David Cornwell, más conocido como John le Carré, falleció en la tarde del sábado a los 89 años en un hospital de Cornualles, donde tenía su residencia, después de una breve enfermedad, según una nota Jonny Geller, presidente de Curtis Brown, la agencia que le representaba en la actualidad.
Le Carré combinaba una destreza literaria inmensa para presentar el complicado, enigmático y turbio mundo del espionaje junto con una fortaleza moral que cautivó a millones de lectores de todo el mundo. Comenzó a trabajar para los servicios secretos británicos mientras estudiaba alemán en Suiza, a finales de los años cuarenta. Fue mientras daba clases en el elitista colegio privado de Eton, cuna del poder conservador en el Reino Unido, cuando le reclutó el Servicio Exterior Británico.
Desde una pequeña oficina del MI5 (la agencia de inteligencia interior) en Curzon Street (Londres), David Cornwell captaba, instruía y enseñaba a espías del otro lado del telón de acero atraídos al bando de Occidente. Fue allí cuando comenzó a escribir, bajo el seudónimo de John le Carré.
Su primera novela, Call for The Dead (Llamada para el Muerto), introducía al protagonista de varias de sus obras más universales: George Smiley. Metódico, inteligente, anodino en su vestimenta y en su fisionomía, en constante batalla contra su rival, enemigo y espejo, el agente soviético Karla. El actor Alec Guinness fue uno de los que intentó encarnar a Smiley en las adaptaciones televisivas de la obra de Le Carré. El espía que surgió del frío, El topo, El honorable colegial o La gente de Smiley consagraron a Le Carré como el maestro indiscutible de un género de inmensa popularidad durante la década de los sesenta y setenta.
La caída del muro de Berlín y el final de la Guerra Fría podrían haber sido el final de una trayectoria muy identificada con esa Europa de la posguerra, pero Le Carré demostró que seguía existiendo un inmenso caudal de maldad en el mundo, y que su habilidad literaria le iba a permitir denunciarlo con éxito, con obras como La Casa Rusia, El jardinero fiel o Un traidor entre los nuestros.
El desmembramiento caótico de la antigua Unión Soviética, el mundo de los traficantes de armas, la despiadada corrupción de los gigantes farmacéuticos en los países del Tercer Mundo o el islamismo terrorista: Le Carré hincó el diente a todos estos asuntos. Investigaba a conciencia antes de escribir y nunca esquivó un posicionamiento moral que irritaba a sus críticos -el mundo es más complejo que todo eso, le decían-, pero entusiasmaba a millones de admiradores y acrecentaba lealtades. La ambigüedad de sus primeras novelas de espionaje fue sustituida gradualmente por un planteamiento cada vez más inequívocamente político.
Mientras sus novelas tenían un éxito universal y su talento era tan elogiado como su capacidad para producir best-sellers, Le Carré optó por alejarse de la escena pública y evitar la popularidad. Todo ello no hizo sino agrandar el misterio que despertaba entre sus lectores. En 2016 escribió The Pigeon Tunnel: Stories from My Life (Volar en círculos), un libro de memorias en el que dio a conocer al mundo la figura de su padre, Ronnie, un pillo defraudador que abusaba físicamente de su hijo y de su esposa y que pasó varias temporadas de su vida en prisión.
La madre decidió huir cuando David apenas tenía cinco años. “Ronnie me dio alguna paliza, pero fueron pocas veces y con escasa convicción. Era el modo en que lo hacía lo que más me asustaba, ese modo de bajar y preparar sus hombros o la mandíbula desencajada”, escribió Le Carré. El libro fue también un repaso cruel y certero de personajes públicos que definieron una época, y a los que la notoriedad le permitió conocer en persona, como Margaret Thatcher, el magnate de los medios Rupert Murdoch o el carismático líder de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasir Arafat.
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