¿Hay una desdolarización suave?

jueves, marzo 25, 2021

Donald Trump fracasó con su discurso nacionalista lleno de lentejuelas, al igual que Nicolás Maduro y algo similar hace Alberto Fernández en Argentina o Jair Bolsonaro en Brasil...

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La respuesta es no. Es la conclusión de Modesto Correa, de la Universidad Casa Grande, que siguió todo el proceso de cerca. Las razones están a la vista. Los fantasmas de la devaluación y la inflación desaparecieron. Las crisis políticas no afectaron a la economía. El Gobierno del expresidente Rafael Correa se dio el lujo de proponer la eliminación del subsidio la gas, con plazos y fechas, y comenzó con quitar el subsidio a la gasolina súper.

Todos los gobiernos que sucedieron al de Gustavo Noboa se beneficiaron con la dolarización, pese a sus intenciones de comenzar a usar las máquinas del Banco Central para hacer una impresión inorgánica de billetes y así financiar un exorbitante gasto público.

No puede haber una desdolarización suave en un país donde la gente comenzó a planificar a largo plazo con la certeza de que al día siguiente no iría al mercado con billetes de un millón de sucres que no alcanzarían ni para comprar un huevo. Lo que ocurre en Venezuela tras más de dos décadas de chavismo.

Los llamados intelectuales de izquierda creen que ese es un discurso de la clase media, aunque prefieren las monedas de dólar que las acuñadas en el Banco Central. ¿Quién en el sector público preferiría cobrar su salario en una moneda sin ningún respaldo como los tristemente célebres patacones en Argentina?

No se puede repartir riqueza sin generar riqueza, le dijo un general de las Fuerzas Armadas de Venezuela a Hugo Chávez. Y no sólo él, sino su familia fue proscrita por los petrodólares, por decir aquella frase. ¿Con qué dinero el Estado genera empleos? Con más impuestos, más tributos, con barreras arancelarias que finalmente terminan por hacer menos competitivas a determinadas empresas.

Donald Trump fracasó con su discurso nacionalista lleno de lentejuelas, al igual que Nicolás Maduro y algo similar hace Alberto Fernández en Argentina o Jair Bolsonaro en Brasil. Los salvadores muy pronto pueden convertirse en verdugos. Una historia cansina y repetitiva.