La dignidad implica que la singularidad de un sujeto es merecedora de un reconocimiento por parte del Otro. Se considera digno a alguien porque de alguna manera logra hacer lazo social en el lugar donde se encuentre, desde su diferencia absoluta como ser hablante. Cuando no cumple con esta condición se lo considera alguien indigno, y como consecuencia, desorganiza el discurso y no permite el pasaje de un discurso a otro.
La indignación conlleva el sentimiento que alguien indigno ha afectado la dignidad de otro, es decir, ha tocado de mala manera su singularidad. Como esta no tiene nombre, como esa juntura a medias y aislada entre un significante amo o unario y el cuerpo, la respuesta surge de lo real oscuro buscando articularse a la dimensión imaginaria del sentimiento para luego encontrar las palabras simbólicas. En el caso de la psicosis puede producir la paranoia extrema, el desencadenamiento. En la neurosis hace tambalear el síntoma. La manera como el sujeto goza es travesada por un dardo que viene de un otro perverso, en tanto goza de su división subjetiva.
Lo insoportable de esta afectación puede llevar al sujeto a la ira momentánea, pero también hacia una sublimación o respuesta a ser trabajada en el tiempo de comprender y llegar a una conclusión, de tal manera que pueda poner una barrera suficiente a la afrenta sufrida.
En la clínica se ilustra cuando el paciente se queja indignadamente que sus padres o cuidadores le propiciaron una serie de males, o cuando la pareja lo ha agredido. Aquí lo interesante es orientar el análisis hacia la implicación del sujeto en aquello de lo cual se queja indignadamente. Esto también es válido para el mundo de lo político social, para movimientos como los indignados o los chalecos amarillos. Llama la atención que aquellas poblaciones llamadas indígenas que fueron vilipendiadas en su dignidad desde hace 500 años, lograran reorganizarse y movilizarse con prudencia, de tal manera que obtuvieron una serie de reconocimientos parciales del amo gobernante, el cual nada quería saber al respecto. La otra vía estuvo presente también, la de un odio ancestral canalizado por organizaciones violentas que tuvieron su lugar en octubre de 2019. También lo hemos visto en Perú y Guatemala recientemente, con las dos caras de la moneda, de un bien manifestarse y un mal manifestarse, cada uno con sus consecuencias.
La ética del psicoanálisis implica saber escuchar la indignación uno por uno, y su interpretación apunta a una transferencia de un supuesto saber para inventar significantes nuevos que sepan hacer con aquellos acontecimientos que producen indignación. En el campo social en general, hacer uso del deseo de la escucha y de debate alturado democrático, dignifica al ciudadano y al gobernante.
Texto original publicado en el N.16 de Ventanales, revista de la Universidad Casa Grande:
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