La vida del periodista Juan Tibanlombo transcurrió entre fogones de leña, libros y su pasión por el periodismo de investigación. A los 50 años dejó este mundo, pero su legado permanecerá intacto para quienes lo conocieron y a quienes dejó una gran lección de vida: la sencillez hace grande al ser humano.
Maestro de al menos dos generaciones de periodistas, amante de las humitas, autodidacta y devorador de las obras de Foucault, Borges y de los clásicos de la comunicación. De una mirada crítica, tremendamente humana, pero a la vez de pocas palabras, las justas, para ser precisos. Este es el homenaje que realizamos desde Fundamedios a quien fue un periodista al 100%.
El 1 de enero de 1971 Juan Tibanlombo nació en San José de Camarón, un pueblo ubicado en el cantón Echeandía, provincia de Bolívar. Fue el octavo de 10 hijos del matrimonio entre Don Juan Tibanlombo y de Doña Elvia Salazar.
En total fueron 10 hermanos cuyo lazo estaría intacto hasta el final de sus días, así como los recuerdos del olor del campo, el sonido de las aves por las mañanas y el sabor de la comida cocinada en leña.
Su padre supo desde niño que Juan sería un hombre grande y a los cinco años dejó su finca en Camarones para trasladarse a la ciudad de Quito, lugar donde cursó sus estudios, donde desarrollaría su vocación periodística y donde transcurrieron sus últimos días.
Su madre falleció cuando tenía 6 años y su padre cuando tenía 11. Estos acontecimientos significaron un golpe que marcarían a Juan y lo convertirían en un hombre duro, forjando así su carácter fuerte. “Desde pequeños tuvimos que aprender a ser fuertes y salir adelante. Entendimos que solo con la unión podríamos seguir”, recordó su hermana Beatriz Tibanlombo, ella nació dos años después que Juan.
De una inteligencia privilegiada, realizó sus estudios de primaria en la escuela Andrés F. Córdoba, ubicada en Chimbacalle. Ahí se destacó por sus buenas calificaciones. No obstante, con la llegada de la adolescencia, el niño brillante y de buenas calificaciones dio un giro hacia la rebeldía, al punto de repetir primero y segundo curso en el colegio «patrón» Mejía.
Cuando tenía 16 años su rebeldía incrementó y recibió un castigo por parte de su hermano Milton, que lo marcaría de por vida. Él lo encerró en la cocina y le entregó el libro “El adolescente” del escritor ruso Fedor Dostoievski, junto con una advertencia: no saldría de ese lugar hasta que no termine de leer toda la obra y le diera un resumen. Repentinamente, su pasión por la lectura se despertó y desde ese momento se convirtió en un devorador de libros.
A los 17 años tomó la decisión de formar parte del Club de Periodismo del Mejía y terminó el colegio siendo el mejor egresado de su promoción. A los 19 años tenía claro que el periodismo era su presente y futuro. Ingresó a la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador (FACSO) donde conoció a Luis Saavedra. Él lo recuerda como un lector empedernido que planteaba grandes debates sobre la situación socio-política del Ecuador y del Mundo. Recordó que Juan no pudo terminar los estudios universitarios por un problema con un profesor.
“Empezó a ser más introvertido y empezó a leer y leer, su mundo era la lectura” recuerda su hermana Beatriz y contó que para financiar sus estudios empezó a ayudar a estudiantes a realizar su tesis.
Su hermana Beatriz le insistía que continúe sus estudios y su respuesta fue que para él no era importante un papel sino el conocimiento pues no necesitaba de ello para demostrar su capacidad, “siempre fue un autodidacta”, aseguró.
Jaime Mantilla, fundador del diario Hoy, recuerda que estaban buscando un comunicador para la redacción. Al ver a Juan Tibanlombo, supo que era “un periodista de cepa” y no dudó en contratarlo.
Su hermana Beatriz recuerda que Juan ingresó a los 21 años al medio de comunicación. La periodista Thalía Flores fue su compañera y lo retrata como una persona altamente responsable en su trabajo y sumamente ilustrado: “le podíamos confiar cualquier materia en el trabajo periodístico y lo desarrollaba. Minucioso en la búsqueda de datos y la contrastación”. Asimismo, destaca su humildad pues fue uno de los periodistas de más importancia de este país, sin embargo, nunca le gustó estar en primera línea y mantuvo un perfil discreto. “Estuvo en las grandes ligas, pero con un perfil bajo. Fue un lector empedernido y cuando un libro salía en Europa él ya lo tenía en sus manos”, recordó Thalía Flores.
Anita Angulo cuenta que Juan ingresó muy joven a diario Hoy y lo califica como un trabajador incansable y formador de al menos dos generaciones de periodistas.
