Cuando los microorganismos -como bacterias o virus- nos infectan, nuestro sistema inmunitaro entra en acción. Este está altamente capacitado para detectar y eliminar infecciones y reparar cualquier daño causado por ellas.
Por lo general, se asume que nuestro sistema inmune funciona exactamente de la misma manera, independientemente de si una infección ocurre durante el día o la noche. Pero investigaciones a lo largo de más de medio siglo muestran que nuestros cuerpos responden de manera diferente durante el día y la noche.
La razón de esto es nuestro reloj biológico y el hecho de que cada célula del cuerpo, incluidas nuestras células inmunes, puede detectar la hora del día.
Nuestro reloj biológico ha evolucionado durante millones de años para ayudarnos a sobrevivir. Cada célula del cuerpo tiene una colección de proteínas que indican el tiempo, en función de sus niveles. Saber si es de día o de noche significa que nuestro cuerpo puede ajustar sus funciones y comportamientos (como cuándo queremos comer) a la hora correcta.
Nuestro reloj biológico hace esto generando ritmos de 24 horas (también denominados ritmos circadianos) en el funcionamiento de las células. Por ejemplo, nuestro reloj biológico se asegura de que solo produzcamos melatonina al caer la noche, ya que esta sustancia química nos hace sentir cansados, lo que indica que es hora de dormir.
Nuestro sistema inmunitario está compuesto por muchos tipos diferentes de células inmunitarias que patrullan continuamente el cuerpo en busca de evidencia de infección o daño. Pero es nuestro reloj biológico el que determina dónde se encuentran esas células en determinados momentos del día.
En términos generales, nuestras células inmunitarias migran a los tejidos durante el día y luego circulan por el cuerpo durante la noche. Este ritmo circadiano de las células inmunitarias puede haber evolucionado de modo que las células inmunitarias estén ubicadas directamente en los tejidos en un momento en el que es más probable que nos infectemos, y así estemos preparados para un ataque.
Por la noche, nuestras células inmunes circulan por el cuerpo y se detienen en nuestros ganglios linfáticos. Aquí, acumulan memoria de lo que se encontraron durante el día, incluida cualquier infección. Esto permite que puedan responder mejor a la infección la próxima vez que la encuentren.
Dado el control del reloj biológico sobre nuestro sistema inmune, no es sorprendente saber que algunas investigaciones han demostrado que el momento en que nos infectamos con un virus, como la influenza o la hepatitis, puede tener impacto en qué tanto nos enfermamos. Es probable que el momento exacto difiera según de qué virus se trate.
Otras investigaciones también han demostrado que el momento en que tomamos nuestros medicamentos puede afectar su eficacia, pero nuevamente, esto depende del medicamento en cuestión.
Por ejemplo, dado que producimos colesterol cuando dormimos, tomar una estatina de acción corta (un medicamento para reducir el colesterol) justo antes de acostarse proporciona el mayor beneficio. También se ha demostrado que la hora del día influye en qué tan bien funcionan ciertos tipos de células inmunitarias.
También hay un creciente cuerpo de evidencia que muestra que las vacunas -que crean una “memoria” inmune de un patógeno en particular- se ven afectadas por nuestro reloj biológico y la hora del día en que se administran.
Por ejemplo, un ensayo aleatorizado de 2016 de más de 250 adultos mayores de 65 años mostró que recibir la vacuna contra la influenza por la mañana (entre las 09:00 y las 11:00) resultó en una mayor respuesta de anticuerpos en comparación con los vacunados por la tarde (entre las 15:00 y las 17:00).
Más recientemente, las personas de veintitantos años que fueron inmunizadas con la vacuna BCG (tuberculosis) entre las las 08:00 y las 09:00 tuvieron una mejor respuesta inmune en comparación con las vacunadas entre el mediodía y las 13:00. Entonces, para ciertas vacunas, hay evidencia de que la inoculación temprano en la mañana puede brindar una respuesta más sólida.
Una razón por las que se ve una mejor respuesta inmune a las vacunas por la mañana puede deberse a la forma en que nuestro reloj biológico controla el sueño.
De hecho, estudios han encontrado que dormir lo suficiente después de la vacunación contra la hepatitis A mejora la respuesta inmunitaria, al aumentar la cantidad de células inmunitarias específicas de la vacuna que proporcionan inmunidad a largo plazo, en comparación con las que tenían sueño restringido después de la vacunación.
Aún no se comprende completamente por qué el sueño mejora la respuesta a la vacuna, pero podría deberse a cómo nuestro reloj corporal controla directamente la función y la ubicación de las células inmunitarias durante el sueño. Entonces, por ejemplo, envía las células inmunes a nuestros ganglios linfáticos mientras dormimos para saber qué infecciones se encontraron durante el día y para construir una “memoria” de esto.
Por supuesto, surge la pregunta de cómo todo esto podría relacionarse con los programas mundiales actuales de vacunación en la pandemia actual. El funcionamiento de nuestro reloj corporal inmunológico podría ser importante en términos de si desarrollamos o no covid-19. Curiosamente, el receptor que permite que el virus de la covid, el SARS-CoV-2, entre en nuestras células, está bajo el control de nuestro reloj biológico.
De hecho, hay niveles más altos de este receptor en las células que recubren nuestras vías respiratorias en distintos momentos del día. Esto podría significar que tenemos más probabilidades de contraer covid-19 en ciertos momentos del día, pero se necesitarán más investigaciones para determinar si este es el caso.
Queda por responder si la hora del día en que nos vacunamos contra la covid-19 afecta la respuesta inmune. Dada la alta efectividad de muchas vacunas contra la covid-19 (Pfizer y Moderna reportan una eficacia superior al 90%) y la urgencia con la que necesitamos vacunar, las personas deben vacunarse en cualquier momento del día que les sea posible.
Pero las vacunas actuales y futuras que no tienen tasas de eficacia tan altas -como la vacuna contra la gripe- o si se usan en personas con una respuesta inmune más deficiente (como los adultos mayores), el uso de un enfoque “cronometrado” más preciso podría garantizar una mejor respuesta inmune.
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