Vamos a empezar con un test. ¿Qué es una Mascarada? Enseguida me viene a mi mente un baile de máscaras, es decir algo alegre que se comparte. Pero mejor voy a referirme a lo que dice el Gran Diccionario de la Lengua Española 2016, Larousse Editorial, S.L., (1. Fiesta de personas disfrazadas o enmascaradas; 2. Grupo de Personas enmascaradas; o, 3. Farsa con la que se pretende engañar).
Casi todos los países, sociedades o comunas del mundo, han comprendido que el uso de la mascarilla salva a las personas de efectos graves del contagio del virus mortal. Por ello, su uso se ha masificado y podemos encontrar mascarillas de todo tipo, inclusive unas mascaras que demuestran el ingenio de las personas para ser diferentes y lograr sus propósitos de venta, en este caso. Algunas son tan creativas que impactan positivamente en el uso de las mismas.
Parecería que el mundo entero se convirtió en una mascarada pues vemos por doquier su uso salvador, su colorido, sus formas, unas con marcas y otras muy artesanales aprovechando el momento del mercado para entrar en la competencia de satisfacer a los clientes incluyendo a los más sofisticados y a los que solamente les interesa si es mascarilla y nada más.
Apelaré a la ayuda científica y trataré de construir un puente entre las mascaradas y las mascarillas, comprender por qué en nuestra sociedad nos importa un bledo la norma, la ley, los procedimientos y vivimos como dice el pensamiento popular, un eterno carnaval.
Primero me apoyaré en filósofo Bolívar Echeverría quien nos ilustra para comprender la fiesta (Mascaradas) como una ruptura, es decir rompemos el funcionamiento normal, el estatus quo y damos un giro para divertirnos, para romper la monotonía, para compartir con amigos, familiares o conocidos, “la existencia humana transcurre entre el tiempo de los momentos ordinarios, donde se experimenta la continuidad absoluta y se cumplen las disposiciones del código, y el tiempo de los momentos extraordinarios, en el que, por el contrario, se vive la discontinuidad y se pone en cuestión el programa codificado. En este marco, la fiesta es uno de los esquemas que irrumpe en la linealidad de lo cotidiano e instaura “[…] un momento de abandono o puesta en suspenso del modo rutinario de la existencia concreta.” [1]/ Ahondando un poco más en el concepto del carnaval, el crítico Mijail Bajtin, menciona que en el Carnaval se produce “[…] el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, [y] la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes.” [2]/
Reforzando la idea de rompimiento y considerando que una de las formas de Mascaradas adaptadas del viejo continente en Quito, según Checa R. (2015) la fiesta de Inocentes está inscrita dentro de las celebraciones propias del denominado Ciclo de Carnaval, [3]/ podemos decir que, en Quito se vivían muy intensamente la fiesta de Inocentes. “A principios del siglo, en la ciudad de Quito se celebraba la fiesta de Inocentes de forma muy peculiar. Los disfraces, las comparsas y tomaduras de pelo eran parte de dos semanas de celebración continua: todo el mundo se divertía, ya sea en las populares fiestas de la plaza Belmonte o en las misas calles de la ciudad. Diferentes juegos eran el centro de atención de los quiteños, como los llamados “aguinaldos” que consistían en una competencia entre dos bandos (formados por familiares y amigos). Todos acudían disfrazados a un lugar y a una hora determinada; la gente se entretenía al ver como se desarrollaba la contienda, cuyo objetivo era el de descubrir quién era el “capitán” del equipo contrario, que era el único que podía cambiar de disfraz. El juego se convertía así en un concurso de espionaje y picardía, con el afán de desenmascararlo al grito de “mis aguinaldos”. El equipo ganador gozaba de una fiesta de lujo, con orquesta incluida, a costilla del equipo perdedor.” [4]/.
Mientras la gente de alto nivel económico hacía fiestas en los hoteles de lujo de entonces como el Majestic, la gente de menor nivel económico lo disfrutaba en la plazas como las del Teatro Sucre, Santo Domingo, San Francisco y otras.[5]/
Parafraseando lo expresado, sobre la base de la definición de la mascarada, hoy en día, aupada por una constitución hecha a propósito, es una combinación de fiesta de disfraces (por la mascarilla) y farsa por las verdaderas intenciones que están detrás de la mascarilla. Pretenden engañarnos a los inocentes, a los trabajadores, funcionarios y empresarios productivos, quienes se entregan por hacer de nuestro país un espacio apto para vivir, no sobrevivir. Los aprovechados, disfrazados de políticos, de funcionarios públicos, de empresarios, de jueces, de abogados, de representantes civiles, reclaman sus aguinaldos, es decir su participación en el lleva lleva, pues por eso están donde están y no por trabajar productivamente. Y claro, siguen el juego de mis aguinaldos, sin dejarse descubrir su verdadero Yo, sus verdaderas intenciones, sus intereses personales, sus componendas. Las confunden con estrategias empresariales y creen que los demás no nos damos cuenta. Creen que usar los fondos públicos para su beneficio personal es posible y lo logran. Es alarmante el estado de descomposición en el que estamos como sociedad. No logramos llegar al punto de inflexión que permita parar la decadencia en la que estamos inmersos y recuperar la cordura, la ética, la honradez, el vivir bien, sin vivir a costa de los demás.
