La última ofensiva de Hamás, el movimiento islámico que controla el territorio de Gaza, y la contraofensiva israelí ha dejado más de 90 mil personas desplazadas que esperan se concrete el alto al fuego para intentar reconstruir sus vidas. La mayoría halló refugio en 59 escuelas de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados en Gaza. Otras buscaron protección en las casas de sus familiares.
Son las personas que están en medio del conflicto, el último que comenzó como un enfrentamiento entre comunidades de judíos y palestinos (árabes israelíes) en Jerusalén Oriental y se propagó rápidamente como una mecha de pólvora por todo Israel y la Franja de Gaza. Hamas comenzó a probar con proyectiles más sofisticados contra la población civil de Israel, que respondió con todo el poderío de su aviación durante once días.
El peor estallido de violencia desde 2014 tiene su origen también en Israel donde el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, finalmente tendría que dejar el cargo que ha ocupado durante más de 12 años, tras su fracaso en sus intentos para formar un nuevo gobierno y con el nacimiento de una coalición, con partido árabe incluido, que solo le unía su oposición a Netanyahu, con varias acusaciones en su contra.
A la crisis política israelí se ha sumado la división interna en el liderazgo palestino entre la Autoridad Palestina que dirige el partido Al Fatah, de Mahmoud Abbas, que ha gobernado en Cisjordania durante 16 años, y Hamás que intenta posicionarse como el líder de los palestinos que puede hacerle daño a Israel, tanto en el plano bélico con sus cohetes como en el contexto internacional.
Hamás se muestra como la resistencia frente al envejecido y cada vez más debilitado Mahmoud Abbas.
Y en el medio también está Irán al que Israel responsabiliza del sofisticado ataque con cohetes. Su interés en Gaza y en el apoyo a Hamás sería recuperar el terreno perdido dentro del mundo árabe y competir con sus principales rivales dentro de la región, los sauditas.
Y mientras todo se complica en las altas esferas decenas de miles de palestinos debieron dejar sus casas y escapar por miedo o porque simplemente se quedaron otra vez sin hogar. Muchos volverán si sus casas no quedaron destruidas, pero el número de desplazados sin hogar sigue creciendo en un conflicto que parece no tener final. Después de todo solo fue un alto al fuego.
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