Gracias a la alianza con el Partido Social Cristiano era de esperarse un contundente triunfo de Guillermo Lasso en la Costa y sobre todo en Guayaquil. No ocurrió en la primera vuelta ni tampoco en la segunda. Quito se volcó abrumadoramente por esa candidatura porque está fresca aún en la memoria los abusos de poder, los carros con sirenas escoltando a funcionarios públicos que imaginaron al país como su hacienda.
Quito debió soportar la prepotencia y la megalomanía de funcionarios que creyeron tener el derecho de ordenar todo, hasta disponer qué días no se podía hacer tal o cual cosa. La primera rebelión fue la derrota de Augusto Barrera en su campaña para la reelección en la Alcaldía de Quito.
El mensaje nunca llegó al llamado cuarto de guerra del correísmo. La propaganda, debieron suponer, lo pondría todo, solo porque supuestamente había puesto al designado por el expresidente Rafael Correa en la Presidencia. Y Correa dejó ahí a Moreno en la Asamblea con la banda presidencial, porque necesitaba irse con su aura de gran líder, de quien iba a volver al poder en cuatro años para seguir disponiendo hasta el rumbo de las calles.
Fue Lenín Moreno quien minó su proyecto, desde el instante mismo en el que salía Correa rumbo a su carro del triunfo. El primer discurso de Moreno llevó al expresidente al hospital. Después llegaron los intentos de reconciliación. La cúpula máxima de la llamada revolución ciudadana se tomó una foto con él. En la foto estaba Jorge Glas, el hombre de mayor confianza de Correa y a quien puso como vicepresidente.
El escándalo de Odebrecht se destapó. El país fue testigo como el tío del exvicepresidente recogía maletas de dinero en una suite de un hotel cinco estrellas, a nombre del exvicepresidente. El mismo amigo de Correa, puesto por él en la Fiscalía, lo llevó a juicio y gracias a un trabajo de hormiga de la actual Fiscal Diana Salazar fue condenado. Eso, para el expresidente, era la mayor traición que podría haberle hecho Lenín Moreno.
Y así comenzó a financiar todo lo que podría tumbar a Moreno con la esperanza de recuperar la patria, que en términos criollos significaba recuperar el poder para un grupo determinado, porque Correa encarnaba la patria, según sus palabras, cuando pidió reformar la Constitución para aprobar la reelección Indefinida. Al mismo estilo de Hugo Chávez o de los hermanos Castro con los que llegó a cantar comandante Che Guevara.
¿Cuándo se jodió su proyecto? Mucho antes de que anunciara sus venganzas contra todos, cuando asegurara que no iba a quedar títere sin cabeza, como dice el refrán. Cuando se mostró en cuerpo entero con su discurso de odio, de revancha, de yo soy el que manda en el barrio.
¿Por qué la Sierra le dio el triunfo a Lasso? Porque no solo fue la Sierra, fue la lucha constante de un país por no volver al discurso del sometimiento. Al bullying de las sabatinas. Al bullying que ya intentó Jorge Glas y que volvió a intentar Andrés Arauz. A cambiar la biografía de las personas.
Guillermo Lasso tiene muchos retos por delante, el primero será volver a reconstruir el tejido social, sin odio ni venganzas, pero con la convicción de que Ecuador siempre ha apostado por la democracia.
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