Hoy en día, la humanidad se encuentra atravesando una crisis ambiental de gran magnitud, con problemas como el calentamiento global, la extinción de especies, la contaminación y destrucción de ecosistemas. Problemas cuya raíz somos nosotros, nuestra forma insostenible de consumo y nuestra acelerada producción de desechos.
De acuerdo con Acosta y Martin (2013), la explotación indiscriminada de los recursos naturales ha llevado al planeta a un peligroso sobregiro ecológico, pero ¿Cómo podemos mejorar dicha interacción? ¿Hay alguna relación entre el modelo económico lineal que se maneja hoy en día y dicha degradación? Y si sí, ¿Existen alternativas para solucionarlo?
Si bien la economía lineal implantada en la forma de producción y consumo es aquella con la que hemos venido trabajando durante décadas, es pertinente reconocer que no es la correcta. Tradición no es sinónimo de sostenible. Las consecuencias de la linealidad han deteriorado nuestra economía, al provocar e incentivar un proceso de erradicación del capital causa por prácticas insostenibles y reduciendo el valor del mismo como resultado de la contaminación de residuos. Y al estar profundamente atada a nuestros procesos de producción, en el consumo y en la eliminación de desechos, la realidad de que la linealidad no es más que un modelo prejudicial, individualista y centrado en el capitalismo, que representa una amenaza ambiental, es inevitable.
La economía global está condicionada, favorecida y manejada por un modelo lineal. Sin embargo, es necesario ver este condicionamiento como una oportunidad para iniciar con la transición hacia un modelo económico diferente, un modelo económico sustentable. Es aquí donde entra a la pantalla la economía circular, una alternativa de producción y de consumo hacia una sociedad reparadora y regenerativa, que sea más sostenible y próspera social, política y económicamente, cuyo objetivo es promover la conciencia ambiental en la población e impulsar la responsabilidad en nuestras formas de consumir y desechar. Economía en la cual los productos y residuos que creamos tendrán una segunda vida y sean reinsertados en los procesos de producción por el mayor tiempo posible, creando así un ciclo de producción y consumo ambientalmente consciente y sostenible.
Según Prieto-Sandoval et al., (2017), el propósito de la economía circular es la prosperidad económica, proteger el medio ambiente, y evitar la contaminación, dando lugar al desarrollo sostenible. Actualmente, la circularidad ha comenzado a desplazar a la economía lineal, esto representa el inicio del gran cambio, y la transición de la conceptualidad a la práctica.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), para el año 2014 Ecuador registró la recolección de 11203,24 toneladas diarias de residuos sólidos. Como respuesta a ello, en el año 2020 el Ministerio de Ambiente y Agua, a través del programa Nacional para la Gestión Integral de Desechos Sólidos, trabajó en el fortalecimiento de las capacidades y asistencia técnica en temas de manejo de residuos sólidos no peligrosos, separación de desechos, reciclaje inclusivo y economía circular. Las iniciativas y proyectos que permitan y faciliten la transición a la economía circular van en aumento y con ello, podemos ver como el fin del condicionamiento de la linealidad en la economía está cada vez más cerca.
La degradación ambiental causada hasta la fecha, la biodiversidad perdida, los problemas de salud en la población causados por la contaminación ambiental, la distorsión de la percepción de las especies y posterior conversión en medios de producción, el desperdicio y agotamiento de recursos, y más. Todos son consecuencias de un estilo de vida inconsciente, insostenible y egoísta. Con consecuencias irreversibles están siendo enfrentadas hoy o serán enfrentadas por las generaciones que están por venir. El único camino a elegir es adoptar e implementar la circularidad en nuestro día a día, en nuestros negocios, en nuestras comunidades
Practicar la economía circular en nuestro diario vivir no es difícil, circularidad es darle una segunda oportunidad a una prenda que ya fue de alguien más, es usar bolsos reutilizables en lugar de fundas plásticas, es consumir productos hechos a base de materiales compostables para que una vez terminado su uso regresen a la naturaleza e inicien nuevamente el ciclo. Un cambio pequeño en la rutina a cambio de esperanza y de un futuro para quienes nacen hoy y quienes vendrán mañana.
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