Conseguir una pareja sentimental idónea es uno de los mayores desafíos actuales; el temor al fracaso en el amor y sus consecuencias sociales permiten que empresas generen ingresos financieros desde muchos años atrás, incluso décadas. Un ejemplo de estas empresas es “novias de imagen” una empresa que opero en el sigo XX que tenia como objetivo conectar mediante fotos y cartas a trabajadores japoneses residentes en EEUU con solteras en Japón, este modelo de negocio se replicó usando países de Europa y posteriormente de América Latina, naciendo así las “agencias matrimoniales”.
Hago esa breve introducción para ponernos en contexto y ampliar la siguiente idea: “Los seres humanos llevamos décadas tratando de conseguir la pareja ideal y como todo en el siglo XXI fue digitalizado”. Primero cambiamos la correspondencia tradicional por el correo electrónico, luego agregamos el chat en línea y con la revolución de las apps móviles llevamos todo esto a nuestro bolsillo; agregamos video llamadas y todas las estadísticas de los rastreadores de Google y Facebook para “ayudarnos” en nuestra misión. En este punto surgen nuevas empresas de “agencias matrimoniales” como Tinder, pero en estas el modelo sigue siendo el mismo: fotos, conversaciones escritas y luego encuentros personales.
Aquí es donde Schmooze, creada por Vidya Madhavan, una ingeniera de India, quien pensó que el humor era la mejor forma de conquistar. Basado en el “algoritmo del humor” esta nueva app permite identificar posibles compatibilidades y recomendar posibles parejas sentimentales idóneas.
A pesar de este nuevo “algoritmo del humor” la gran interrogante es: ¿Realmente funcionan estas aplicaciones? En un mundo cada vez mas acelerado en donde cada día tenemos menos tiempo disponible para hacer actividades que antes eran rutinarias (trasladarnos por comida, hacer filas en bancos, etc) una aplicación que nos “simplifique” este difícil proceso de conseguir pareja es una gran idea, pero no es más que un medio para conocer personas, tal vez eficiente en esa parte, pero para enamorar se necesita mucho más que compartir fotos, conversaciones en línea y memes; al final somos seres que necesitamos sentir muchas cosas para poder llegar a enamorarnos y estas solo se dan con la constante interacción real de ambas partes.
Finalmente, como cualquier proceso en el que la tecnología nos ayuda, somos los usuarios los que decidimos y los resultados necesariamente se basarán en nuestras acciones, por lo que usar el mejor algoritmo y/o aplicación del mundo de cualquier tipo no es garantía de nada.
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