En 2012, el periodista José Hernández ingresó al diario Hoy como director adjunto y en este medio de comunicación trabajó con Juan Tibanlombo, quien era editor general. No solo trabajó con él; almorzaba siempre con él y con Roberto Aguilar, editor de contenidos. “Juan era una persona que lucía huraño; tenías que ganarte su confianza (…) En lo personal era discreto y daba la impresión de ser tímido y encerrado en sí mismo. En el fondo era pausado, reflexivo, enemigo de imponerse y armar grandes alharacas (…) Una persona de pocas palabras”. En lo profesional, lo recuerda como “una persona entregada al oficio, que se echaba mucho trabajo encima, colaboraba en todo y nunca contaba las horas de trabajo”.
Hernández asegura que Juan Tibanlombo no ejercía un papel de jefatura en términos de buscar imponerse, más bien, era un coordinador colaborativo que siempre ayudaba a los demás periodistas. “En el fondo era un tipo tierno, secreto, curioso y cómplice; un tipo que le gustaba estar solo y disfrutaba de una suerte de soledad intelectual, metafísica; diría ontológica. Un amigo solitario y singular”.
Gracias a su perspicacia, capacidad de investigación y amor por el periodismo Juan Tibanlombo cubrió el Congreso Nacional y la coyuntura Política, fue editor de la sección de Economía y del suplemento Blanco y Negro y se convirtió en último editor General de Diario HOY, cerrado por orden de la Superintendencia de Compañías en agosto del 2014, durante el gobierno de Rafael Correa. “Fue un hombre de una inmensa capacidad para analizar las cosas”, dijo Mantilla.
En 2018 creó la plataforma Dialogemos.ec con la idea de unir a la Universidad con la labor periodística. Juan fue el maestro de varias generaciones de periodistas. Katherine Ramírez fue una de las profesionales que aprendió de su mano. Hace cuatro años ella ingresó a Dialogamos.ec “al principio fue un reto estar junto a un grande”. Lo recuerda como una persona estricta, minuciosa y que se fijaba en los detalles: “aprendí con lágrimas, pero aprendí muchísimo sobre el manejo del periodismo”.
Katherine recuerda entre lágrimas que Juan Tibanlombo le mencionó que ella sería la última persona a la que enseñaría sobre periodismo y así fue: “un periodista no se forma en la Universidad sino en la redacción” le repetía insistentemente.
A Juan Tibanlombo nunca le gustó visitar al doctor. Huía de los chequeos médicos de rutina y curaba sus dolencias con té de hierbas. Dos semanas antes de su muerte, Juan tuvo fuertes dolores de estómago a los que asoció con algún alimento que ingirió.
El jueves 24 de junio los dolores de estómago se volvieron más fuertes: había sufrido de una ruptura de várices esofágicas que le producían un fuerte dolor de estómago. El sábado 26 de junio en la mañana su hermana Graciela lo llevó al Dispensario Médico y como las dolencias no fueron tratadas a tiempo, sufrió un paro cardiorrespiratorio que terminó con su vida.
Con su partida, Ecuador perdió un gran periodista y un excelente ser humano. Leal, profesional, en definitiva: una buena persona.
Sus últimos días Juan Tibanlombo los pasó en su departamento en Quito rodeado de plantas y junto a una cocina en leña, ubicada en la terraza de su casa, que le recordaban su infancia en San José de Camarón. Tenía rosales y se convirtió en experto en la dosificación del azúcar para alimentar a los colibríes.
Juan siempre fue celoso y muy reservado de su vida amorosa, que era solamente suya. Pero el amor de su vida fue la también periodista Lorena Tatiana con quien tuvo una relación de 10 años y a quien conoció en la FACSO. Beatriz recuerda que luego de esta relación tuvo otras, pero fueron fugaces y no llegaron a concretarse.
Entre su legado están las obras “Farc, ¿en Ecuador?. También fue coautor de libros que abordan casos de impacto como el de la estafa del notario Cabrera e incurrió en la novela con la publicación de “El Demonio de Laplace”. Concluyó el Libro “Divorcios” quien aún no ha sido publicado y estaba concluyendo el libro “Hermanas”.
Una de las frases que serían incluidas en esta obra dice:
«De nada tenía que arrepentirse porque había vivido según sus convicciones, pese a sus hermanas que deseaban verlo como un hombre de bien. Fue un instante. Solo un instante. El suficiente para darse cuenta de que ese no era él. Era otro. No era la persona de frac que camina en la Iglesia rumbo al altar para labrar su porvenir. Era su sombra. La historia eterna». Para sus hermanas Beatriz y Graciela este texto fue, sin saberlo, su despedida.
Texto original publicado en Fundamedios
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