Tener un alcalde defenestrado por el máximo organismos de la ciudad, el Concejo, por estar disfrazado de político buscando sus propios aguinaldos a través de esquemas de gestión increíblemente audaces y descabellados y aupado por funcionarios públicos que le hacen el juego de los inocentes. Pero que, con la mayor sinvergüencería del mundo, siga tratando de dirigir la ciudad, tan venida a menos por no decir hundida en el olvido como ciudad, como capital, como la cuna libertaria, es inconcebible. Se suma a esto el accionar de un juez que acepta parcialmente la acción de protección solicitada por el defenestrado. Increíble, no lo debemos permitir.
Un defensor del pueblo, encarcelado por proceso que investiga un abuso sexual, violando la norma de movilidad y la ley seca, pues estaba chupando con un Ex Ministro y que se mantengan en el cargo gracias a la norma vigente, es de llorar. No lo debemos permitir.
Pero lo más despreciable, lo más espantoso, es que el Contralor General del Estado está en prisión por investigaciones de corrupción por presunta participación en una red organizada para delinquir y con toda la cachaza del mundo se permite nombrar, desde la cárcel, al contralor subrogante. Pero ahí no para, el contralor Subrogante titular tuvo que renunciar pues la Fiscalía le inicio una investigación por abrogación de funciones, es insólito. ¿Qué paso con la Contraloría General del Estado? Debemos recuperar la institucionalidad del Control.
El colmo del colmo, es la Asamblea Nacional, que focaliza su tiempo y esfuerzos en enjuiciar a un Ex Ministro, en lugar de asumir la responsabilidad de poner al Contralor titular en su lugar y defenestrarlo del cargo. ¿Qué busca la Asamblea con el juicio al Ex Ministro? Una ligazón para bajarse el decreto de fijación de precios de los combustibles. No puede ser, ese proceso claro que se fundamenta en los precios internacionales de los combustibles elimina progresivamente el precio erróneo, superando así la tara de décadas de los subsidios a los combustibles fósiles. ¿Cuál es el interés obscuro del grupo indígena para apoyar este juicio? Claro está que los dirigentes de ese movimiento están usando una máscara. Insólito.
Es o no es una mascarada, es o no es un juego de inocentes, vivimos o no vivimos un eterno carnaval, con fiesta incluida, despilfarro de recursos. Basta ya, el carnaval se circunscribe a una época del año, muy corta, en la cual tratamos de divertirnos o de tener un sano esparcimiento, pero terminado volvemos a las labores con más gana y nos sacamos las máscaras y san se acabó.
Los disfrazados (malos políticos, funcionarios públicos, empresarios, jueces, abogados, representantes de grupos civiles) quieren seguir en el juego interminable del carnaval, aprovechándose del uso obligatorio de la mascarilla para que no les reconozcan sus muy bajas intenciones.
Al final, la Fiscal General del Estado es quien los descubre, desenmascara al capitán del equipo y les gana el juego de “mis aguinaldos” para beneficio de la sociedad como un todo y no de los disfrazados y sus máscaras. Es de esperar que, todo el trabajo de la Fiscalía para acusar a los disfrazados, no se eche al traste por una policía que no ejerce con oportunidad su responsabilidad y unos jueces corruptos que buscan su beneficio personal.
Quisiéramos ver una iniciativa presidencial de consulta popular para cambiar la constitución y modernizarla. Reformarla para que los ecuatorianos de bien, los honestos, los dedicados a su trabajo serio, tengamos fé. Que sí podemos construir un país hermanado, un país próspero, un país moderno, que cuida de los desprotegidos y apoya a los productores para crecer sostenidamente, sobre la base de un nuevo estilo de vida justo, mucho más humano, mucho más amante de la naturaleza y del equilibrio ambiental.
Presidente confiamos en usted.
[1] / Echeverría Bolívar. (1998). La modernidad de lo barroco. México: Ediciones Era, pp. 186-191
[2] / Bajtin, Mijail. (2003). La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais. Madrid: Alianza Editorial, p. 11.
[3] / Checa Ron, Sophia. 2015. Inocentes en Quito: Una fiesta para toda la ciudad (Primera mitad del siglo XX). Quito-Ecuador,
[4] / https://www.elcomercio.com/actualidad/quito/fiesta-inocentes-vive-loma-grande.html. 28 de diciembre de 2019.
[5] /https://sites.google.com/site/paul18macias/home/paisajes-de-la-sierra-ecuatoriana/fiestas-tradicionales-de-la-sierra.
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