladas de CO₂, el equivalente a 95 vuelos entre Madrid y Barcelona. Parte de este combustible ya fue utilizado el pasado marzo por la compañía Evelop para realizar su primer vuelo eco sostenible entre Madrid y Punta Cana.
Y hay más ejemplos. En 2017, la aerolínea china Hainan realizó el primer vuelo transoceánico utilizando bioqueroseno elaborado con aceite de cocina reciclado entre Pekín y Chicago. Compañías aéreas europeas como Air France, Iberia o KLM también llevan años probando diferentes tipos de combustibles sostenibles. Precisamente la neerlandesa KLM realizó, a comienzos de este año, el primer vuelo comercial propulsado con queroseno sintético (e-jet). El avión volaba de Ámsterdam a Madrid y usó como combustible una mezcla de 500 litros de queroseno sintético sostenible.
En paralelo, el sector está desarrollando nuevas tecnologías para mejorar la eficiencia de los aviones. Es el caso de Airbus que, en colaboración con el fabricante de motores Rolls-Royce, trabaja en la construcción del motor de aviación más grande del mundo, el UltraFan, que entre otras bondades, promete una mejora de la eficiencia de combustible del 25 %. Este desarrollo se enmarca en el programa de investigación Clean Sky, que la UE ha puesto en marcha para desarrollar tecnologías innovadoras que reduzcan las emisiones producidas por los aviones.
No es la única vía por la que se avanza. Airbus se ha fijado en el hidrógeno como materia para impulsar sus aviones porque “se trata de la transición más importante que la industria de la aviación haya visto jamás”, explican desde la compañía y es que, según el informe Hydrogen Powered Aviation (“Aviación impulsada por hidrógeno”), publicado por Clean Sky, el uso del hidrógeno podría reducir entre un 50 % y un 75 % el impacto climático de los vuelos.
Son pasos firmes, pero el desafío que la aviación tiene por delante es grande, recuerda García Carreño: “El entorno natural del avión, que son las grandes distancias y los viajes intercontinentales, necesita que las aeronaves dispongan de mucha energía de manera segura y por eso el combustible que se visualiza en el futuro sigue siendo el queroseno: el reto está en ir aumentando progresivamente el porcentaje producido a partir de materias primas de origen biológico”, añade.
También lo es llevar la experiencia de vuelo al siguiente nivel. Mejorar la comodidad de los asientos, ayudar a sobrellevar mejor las largas horas de encierro o permitir a los viajeros celebrar reuniones a bordo que antes se veían obligados a suspender por la pausa virtual que va desde el despegue hasta el aterrizaje, son algunas de las cosas que la industria se ha fijado en cambiar en el largo plazo.
Un ejemplo es el proyecto que Boeing de la mano de la Universidad de Cincinnati y la fundación The Live Well Collaborative presentó el pasado mes de marzo y que contempla la creación de un espacio de coworking. Su ‘Coffee House Cabin’ acogerá mesas de trabajo, formadas por alrededor de cuatro pasajeros que podrán adquirir su asiento en esta zona al realizar la compra del vuelo.
En el caso de Airbus, sus planes de mejora para la aviación del futuro se materializan en su Airbus Cabin Vision 2030 y el grado de personalización que permitirá a los pasajeros. Desde asientos que se pueden girar para crear un espacio para familias o grupos reducidos, hasta elegir su entorno de vuelo gracias a la realidad aumentada y realizar sus pedidos directamente a través de dispositivos digitales.
La fecha en la que previsiblemente cambiará la forma de viajar ya está marcada en el calendario. Y aunque todavía queda camino por recorrer, estas innovaciones son la prueba del compromiso del sector por crear aviones más más sostenibles, donde ningún pasajero pueda sentir vergüenza de volar.
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